A partir de ahora, vamos a recibir “abrazos virtuales” desde el cielo, con una explicación entendible de lo que está pasando en la economía. Nos los enviará José María Gay de Liébana (1953-2021), que ahora descansa de sus maratonianos viajes reales y virtuales explicando la economía de manera entendible.
Desde una posición ortodoxa y, por tanto, liberal de la economía, descifraba la actualidad poniéndola al alcance de ‘casi todos’. Digo ‘casi’ porque siempre hay quién se niega a la evidencia por su posición ideológica.
No me atrevo a llamarlo colega porque su labor ha sido muy superior a la mía y también por varias diferencias y similitudes.
Entre las diferencias: aunque estudiamos los dos la misma carrera, Económicas, él la completó con Derecho y yo con Ingeniería. Se doctoró en Economía y Derecho y yo en Ciencias Políticas. Él se especializó en macroeconomía y yo a través de un MBA (IESE) en economía de la empresa.
La similitud fundamental ha sido nuestro deseo común de difundir la cultura económica a través de los medios de comunicación. En eso también me ha superado con mucho. Recuerdo como fue el primero en utilizar la pizarra en la televisión para explicar los fenómenos económicos. También me ha asombrado cómo ha ido ganando peso en los espacios comunicativos más oídos y leídos. Yo le he seguido muy de lejos y le he admirado por su capacidad dialéctica y su ecuanimidad profesional.
Explicar la economía al alcance de todos no es fácil. Se trata de divulgar conceptos que se ha tardado mucho tiempo en elaborar. Hablamos fácilmente del PIB, de la inflación, de la balanza de pagos, de la deuda pública, de la creación de puestos de trabajo por la economía empresarial, del déficit público y su influencia en el crecimiento económico, de los tipos de interés que marcan los bancos centrales y sus efectos en el mercado, del quantitative easing y del helicóptero que distribuye dinero, del esfuerzo o la presión fiscal, de la prima de riesgo (ese familiar lejano que nos vino a ver en el 2008 y que nos abrumó)…
Desde una posición ortodoxa y, por tanto, liberal de la economía, descifraba la actualidad y fue el primero en utilizar la pizarra en la televisión para explicar los fenómenos económicos
Hablamos fácilmente como si fueran elaboraciones sencillas, cuando se ha tardado siglos y esfuerzos científicos en perfilarlos y definirlos de manera que se conviertan en criterios útiles para tomar decisiones.
Criterios que deben tener en cuenta los gobiernos a la hora de legislar y administrar los dineros de todos. Gobiernos que, en democracia, son elegidos por electores que, en muchos casos, tienen ideas muy vagas sobre estos criterios. Si las tienen.
De ahí lo importante de crear una “cultura económica” en una sociedad. Votar sin saber exactamente a dónde nos llevarían unas políticas económicas o fiscales u otras es, en el mejor de los casos, abdicar en los políticos elegidos.
En muchos casos, esa ignorancia lleva a entregarse en manos de la demagogia de quienes prometen lo que podría ser un desastre porque “suena bonito” y es electoralmente rentable.
Un ejemplo actual es la discusión sobre el incremento del salario mínimo en este año. La ministra de trabajo, Sra. Díaz, está en el lado de la demagogia. La ministra y vicepresidenta, Sra. Calviño, en el de la ortodoxia económica de acuerdo con las directrices de la Unión Europea. Gay de Liébana estaría con la última porque entendía la economía y sus mecanismos. Además, sabía explicar cómo esa subida hoy es contraproducente cuando el mercado de trabajo no se ha recuperado y estamos en desempleos del 16% de la población activa.
¡Una lástima que se haya perdido una voz autorizada para explicar de manera sencilla por qué hay que hacer caso a Calviño y no a Díaz!
José María Gay de Liébana ha sido un trabajador incansable hasta su último aliento. Pero en realidad, no le deseo que descanse, sino que desde el más allá siga trabajando, que inspire a nuevos divulgadores económicos que sean atractivos como él. Hacen mucha falta.