“Patriotismo es cuando el amor por tu pueblo es lo primero; nacionalismo, cuando el odio por los demás es lo primero”. (Charles de Gaulle).
Los indultos a los líderes independentistas no han venido acompañados del arrepentimiento de los condenados. Según una encuesta de Ipsos, el 53% de los españoles está en contra de los indultos; el 29%, a favor; y un 18% no sabe o no contesta.
La independencia de un territorio no colonial tiene efectos adversos sobre los flujos comerciales, el turismo y la inversión extranjera, lo que reduciría significativamente el PIB del nuevo Estado.
Según estimaciones de Credit Suisse y UBS de hace unos años, una hipotética independencia de Cataluña llevaría a una caída del PIB catalán de alrededor del 20% con unos supuestos conservadores, en donde no se valoran los probables efectos de la salida de capitales, de la inestabilidad financiera y del establecimiento de una nueva moneda, ni los servicios a los que tendría que hacer frente y que hasta ahora proporciona el Gobierno central, como defensa, seguridad o diplomacia.
En la columna de hoy, he querido mostrar tres mapas de Europa diferentes donde podemos ver cómo sería nuestro continente si los movimientos independentistas consiguieran su objetivo.
Este primer mapa es el más extremo de todos (obra de Theo Deutinger), ya que expone una configuración basada en cualquier mínimo atisbo de movimiento nacionalista.
El resultado es de ciencia ficción, pero nos da una idea de qué clase de amalgama obtendríamos los europeos si esto se nos fuera de las manos a todos. Imaginemos la multiplicidad de sistemas aduaneros y de barreras que habría:
European Free Alliance también elaboró con cierto sesgo otro mapa de cómo quedaría el Viejo Continente. Me hace gracia como canario que figure nuestro archipiélago, ya que el MPAIAC se disolvió hace muchos años. No obstante, este mapa da una imagen algo más sensata del panorama:
El mejor mapa que he encontrado (el más realista y objetivo) es el elaborado por El Orden Mundial. Para mapear los movimientos, consideraron los que reclaman un rediseño de fronteras y que a la vez cuentan con representación en parlamentos regionales o nacionales. De esta forma, movimientos como el de Sicilia, donde las voces independentistas no han logrado representación más allá del ámbito provincial, se quedan fuera.
Dentro del concepto de rediseño de fronteras, diferencian tres movimientos: irredentismo (aspiración a integrar un territorio que se encuentra en otro Estado, como la República Srpska de Bosnia y Herzegovina, donde una gran parte de la población defiende la adhesión a Serbia), independentismo (se busca la creación de un Estado independiente, como ocurre en Cataluña) y países de facto: territorios que, si bien se encuentran bajo la soberanía de un país, en la práctica existen como una nación independiente, como es el caso de Transnistria en Moldavia.
En Alemania, Baviera se mantiene bien cohesionada con el resto del país, sobre todo después de que el Tribunal Constitucional rechazara en 2017 cualquier intento de referéndum. En la dinámica opuesta, se encuentran los nacionalismos de Cataluña y Véneto (Italia), que sí han apostado por celebrar referéndums. El de Véneto fue posible gracias a que la Constitución recoge la posibilidad de reclamar más competencia al Estado y a que no fue vinculante:
Acabaré el artículo con esta célebre reflexión de Ernest Renan: "Lo que constituye una nación no es hablar una misma lengua ni pertenecer al mismo grupo etnográfico, sino tener en común grandes cosas en el pasado y la voluntad de hacer otras en el futuro".