El sábado pasado, el economista Luis Garicano afirmaba en Twitter que el acuerdo del G7 acerca del Impuesto Mínimo Global (IMG) es una gran noticia para lograr un terreno de juego común para todos. Ponía como ejemplo de lo que debe desaparecer el caso de una empresa subsidiaria de Microsoft en Irlanda que no pagó impuestos de sociedades en Irlanda, porque tiene fijada su residencia en Bermudas, pero obtuvo unos beneficios de 220 mil millones de libras anuales en junio de 2020.
Con ese entramado, Microsoft se ahorró el desembolso de esos impuestos gracias a la delegación de parte de su actividad en empresas que pertenecen a países con una legislación fiscal más laxa, que permite que operen empresas con residencia fiscal en otros países, como Bermudas. Garicano plantea la injusticia que supone para los empresarios que viven en Irlanda y tienen que pagar altos impuestos.
No hay nada cerrado, aún quedan flecos importantes por acordar, sobre los que habrá que seguir dialogando a mediados de este mes, cuando se reúna el G-20. Por ejemplo, Estados Unidos quiere eliminar la tasa Google y otras tasas similares, mientras que la Unión Europea está muy a favor de gravar a las grandes empresas que ofrecen servicios digitales.
EEUU quiere eliminar la tasa Google, mientras que la UE está a favor de gravar a las grandes empresas que ofrecen servicios digitales
Tampoco está claro si están incluidas como grandes corporaciones los fondos de inversión y las inmobiliarias. Pero parece que se intentará mantener la soberanía fiscal, al menos, sobre el papel.
De esta forma, el funcionamiento será parecido al del arancel. En el caso de los aranceles al uso, el producto llega desde el país de origen con un precio y el país de destino carga sobre ese precio un porcentaje extra para proteger los ingresos de los productores nacionales. En el caso del IMG, cada país puede mantener el tipo impositivo sobre las grandes corporaciones extranjeras que tengan su sede fiscal allí. Pero el gobierno del país de destino, en donde esa gran empresa obtiene beneficios, puede cobrar un impuesto extra, para proteger las finanzas de su gobierno.
En principio, la idea de que el resto de las empresas que operan en el país pague un impuesto de sociedades a un tipo mayor que aquellas empresas que obtienen beneficios en ese país pero que, al tener residencia fiscal en otro, se libran del coste que supone el impuesto, chirría bastante.
Una solución es bajar el tipo impositivo para que las empresas nacionales no estén en desventaja. Pero, claro, eso implicaría menor recaudación. Y es aquí donde aparece la primera interpretación sesgada. Se suele asumir con alegría que los agentes económicos, especialmente los grandes empresarios, los malditos ricos, solamente contribuyen con los impuestos que pagan. Como si no generaran actividad económica, empleo, canalización del ahorro y, a la larga no fueran un reclamo para otros inversores.
Los beneficiarios de la mejora de la actividad, del empleo y de la inversión no son los ricos, son los trabajadores, que pueden, a su vez, desarrollar su actividad, ahorrar, consumir e invertir en un país vivo. Por supuesto que los empresarios propietarios de esa gran empresa obtiene unos beneficios enormes. ¿Es justo? No lo sé. Pero permitan que plantee el mismo escenario desde otro punto de vista.
Los gobernantes necesitan recaudar todo lo posible siempre. Ahora es la pandemia. Antes la crisis del 2008. El medioambiente. La pobreza extrema en África. La desigualdad. Todo es su cometido. No hay límite a su necesidad del dinero de todos para solucionar los problemas. Eso sí: los gestores públicos no responden de las deudas del Estado como usted o yo respondemos de las deudas para con el Estado.
El deterioro creciente del estado de Derecho empeora la situación dificultando la rendición de cuentas, a pesar de que es un ingrediente imprescindible para que la democracia no tiránica funcione. ¿Es justo?
Estados Unidos aplaude el IMG porque no se tiene que enfrentar a Google y los demás gigantes digitales: se grava a todos. Además, y en esto se juntan los vivas de Estados Unidos con los de la Unión Europea, se acaba con la “carrera descendente” de los impuestos. Genial: lo vamos a pagar los de siempre.
Los gestores públicos no responden de las deudas del Estado como usted o yo respondemos de las deudas para con el Estado.
¿Y las grandes empresas digitales qué dicen? Facebook da saltos de alegría y considera que es un primer paso significativo para aumentar la confianza del público en un sistema fiscal global. ¿No es extraño si, al parecer, es una de las grandes perjudicadas? No. Es perfectamente racional. Porque pagarán, pero se aseguran de que ninguna empresa más va a querer dedicarse a lo mismo.
Con esta barrera de entrada no va a haber dos Facebook, al menos en los países que acepten este IMG. Ellos se han nutrido y crecido aprovechando todas las ventajas, fiscales o de cualquier otro tipo, pero blindan su estatus ahora que pueden.
¿Qué país tiene capital, tecnología e independencia para ofrecer los servicios de las grandes corporaciones digitales? China, el único rival que los grandes empresarios admiten.
El sueño de un sistema fiscal único es uno de los monstruos de la razón posmoderna que se cierne sobre nuestras cabezas. En la era de las diferencias queremos un sistema único manejado por políticos diferentes, con credibilidades dispares, situaciones económicas diferentes y con una cultura económica heterogénea.
La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, afirmaba que este acuerdo beneficia a la clase media norteamericana, porque va a permitir financiar las infraestructuras planificadas por Biden. Es posible que tenga razón. Pero ¿y a los españoles, a los irlandeses? ¿A la clase media global? Lo dudo mucho.
La actividad económica es privada y la responsabilidad de la gestión pública no es supervisada como debería, así que podemos esperar muchas cosas pero no una mejora de las clases medias. El empeoramiento de los beneficios empresariales de los ricos no mejora mi cuenta corriente, ni asegura la mejora de la calidad sanitaria o educativa de mi país. Ojalá. Todo sería más fácil. Mientras la economía sea un sistema complejo, dinámico, multicausal, la solución no será gastar más.