"A shooting star across the sky you kiss the earth and say goodbye". Joe Elliott.
Hay que ser cautelosos con el exceso de euforia que se desprende de muchas declaraciones sobre los fondos europeos. La idea de que nos van a regar con dinero que llega de la nada ('maná') es incorrecta. Estamos hablando de dinero del contribuyente europeo, el español incluido.
Es cierto que España es la segunda mayor beneficiaria de estos fondos si consideramos la cifra bruta. Sin embargo, España recibirá 72.700 millones de euros en transferencias y 67.300 millones en préstamos a devolver. El saldo neto descontando la devolución de principal e intereses será solo de 42.000 millones de euros, según el BCE.
También debemos tener en cuenta la pérdida de ingresos por la PAC y que España tendrá que aportar más al Presupuesto europeo para recibir estos fondos. España aportará, según el Gobierno, un 9% de los fondos europeos.
El fuerte aumento de contribuciones al Presupuesto de la Unión Europea también mermará el efecto neto de estos fondos. De acuerdo con la Comisión Europea, España destinó en 2020, 10.860 millones de euros al Presupuesto comunitario, y la cifra aumentará todos los años hasta alcanzar 12.380 millones de euros en 2027. Es decir, un aumento de contribución de más de 1.000 millones anuales de media.
Si, además, el Gobierno de España anuncia una batería de impuestos a empresas y ciudadanos que alcanza una estimación de recaudación de 40.000 hasta 80.000 millones de euros, el impacto contractivo de estas medidas podría exceder al impacto aparentemente expansivo de los fondos europeos.
Elevar la presión fiscal en siete puntos, el objetivo enunciado por el Gobierno en el Plan de Recuperación, supondría una subida de impuestos de casi 80.000 millones de euros. Obviamente, la estimación gubernamental de ingresos es poco creíble, pero ya tenemos la evidencia de la subida generalizada de impuestos a gasolinas y gasóleos, impuestos indirectos y directos y anuncios de eliminaciones de deducciones generalizadas.
Si España va a recibir un saldo neto de 42.000 millones de euros y el Gobierno va a subir los impuestos a todos los ciudadanos y empresas para alcanzar al menos una cifra similar de nuevos ingresos, estamos hablando de un enorme riesgo de que el Plan de Recuperación sea un fracaso y no genere efecto positivo sobre el crecimiento potencial.
Todo el éxito o fracaso del Plan Europeo, por lo tanto, descansa en las estimaciones de efecto multiplicador de las inversiones acometidas. Y las expectativas no son buenas si atendemos a la historia.
El Gobierno estima un impacto de los fondos europeos que genere un aumento del 2% anual, es decir, un 6% en total hasta el año 2023. El Banco de España calcula que los fondos europeos aportarán un total de 5,2 puntos al crecimiento hasta el año 2023. Para llegar a esta estimación se necesita asumir un efecto multiplicador en el PIB de los fondos mucho más que optimista.
La media de los últimos 20 años de impacto en el PIB de fondos como el Plan de Empleo y Crecimiento de 2009, el Plan Juncker o las Directivas Verdes de apoyo a la inversión en renovables ha sido bajísima. La evidencia empírica de los últimos quince años muestra un rango que, cuando es positivo, se mueve entre 0,5 y 1 como máximo… Y en la mayoría de los países de la periferia, con economías abiertas y muy endeudadas, han sido negativos. Recordemos que la estimación para el Plan Juncker era de un aumento del 1,8% en el periodo total hasta 2022, no anual.
Según las estimaciones de la Unión Europea, el Plan Juncker generó un impacto total entre 2014 y 2019 de un aumento del PIB de 0,9% en total y creó 1,1 millones de empleos movilizando 439.000 millones de euros. Y recordemos que el Plan Juncker se utilizó íntegramente para proyectos de inversión con rentabilidad económica real esperada y sin la cantidad de gasto corriente y nivel de dirigismo político del Plan de Recuperación.
¿De verdad podemos creer en un impacto del 6% en el PIB en tres años de estos fondos europeos cuando el Plan Juncker generó –si nos lo creemos- un 0,9% en cinco años?
¿De verdad podemos creer en un impacto del 6% en el PIB en tres años de estos fondos europeos cuando el Plan Juncker generó –si nos lo creemos- un 0,9% en cinco años?
El Gobierno de España, en su Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia afirma que "la ejecución del PNIEC (Plan Nacional de Energía y Clima) tendrá un efecto importante en el crecimiento económico, estimado en un 1,8% del PIB en 2030, y en una mayor creación de empleo de calidad, estimada en unos 250.000 a 350.000 empleos adicionales entre 2021 y 2030". Sin embargo, cabe resaltar el bajísimo efecto en empleo y que se considere como gran hito que "en términos agregados, el empleo generado por el Plan supondrá 12 empleos por cada millón de euros invertido".
¡Doce empleos por millón gastado!
Absorber estos fondos y a la vez cumplir con las reformas estructurales requeridas va a ser un enorme reto que viene ya con enormes dudas, muy politizado y no existe un ejemplo similar en la historia de la UE.
Como explica el BBVA, el Presupuesto de la UE para España entre 2014 y 2020 fue de 56.300 millones de euros (4,5% del PIB). Los Fondos Estructurales y de Inversión Europeos representaban 39.800 millones. En España, los fondos licitados y ejecutados hasta 2019 representaban sólo el 72% y el 33% del Presupuesto. Y ahora se habla de 70.000 y 140.000 millones de euros como fáciles de gastar y además que se van a invertir bien
El efecto multiplicador y su impacto estructural dependen de factores de ejecución y eficiencia más que debatibles. La probabilidad de que estos fondos se inviertan mal o se despilfarren es enorme.
La probabilidad de que estos fondos se inviertan mal o se despilfarren es enorme
La idea de que en España van a aparecer de repente cientos de magníficos y rentables proyectos es también cuestionable. Si tomamos la cifra completa de formación bruta de capital fijo en España, excluyendo vivienda, no llega a 176.000 millones de euros.
Es muy difícil creer que en España, de repente, van a aparecer miles de proyectos rentables y creadores de empleo que no se realizaron en los últimos años con tipos de interés a mínimos históricos, liquidez sin límite y apetito inversor creciente.
La primera conclusión sobre los aparentemente atractivos proyectos de digitalización e inversión es que nunca han necesitado de este plan para llevarse a cabo.
El apetito inversor y capital disponible en los últimos años para tecnologías verdes, digitalización y sostenibilidad se ha disparado y en 2020, en medio de la crisis, los activos bajo gestión para inversión tecnológica, sostenible y verde solo en ETFs (fondos cotizados) aumentaron hasta más de 251.000 millones de dólares, según Morgan Stanley.
El plan tiene un enorme riesgo: que suponga una enorme transferencia de renta de las clases medias y contribuyentes destinada a gasto político sin rentabilidad económica real e inversiones de dudosa rentabilidad.
Un aumento de impuestos de hasta 80.000 millones de euros para repartir 70.000 millones a empresas que canalizarán los PERTE que, en muchos casos, no necesitan el dinero.
Nunca ha habido más acceso a capital y más barato para digitalización y sostenibilidad. Ni hacía falta que se movilizase desde la Unión Europea con deuda ni que se dirigiese desde el poder político.
Nunca ha sido un problema financiero. Las grandes empresas que canalizarán los ERTE se financian a cinco años a tipos cero y negativos. Los bonos verdes de estas empresas están emitiéndose con tres y cuatro veces exceso de demanda a tipos mínimos. Lo mismo para apetito inversor para aumentar capital.
No podemos ignorar el riesgo de ver a empresas entregarse, como un Bienvenido Mr Marshall Siglo XXI, a una supuesta lluvia de millones dirigidos desde el poder político que viene después con hachazos a esas mismas empresas. Una píldora envenenada.
El dinero barato, el aumento de intervención pública y los planes de estímulo encadenados no han funcionado como factores impulsores de productividad y crecimiento potencial en España.
Las empresas deben evitar la euforia y el clientelismo, presentar proyectos creíbles, independientes, detallados, con escenarios realistas y rentabilidad económica real para hacer de los fondos europeos la oportunidad que tal vez sean y no un despilfarro, que es lo que nos tememos.
Aumentar masivamente el gasto y a la vez subir impuestos genera el enorme riesgo de que el efecto contractivo del aumento de la cuña fiscal a ciudadanos y empresas se una a una mala inversión sin rentabilidad real que genere mayor sobrecapacidad y menor crecimiento potencial.