Ante la pandemia, nuestra estrategia se basó en la sobreponderación de la tecnología y, posteriormente, también China. Era fácil deducir que los confinamientos beneficiarían a las empresas online y no fue difícil darse cuenta de que China era quien mejor estaba controlando la expansión del virus. Pero, cuando en el cuarto trimestre vimos que se confirmaba la llegada de las vacunas, y se unía, además, al mayor estímulo económico y monetario de la historia, establecimos como base de nuestra estrategia lo que llamamos “La Gran Rotación”.
De hecho, de eso fueron mis primeros artículos aquí en EL ESPAÑOL, dada la importancia que le dábamos al cambio.
Para no volver sobre el tema, resumiré la cuestión en que si la llegada de la pandemia generó una rotación a favor de la tecnología, la salida tendría que generar un movimiento a favor de aquellas empresas y sectores que se habían visto perjudicados por la misma. Pero con un matiz: el hecho de que cambiáramos de ciclo económico no significaba que hubiera finalizado la revolución digital. O que no se fuera a beneficiar de un mayor crecimiento.
La salida de la crisis tendría que generar un movimiento a favor de las empresas y sectores que se vieron perjudicados con el inicio
Pensar que a la revolución digital le viene mal el crecimiento es un error garrafal. Una cosa es que le venga bien a otros sectores, otra muy distinta que le tenga que venir mal a las empresas digitales. Que las zonas comerciales de las ciudades vayan a vender mucho más no implica que el comercio electrónico no se beneficie del incremento del consumo. Y que mejore la situación de los bancos como consecuencia de la subida de los tipos de interés del mercado y el incremento de la demanda de crédito no significa que no vaya a continuar el proceso de crecimiento de las empresas Fintech. Y de ahí en adelante.
La revolución digital sigue viva y coleando. De hecho, su crecimiento sigue siendo exponencial. Solo hay que ver los avances en la computación en la nube, en el Big Data, en la inteligencia artificial, en tecnología Blockchain o como Facebook, Google o Twitter siguen haciéndose con el mercado de la publicidad y los disruptores Fintech con el de medios de pago. Y son solo ejemplos.
La revolución digital no es incompatible con la mejora en el comportamiento de los fondos que invierten con estilo de gestión “de valor” (“value”).
El nuevo ciclo efectivamente beneficia a algunos fondos de valor - no a todos, porque muchos siguen anclados en negocios obsoletos – pero eso no implica que no beneficie a determinados fondos con componente de crecimiento. Y recordemos que tecnología no es sólo el NASDAQ: también lo es la mitad del SP 500 y lo son los subsectores tecnológicos que acabo de mencionar, a los que se puede acceder fácilmente utilizando ETFs. En otras palabras, el desarrollo de la revolución digital no es incompatible con el cambio de ciclo económico.
Otro error que cometieron quienes eliminaron totalmente la tecnología de sus recomendaciones ha sido no darse cuenta de que puede haber dinero inversor para todo aquello en lo que resulte interesante invertir. Es muy sencillo: nunca habían inyectado tanto dinero los bancos centrales en los mercados financieros. Baste ver como la gente se está complicando la vida invirtiendo en fondos de “private equity” ilíquidos, muy caros y poco transparentes cuando un simple fondo sectorial indexado gana un 25 % en seis meses. No es precisamente dinero buscando inversiones lo que falta y la revolución digital sigue siendo una buena inversión.