El Banco de España acaba de constatar empíricamente la ley de la gravedad de la economía: la demanda de cualquier bien o servicio disminuye conforme el precio de la oferta aumenta. Es lo que tenía necesariamente que suceder con el aumento del salario mínimo y, naturalmente, ha ocurrido.
El país con más paro –más del doble de la media OCDE– entre los países desarrollados junto a la triste Grecia, disconforme con su desastroso liderazgo sigue haciendo, gobernado por la alianza social-comunista, todo lo posible para aumentarlo cada vez más por todos los medios a su alcance. Porque el paro no lo produce el libre mercado sino las políticas socialistas que lo propician.
El socialismo español -no el de los países sin paro– impone un salario mínimo a los jóvenes sin experiencia -algo inexistente en el mundo civilizado- y a trabajadores de baja cualificación que el sector agrícola, la hostelería, los hogares con servicio doméstico, etc. no pueden pagar porque el coste está por encima del precio de mercado que haría viable la contratación. Todo ello es lo que acaba de contabilizar el Banco de España, al constatar lo que a nadie se le ocurre hacer con la ley de Newton, que se da por supuesta.
El paro no lo produce el libre mercado sino las políticas socialistas que lo propician
No existe ni un solo estudio serio que no ponga de manifiesto que el coste del despido en España -de los más elevados y normativamente inciertos de Europa- desincentiva la contratación.
El Banco de España, muy documentadamente, también lo acaba de poner de manifiesto con una solución impecable, la mochila austriaca; un muy civilizado sistema que la próxima avalancha de dinero de la UE podría hacer económicamente viable. Ni que decir tiene que dicho 'dinero' será malgastado en vez de bien empleado en deshacer el nudo gordiano del despido.
No se conoce un solo caso en el que un juez laboral haya declarado improcedente alguna contratación de un trabajador. Sin embargo, intervienen para declarar improcedentes los despidos, con tal afán que la mayor parte de ellos así son calificados. Tampoco se conoce ningún empresario que no disfrute y se sienta realizado cuando crea un puesto de trabajo, y por supuesto entristecido y fracasado cuando debe prescindir de un trabajador.
Someter los despidos a una magistratura de trabajo -carente de cualquier experiencia ni empresarial ni laboral- mayormente afecta a ideologías enemigas del libre mercado en el que se ha basado históricamente la creación de empleo y riqueza, genera necesariamente desconfianza en los agentes económicos y, por tanto, restringe la creación de puestos de trabajo.
Los convenios colectivos sectoriales, que cartelizan las condiciones de trabajo y por tanto imponen las condiciones inexorables de las empresas ya establecidas y por tanto, antiguas a las nuevas que desean entrar a competir en sus mercados, representan una barrera insuperable a la innovación empresarial y por tanto a la renovación de los tejidos productivos, lo que restringe severamente la competitividad y la consecuente creación de empleo y riqueza.
El trabajo a tiempo parcial que en España representa menos del 15% del empleo, está por debajo de la media de la UE, es menos de la mitad del alemán y tres veces inferior al holandés. ¿A qué se deben estos pésimos datos?
En España, la hiperregulación impuesta por unos sindicatos sin ninguna representación en este ámbito, hace muy difícil este tipo de contratación, que en países como Holanda –gracias a un ministro de Trabajo que había sido líder sindical– es libre y solo sometida a la libre voluntad de las partes protegida por los códigos Mercantil y Civil.
En los países más civilizados e incluso socialdemócratas como Dinamarca, cuando un trabajador pierde su empleo, el Estado le protege de inmediato -y sin apenas costes de despido para las empresas– con una subvención al desempleo, que deja de recibir si no cumple con dos condiciones: asistir a cursos de formación para oficios demandantes de trabajadores y la búsqueda activa y la aceptación de las ofertas de trabajo. La incondicionalidad de la protección del desempleo en España es una rareza entre los países más ricos y civilizados.
La incondicionalidad de la protección del desempleo en España es una rareza entre los países más ricos y civilizados
La educación en España es famosa por los malos resultados que cosecha año tras año, tras las políticas socialistas que recurrentemente la han envilecido, generando así ejércitos de jóvenes que o bien abandonan los estudios -en lo que somos campeones- o bien carecen de conocimientos asociados a las ofertas de empleo.
Mientras que todos los ingenieros, matemáticos, físicos y en general egresados en carreras técnicas suelen estar empleados y bien remunerados, las nuevas matrículas en estos centros educativos disminuyen en tanto aumentan en carreras tan fáciles como inútiles para encontrar trabajo.
Finalmente, el imperecedero y siempre vigente orden moral que conduce a tener iniciativa, luchar individualmente para buscarse la vida, el esfuerzo, la laboriosidad, la constancia, la perseverancia, el comenzar de nuevo, no darse nunca por vencido y tantos valores que han constituido el alma del progreso humano y económico a lo largo de la historia llevan tiempo de vacaciones en España, donde el Estado socialista –de todos los partidos- a cambio de los votos "democráticos" hace cada vez más dependientes del Estado a los ciudadanos. Esto deriva en una creciente y cada vez más generalizada pérdida de la responsabilidad, dignidad y libertad personal.
Desde esta perspectiva no es casual el drama del desempleo es España: tiene una clara, demostrada y deliberada –como se ha visto- relación causal con las políticas que lo hacen posible.
*** Jesús Banegas es presidente del Foro de la Sociedad Civil.
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