La inseguridad del hidrógeno: mitos y verdades
Siempre que se habla del uso del hidrógeno en público aparecen cuestiones sobre la seguridad de su uso, rememorando la catástrofe del Hindenburg. Aunque este fue uno de los primeros accidentes de la historia de la aviación comercial y su impronta en el imaginario popular perdura, debe tenerse en cuenta que ya había recorrido más de 300.000 kilómetros, que estaba diseñado para funcionar con helio y no hidrógeno, y que de 97 personas a bordo tan solo hubo 35 muertes.
La espectacularidad de las imágenes de las llamas (que, por cierto, no provenían del hidrógeno sino de la pintura que recubría la nave) ha calado profundamente en crear una imagen de inseguridad asociada al hidrógeno que supera con creces lo que indican los números que nos proporciona la ciencia.
Por ejemplo, el límite mínimo de inflamabilidad (concentración mínima necesaria para que exista la ignición) es de un 4%, superior al del propano (2,1%) o la gasolina (1%). En cuanto a la posibilidad de detonación, mientras que el hidrógeno presenta un valor mínimo necesario del 18,5%, otros gases de uso común como el metano, principal componente del gas natural, puede detonar con concentraciones a partir del 6%.
El límite mínimo de inflamabilidad es de un 4% superior al del propano
Si bien el hidrógeno tiene unas características particulares derivadas de ser una molécula muy pequeña que es capaz de salir por pequeños poros o fisuras del material y fugar muy rápido desde la zona del escape, esas características también implican que dispone de una alta capacidad de dispersión y una elevada flotabilidad (en condiciones normales, el hidrógeno en el aire libre puede ascender a velocidades de hasta nueve metros por segundo).
Todo ello supone que, con una correcta ventilación y un sistema de control de concentración adecuado, pueden reducirse al mínimo las situaciones en las que se pudiera llegar a una concentración potencialmente peligrosa.
No obstante, el uso del hidrógeno no está exento de riesgos, y tampoco debe considerarse que se trata de un gas sustancialmente más peligroso con respecto a otros con los que convivimos a diario.
Como todos los sistemas energéticos, los basados en el hidrógeno disponen de unas medidas de seguridad que deben ser aplicadas, mantenidas, revisadas y continuamente mejoradas, así como unas recomendaciones que deben ser tenidas en cuenta para su uso seguro.
El hidrógeno no debe considerarse de un gas sustancialmente más peligroso respecto a otros con los que vivimos a diario
A la hora de valorar el conocimiento y desarrollo técnico que acompaña a la evolución de las tecnologías del hidrógeno, es necesario apreciar también la capacidad de desarrollo del sector industrial y las exigencias normativas de las distintas administraciones. Todas ellas han supuesto que la seguridad de las aplicaciones basadas en estas tecnologías haya sido un aspecto fundamental en todo el progreso tecnológico de la cadena de valor del hidrógeno. Una muestra de ello es el hecho de que, en el año 2018, el vehículo mejor valorado en la categoría SUV grande por parte de la entidad Euro NCAP fuera un vehículo comercial de pila de hidrógeno.
En definitiva, podemos afirmar que, afortunadamente, a día de hoy disponemos de conocimiento suficiente para que sea imposible que vuelva a ocurrir una catástrofe como la del Hindenburg. Para asegurarlo, es necesario una correcta aplicación técnica de ese conocimiento, un uso responsable y sensato de los sistemas basados en hidrógeno y una continua actividad de investigación y desarrollo sobre la aplicación de esta tecnología y su normativa.