Transcurrida la mitad del ejercicio es buen momento para realizar balance y reflexionar sobre lo que nos espera en la segunda parte del ejercicio en los mercados financieros. Empezamos 2021 con el viento de cola de las vacunas y con la convicción de que la pandemia iba a ser rápidamente doblegada, que no erradicada. Sabíamos que aunque el corto plazo fuera incierto el visor del inversor estaba enfocado en el efecto rebote de la economía y el dopaje que gobiernos y bancos centrales acordaron poner en marcha el año pasado.
El mundo financiero jamás descuenta escenarios negativos de fondo y los obstáculos de corto plazo se sortean con el optimismo natural que el largo plazo genera en los inversores. Es como poner el gráfico de un índice bursátil de cien años sobre uno de cinco años. La psicología del inversor es así de autocomplaciente.
Evidentemente el escenario no iba a ser un camino color de rosas, al menos como lo fue el último trimestre de 2020, si bien pasados estos seis meses, nunca se ha tenido la más mínima sensación de vértigo.
Todos los activos de riesgo se han comportado de acuerdo a un escenario que descontaba esencialmente dos elementos: recuperación económica y crecimiento de los beneficios en vertical. Es decir, ambos factores iban a conformar una “V” de recuperación. Con esa convicción los precios solo podían hacer una cosa: subir.
Lo hemos visto en la renta variable, donde la bolsa americana ha seguido mostrándose imparable sin atisbo alguno de repliegue. La bolsa europea, ha seguido la estela, sobre todo Alemania con nuevos máximos históricos, y con el resto de bolsas a rebufo aunque más lejos de cotas históricas. Solo la bolsa China se ha quedado rezagada en un contexto en el que emergentes ha brillado con luz propia.
En la renta fija, tres cuartos de lo mismo. El hándicap estaba en los tipos de interés, muy bajos para los precios tan altos del activo y si bien tanto el crédito como la deuda de gobiernos mantienen rentabilidades negativas, la deuda de riesgo (high yield) ha ido mostrando tendencia de recuperación al calor del bajo perfil de riesgo de los inversores.
Las materias primas han vivido un año espectacular, aunque volátil, y por momentos surrealista. Para la historia quedará el comportamiento de algunos activos como la madera cuyos precios se parecieron más a la cotización de una compañía del Nasdaq. En el visor tenemos el disparado precio de la energía (petróleo, carbón y gas natural), pero igualmente ha sido relevante el alza de las materias primas agrícolas. Todo con lecturas cruzadas muy importantes.
Del resto de inversiones alternativas (OPV, SPAC), el comportamiento ha seguido siendo explosivo. De ese escenario hay un outsider después de que una acción concertada de los gobiernos decidiese acometer el espacio de las criptomonedas de la única manera que saben hacerlo, regulando, o lo que es lo mismo, prohibiendo. Eso cortó de raíz un año histórico en las subidas que dio paso a otro igualmente histórico por las caídas.
Y el oro, pues ha tenido un año de idas y vueltas ya que por cada impulso que ganó gracias a los desajustes fiscales y cambiarios de las economías, retrocedió porque hoy por hoy nadie compra discursos negativos.
¿Qué podemos esperar en la segunda parte del año?
Si estuviera en la nómina de un banco de inversión, me curaría en salud y daría el típico mensaje de que el escenario será moderadamente positivo, que todo será gradual y que hay que estar vigilante con los riesgos, que en definitiva, es lo mismo que decir nada.
No voy a ejercer de gurú ni preconizar un apocalipsis de las bolsas. Soy consciente de que mientras las fuerzas sean tan poderosas esos mensajes acaban por calar poco y se vuelven en contra del que los emite.
Pero lo cierto es que a pesar de todo, economía, pandemia y optimismo inversor, estamos peor que hace un año. El error es pensar que hay que presenciar el desplome de una tendencia para mejorar. Algo que egoístamente ni quiero ni preveo cuando va a tener lugar. La evidencia es que podemos seguir así por mucho más tiempo.
Las bolsas están igual de caras que hace más o menos un año y en ese período el S&P500 se ha revaluado un 40%. Mal negocio para los cenizos. Tampoco sirve de mucho cargar contra la gestión de la política monetaria y fiscal. Las economías siguen igual o más endeudadas y han seguido engordando los abultados déficits a los que están acostumbrados los agentes que las financian. Pero ya sabemos que la inflación será temporal y que de la insostenibilidad de la deuda ningún banquero se pronuncia.
La deuda sigue en ese ciclo de cuatro décadas en las que ha ido creciendo de precio mientras que los tipos de interés, a pesar de los mensajes de banqueros centrales de un lado y otro del Atlántico, no se normalizarán como casi todos esperamos en mucho más tiempo del que parezca indicar la primera subida de la Fed, allá por 2023.
Habrá más volatilidad. Sin duda. Y surgirán nuevos eventos de riesgo. Seguro. Pero el escenario más plausible es que nada ni nadie harán descarrilar los mercados ni los activos de riesgo a corto plazo. Disfruten tranquilos del verano y de sus inversiones.