Algunos profesores dicen que los alumnos que copian solo se engañan a sí mismos. Pero en el mundo de los negocios, copiar puede ser la mejor estrategia liderar un mercado. De lo contrario, ni Facebook se dedicaría a lanzar imitaciones de cada nuevo servicio capaz de competir con su red social, ni existiría el espionaje industrial, ni China se habría transformado en la enorme potencia económica que es hoy.
Estados Unidos pasó décadas presumiendo de ser la cuna de la innovación y relegando al gigante asiático a una posición de simple fábrica del mundo. Sin embargo, gracias a sus años de trabajo en la sombra, fue refinando sus capacidades y acumulando una experiencia y conocimientos que han colocado al país como líder indiscutible de industrias completas.
China ya es el principal productor de paneles solares, turbinas eólicas, vehículos eléctricos y baterías de iones de litio del mundo. Y, por si fuera poco, podría estar a punto de hacerse con el trono de dos de los sectores que más relevancia están adquiriendo: la Inteligencia Artificial (IA) y el espacio. Y todo esto en cuestión de un puñado de años.
Mientras que en 2016 Google se alzó como principal entidad investigadora en aprendizaje automático con 218 papers, solo un año después, en 2017, China se convirtió en líder científico de todo el campo de la IA con el 27,68% de todas las investigaciones publicadas a nivel mundial, un título que aún conserva.
Puede que Estados Unidos todavía mantenga el mayor peso en el mercado de la Inteligencia Artificial y el mayor número de expertos (España, por supuesto, nunca aparece en los primeros puestos de ninguna de estas litas), pero China le pisa los talones muy de cerca. De hecho, en 2017, el Gobierno chino presentó un ambicioso plan para convertirse en rey absoluto de la tecnología en 2030.
Y por si las ambiciones chinas en industrias de tierra no fueran suficientes, el gigante asiático no para de apuntarse tantos en el sector espacial. La semana pasada descubrimos que se ha convertido en la segunda nación de la historia en poner un róver con éxito en la superficie de Marte, un hito que hasta ahora solo había logrado Estados Unidos. Y a finales de 2020 consiguió traer a la Tierra las primeras muestras de la Luna que recibíamos desde hace 44 años.
¿Se acuerda de cómo la Unión Soviética presumió cuando la Mir se convirtió en la primera estación espacial a finales de la década de 1980? Pues el Gobierno chino ya está trabajando en una estación propia que podría estar operativa en 2022, una hazaña con la que podría reforzar sus lazos internacionales y su posición geopolítica.
Y gracias al impulso gubernamental a su industria espacial comercial, el número de empresas privadas chinas especializadas en el espacio creció en más del doble entre 2014 y 2019. En este caso, además de aprovechar su enorme experiencia en fabricación para meter la cabeza en el negocio, distintos expertos señalan que las compañías asiáticas no solo han imitado las prácticas comerciales de Estados Unidos sino también sus culturas corporativas.
Las compañías asiáticas no solo han imitado las prácticas comerciales de Estados Unidos sino también sus culturas corporativas.
Por supuesto, el 'dragón chino' no solo ha crecido a base de copiar. El país también presenta algunas sellas de identidad únicas que le ayudan a seguir engordando. Por ejemplo, en lo que a Inteligencia Artificial se refiere, su enorme población sumada a la relajada postura gubernamental en torno a la privacidad permite que sus empresas accedan a unos recursos y capacidades inimaginables en Occidente.
En el caso de la carrera espacial, el verdadero acelerador de China ha sido una lluvia de fondos del Gobierno, el cual no tiene que dar explicaciones de cuánto dinero se gasta ni en qué (un enfoque que también choca diametralmente con el de las democracias occidentales).
Además, por si la libertad presupuestaria no fuera suficiente, a veces las autoridades chinas toman el camino más rápido con tal de ahorrarse costes, por polémico que resulte.
Esto fue justo lo que pasó hace dos semanas, cuando el mundo entero empezó a mirar al cielo con preocupación ante la amenaza de que un trozo de un cohete chino cayera sobre nuestras cabezas. Aunque afortunadamente el aparato acabó en el océano, el suceso se produjo única y exclusivamente porque China decidió no cumplir con una práctica de seguridad estándar para evitar este tipo de accidentes, una decisión que fue ampliamente criticada por su irresponsabilidad a nivel internacional.
Puede que los alumnos que copian solo se engañen a sí mismos, pero el auge de China como potencia mundial demuestra que, en cuestión de negocios, copiar puede salir bastante rentable.
Sobre todo, si además de imitar las mejores ideas de Occidente, uno puede mejorarlas sin tener que preocuparse por las leyes o por que acaben cayendo sobre la cabeza de alguien. Eso sí que es inimitable.