Los presupuestos de EEUU anticipan una década de deuda y déficit
La Administración de Biden publicó el pasado viernes su primer presupuesto completo, presentando la política fiscal para la siguiente década. En esencia, propone aumentos significativos en el gasto, los ingresos y el endeudamiento durante los próximos diez años. Según el plan anunciado, uno de los aspectos que más llama la atención es la estimación de que la deuda se mantendrá por encima del 100% del Producto Interno Bruto (PIB) hasta, al menos, el año 2031.
Así pues, la primera economía del mundo nos dice que el endeudamiento se mantendrá en un nivel récord durante la siguiente década y que la planificación del gasto hará más bien poco por abordar lo que desde hace años es un déficit estructural de largo plazo.
Para financiar ese déficit, la deuda federal en poder del público aumentaría progresivamente desde el 107% actual hasta un récord del 110% del PIB en 2021, el 114% para 2024 y al 117% en 2031. En dólares nominales, la deuda aumentaría en 17,1 billones de dólares hasta el final del año fiscal 2031, alcanzando los 39,1 billones de dólares en el año 2031. Cuatro veces más la deuda bruta de toda la Unión Europea en 2020.
En relación al déficit, de acuerdo con el presupuesto, caería a corto plazo a medida que expira el alivio de la pandemia para luego crecer como resultado de las propuestas de gasto y la presión subyacente del coste de partidas de gasto ya comprometidas, como salud, y por los intereses de la mastodóntica deuda acumulada.
De esta forma, aunque el déficit se reduciría de 3,7 billones de dólares en 2021 a 1,8 billones de dólares en 2022, la proyección volvería a aumentar hasta los 1,6 billones de dólares en 2031. Medido en relación al PIB, el déficit pasaría del 16,7% del PIB en 2021 a un mínimo del 4,2% en 2029 antes de crecer al 4,7% en 2031.
Según el presupuesto presentado, el gasto público comprometido estimado se situaría en un nivel récord desde la Segunda Guerra Mundial, superando la anterior marca establecida en el año 2009.
Los supuestos económicos de todo presupuesto de gasto son la base del crecimiento estimado. Así, un nivel de deuda manejable y el diseño de una política fiscal inteligente pueden promover el crecimiento económico, mientras que a su vez, un fuerte crecimiento económico puede mejorar las perspectivas presupuestarias generando un círculo virtuoso en la economía.
Según la OMB, la oficina de gestión del presupuesto, Biden proyecta un crecimiento del PIB real (ajustado por inflación) del 5,2% para 2021, del 4,3% en 2022 y del 2,2% en 2023 a medida que la economía se recupera y continúa beneficiándose de las recientes medidas de estímulo. En la segunda mitad de la década, el crecimiento promedio estimado del PIB real se situaría en el 1,9% anual.
El gasto público comprometido se situaría en un nivel récord desde la II Guerra Mundial, superando la anterior marca de 2009
Hay buenas razones para creer que las inversiones públicas en áreas como infraestructura, inversiones verdes, educación y salud recogidos en el Enact American Jobs Plan, podrían impulsar la mejora económica. Sin embargo, los supuestos generales de la administración pueden resultar optimistas de partida, en parte porque los efectos económicos positivos de las partidas presupuestarias presentan incógnitas derivadas de los aumentos de impuestos propuestos y por el elevado apalancamiento del que parte la economía estadounidense.
Las estimaciones resultan igualmente optimistas en relación al consenso en lo que respecta al desempleo. La agencia espera que la tasa de desempleo caiga del 6,1% al 3,8% en la segunda mitad de la década, mientras el consenso espera un desempleo superior al 4%.
En relación a la inflación, epicentro del debate en la renta variable, parece cierto que las expectativas de inflación a corto plazo están sustancialmente subestimadas. La OMB espera que el índice de precios del PIB crezca un 1,8% este año y un promedio del 2,0% durante la década siguiente respondiendo al idílico objetivo de la Fed. Hasta abril, los índices CPI y PCE ya han crecido tanto en relación con 2020 como espera el presupuesto durante todo el año. Incluso sin un mayor crecimiento de los precios, la inflación superaría las proyecciones.
En general, los supuestos de crecimiento relativamente alto y bajas tasas de interés deberían tender a reducir la relación deuda/PIB esperada. Sin embargo, los supuestos de baja inflación también empujan en la otra dirección. Esta semana sabremos la acogida de los mercados a lo que parece un presupuesto poco creíble que se ve amenazado por fuerzas contrapuestas, que parte de unas hipótesis de partida contradictorias y que muestra una fragilidad que cada año se hace más evidente.
Sin embargo, no hay que aventurarse mucho en la ciencia económica para entender que el nuevo paradigma económico se centra precisamente en un modelo similar al que propone EEUU, cuyo precedente, y no precisamente de éxito, es Japón; tiene su réplica en Europa, y veremos si tiene o no reflejo en la economía China.
***Alberto Roldán es socio de Divacons-Alphavalue.