Veníamos sospechando que los gobiernos tomarían antes o después cartas en el asunto de las criptomonedas y así está sucediendo: desde China, que está aplastando sin contemplaciones la llamada minería del Bitcoin en el interior del país, hasta Irán, que está llevando a cabo una persecución propia contra ese tipo de actividad, el paraíso dorado de las criptomonedas está perdiendo poco a poco parte de su lustre.
Algo normal tras los apagones que provoca el excesivo consumo de energía de la “minería del Bitcoin” (entre otras razones). Incluso el Reino Unido acaba de expulsar de su territorio a la plataforma de compraventa cripto Binance.
Hay que recordarlo cada vez que a uno le tiente la inversión en Bitcoins o alguna de las otras criptomonedas: ningún estado que se precie va a tolerar a largo plazo que nadie le dispute el monopolio de la emisión de moneda. Solo países dolarizados como El Salvador o Paraguay se aventuran en semejantes vericuetos.
Hasta la Unión Europea, tan lenta ella para reaccionar ante nada que no sea un camino trillado, está empezando a tomarse el tema en serio y ya va a exigir que, al menos, las plataformas en las que se negocian las criptomonedas tengan que estar domiciliadas en algún país de la Unión.
Esta pobre Unión Europea, tan inexperta en los litigios federales, que se asusta más de la cuenta ante los “rogue states” o “estados granujas” que le surgen en su seno, llámense Polonia, Hungría o los que han de venir, y a los que les dice que si no respetan los principios básicos sobre los que la nueva Europa está construida, lo mejor es que se vayan. Si los Estados Unidos de América hubieran sido tan propensos a los berrinches, a esta hora ya no quedaría del “unidos” ni rastro.
Parece mentira que haya que recordar que en EEUU hay 28 estados donde todavía se aplica la pena de muerte; y otros estados donde la lucha contra el racismo aún tenía peleas fundamentales hace 50 años; donde los choques entre la Administración central y alguno de los estados federados son frecuentes y han sido frecuentes a lo largo de sus 245 años de historia: a Rodhe Island, que fue el último estado en firmar la Constitución de entre los trece que constituyeron los EEUU iniciales, se le llamaba precisamente también “Rogue Island” haciendo un juego de palabras entre el nombre del estado (Rodhe) y la palabra “granuja” (“rogue” en inglés).
En Francia (¡el país de la liberté!) se abolió la pena de muerte hace justo 40 años, cuando lo que después se llamaría Unión Europea contaba con 24 años de existencia
Y así, en Europa, habrá que lidiar con los “Orban” de este mundo en el que vivimos… El trato con los gobiernos y entre gobiernos tiene estas vicisitudes y la intolerancia ideológica es mala consejera para construir una federación (la europea) por mucho que las actitudes y las restricciones a las libertades promovidas por el húngaro Orban sean profundamente antipáticas y rechazables.
En Francia (¡el país de la liberté!) se abolió la pena de muerte hace justo 40 años, cuando lo que después se llamaría Unión Europea contaba con 24 años de existencia y eso que era uno de sus miembros fundadores.
Francia es también la patria sobrevenida de Joseph de Maistre (al que Unamuno se refería con la fórmula “el cementerio del Conde Maistre”) que veía en la figura del verdugo una de las bases de la sociedad civilizada y que apuntaba con ironía descarnada la contradicción existente entre la soledad y el aislamiento social al que se sometía al verdugo por tener como oficio el de matar a un número muy pequeño de hombres culpables de asesinatos, secuestros y todo tipo de aberraciones, mientras se recibía como héroes a los soldados que regresaban del frente tras haber liquidado a multitud de inocentes desconocidos.
La última ejecución en Francia tuvo lugar en septiembre de 1977, con la asistencia del hijo del verdugo, que estaba previsto que heredara el puesto (como el yerno de la película de Berlanga).
Aunque en el caso de China todo tenga por objetivo favorecer a los monopolios estatales (la banca pública) la comparación con Teodoro Roosevelt viene a la mente inevitablemente
La realidad no cabe, ni pasa, por las anteojeras de las visiones ideológicas. Ahí tenemos a Xi Jinping, al frente de un estado autoritario, aplastando el nuevo mundo especulativo de las criptomonedas y metiendo en vereda al equivalente en la China de hoy a los “robber barons” americanos de finales del siglo XIX, adoptando medidas antimonopolio contra Alibaba (y su magnate Jacka Ma) y dejando entrever que los siguientes en la lista son los otros nuevos magnates y monopolios chinos como Tencent y JD.com.
Aunque en el caso de China todo tenga por objetivo favorecer a los monopolios estatales (la banca pública) la comparación con Teodoro Roosevelt viene a la mente inevitablemente.
Un Teodoro Roosevelt que hizo partir en trocitos los monopolios de EEUU y que despierta por eso numerosas simpatías en algunos sectores hacia su contradictoria figura que, lo mismo recibía el Premio Nobel de la Paz por su labor de intermediación en la guerra entre Rusia en Japón que, unos años antes, había atizado con brío la “guerra de Cuba” contra España…
Las contradicciones son la sal de la existencia. Los simplismos solo sirven para liarse la manta a la cabeza sin remordimientos.
En estos días los mercados están descubriendo que también ellos esconden la cabeza bajo el ala de vez en cuando. A pesar de la fama de despiadados y realistas que (con razón) tienen.
Y es que súbitamente se están dando cuenta de que las inversiones de moda, las llamadas ESG (es decir, las que tienen entre sus criterios que las empresas a las que van dirigidas tengan en cuenta los factores sociales y de protección del medio ambiente: “environmental, social and governance”, por sus siglas en inglés) no son precisamente las mejores para obtener rentabilidades elevadas.
Algo que sabe cualquiera y que ya hace tiempo señalaba Warren Buffet, refiriéndose al cierre de las minas de carbón: lo pagarán los accionistas o lo pagarán los contribuyentes…
Contradicciones, contradicciones, contradicciones… El poeta Paul Valéry las llamaba “la sustancia de nuestra actividad intelectual”. Afectan a todo el mundo. Empresarios y poetas incluidos.