El resultado electoral es incuestionable. Gobernará Ayuso la Comunidad de Madrid. Una presidenta que se ha mimetizado con este pueblo. Si se fijan bien, iba vestida con un traje de chulapa, un pañuelo en la cabeza y un clavel saliendo de él para bailar un chotis en las fiestas de la Virgen de la Paloma. Ha sido imposible vencerla, porque su electorado responde cuando se le ataca: será así, pero es la mía.
Como me dijo una amiga de su marido cuando le llamaban gordo. En esta campaña, me ha recordado a la fallecida Rita Barberá, alcaldesa que fue de Valencia; su electorado esperaba verla vestida de fallera a la vuelta de la esquina.
Esta campaña ha tenido otros ángulos. Uno de ellos, y no el menor, el económico. Los partidos de la izquierda casi no han hablado de ello, porque sabían que tenían la batalla perdida.
La Comunidad de Madrid creció durante el primer trimestre de este año, cuando el PIB español descendía un -0,5% según el INE; el paro, según la EPA, descendía en cerca de 50.000 personas en su territorio, lo mismo que la economía del país; el comercio, la hostelería permanecieron abiertos, salvando en muchos casos los muebles, mientras en otros territorios estaban cerrados a cal y canto; los teatros sobrevivían.
Por si alguien se podía olvidar de ello Nacho Cano, icono de la "movida" madrileña de la Transición, se lo recordó a todos los asistentes a la fiesta del 2 de mayo cuando se dirigió a la presidenta que le dio la medalla de honor. Le dijo dos palabras, una de ellas era la de valiente.
La llamó valiente porque, en opinión del compositor, el Gobierno presidido por Ayuso ha mantenido sus criterios, contra el embate de toda la izquierda política y mediática. Un ataque que en lugar de deteriorar su imagen la fortaleció.
La hostelería en Madrid permaneció abierta, salvando en muchos casos los muebles, mientras en otros territorios estaba cerrada a cal y canto
Tanto que Ayuso ha pasado de ser una persona "colocada por Casado", a representar la resistencia ante Pedro Sánchez. De ser una más del equipo a tener personalidad propia. Iván Redondo puede jactarse de haber llevado a Monago a presidente de la Junta de Extremadura, García Albiol a alcalde de Badalona, Sánchez a secretario general del PSOE y presidente del Gobierno y Ayuso a líder del PP de Madrid y presidenta de su Comunidad. Bien es cierto que en esto último le salió el "tiro por la culata".
Tanto han atacado a Ayuso que ahora nadie se extrañará de que forme su Gobierno según estime conveniente. Nadie podrá achacarle que tipo de combinaciones utilice para ser elevada a la presidencia de la CAM. Ha vencido contra todo tipo de amenazas. Así que puede responder tranquilamente que lo único que hace es seguir las reglas de la democracia: el mandato de los votos. El pueblo no se engaña.
Por eso mismo puede seguir con sus políticas sanitarias y económicas. Bajar los impuestos, aplicar un IRPF que reduzca el tramo autonómico aún más y seguir manteniendo las deducciones en Patrimonio, Donaciones y Sucesiones. Mantener un equilibrio entre sanidad y economía; abrir los fines de semana el comercio. También considerar Madrid un territorio abierto dispuesto a dar cabida a cuantos inversores quieran. Igualmente podrá seguir impulsando la colaboración público-privada en sectores como la educación y la sanidad.
La victoria del centro-derecha animará a los emprendedores que verán sus aspiraciones apoyadas; atraerá a los partidarios del libre mercado. Es un aliento para los que esperan que se mantenga una filosofía de Gobierno liberal en lo económico respaldada por los votos.
Pero Ayuso debe gobernar para todos. No es presidenta solo del centro-derecha. Lo es de todos los madrileños. Debe seguir pensando en dar trabajo a todos, sacar a las zonas deprimidas de su letargo. Responder a los deseos de seguridad y libertad que sin un nivel económico adecuado son palabras huecas.
No debe olvidar que dentro de dos años se enfrentará otra vez a las urnas. Esa sí será la prueba definitiva de su liderazgo. Un liderazgo que le va a disputar la Sra. García en una lista conjunta PSOE y Más Madrid. ¿A qué no me equivoco?
*** José Ramón Pin es profesor del IESE.