Sin ninguna duda, el primer semestre de 2021 ha representado, desde el punto de vista de los mercados financieros, la máxima expresión de confianza en la recuperación económica mundial post-Covid, sustentada en buena medida en un soporte claro y sin ambages por parte de los bancos centrales, a través de sus políticas monetarias excepcionalmente expansivas.
No cabe duda de que vivimos en un entorno macroeconómico que nada tiene que ver con lo experimentado en 2020. De hecho, hasta hace pocas semanas, el principal riesgo a ojos de los inversores lo constituía una suerte de 'exceso de éxito' en la recuperación, que deviniera en una inflación alta y persistente. En otras palabras, un movimiento en 'V' tan potente que llevara a la demanda a sobrepasar de manera estructural, al incremento de la oferta.
Antes de entrar en el detalle de los mercados actuales, conviene decir que la marea de largo plazo para la economía mundial sigue siendo positiva: el crecimiento mundial es un hecho; la inestabilidad geopolítica se ha reducido notablemente, en parte debido a al cambio en la administración estadounidense; el proceso de normalización sanitaria, aun con sus problemas, sigue adelante. Y, desde luego, la actitud de los bancos centrales, como soporte de la economía -y por extensión-, de los mercados- está fuera de toda duda.
El marco general que nos encontraremos en otoño tendrá más que ver con unas economías en crecimiento
Dicho todo eso, parece evidente que, en las últimas semanas, el optimismo inversor se ha desvanecido ligeramente. Esto entra dentro de lo normal: la realidad es que el mercado se encontraba en unos niveles de complacencia difíciles de superar. Con una volatilidad bajo mínimos, unas valoraciones elevadas y unos niveles de tipos de interés tan reducidos, en un contexto positivo tanto macroeconómico como monetario, difícilmente podrían encontrarse catalizadores para mantener el pulso alcista.
En ese sentido, los mercados financieros necesitaban y probablemente sigan necesitando un respiro. El fin de un semestre, el comienzo de la época estival con los menores niveles de contratación, la prudencia de no querer perder lo ganado en las bolsas en el año, están llevando a tomar determinadas precauciones que, en la ola de la recuperación macro, no se atendían con igual prontitud.
Por lo tanto, estamos asistiendo a una cierta vuelta a la aversión al riesgo, lo cual penaliza en general a la renta variable y de manera particular a las empresas e índices más cíclicos, como es el caso del Ibex. Así mismo ha propiciado un 'mini rally' en renta fija que no está en absoluto en concordancia con los niveles de inflación que se están publicando, pero que sí responde al hecho elemental de que los agentes económicos han comprado, sin objeciones, el argumento de los bancos centrales en el sentido de que este crecimiento de precios tiene un carácter esencialmente coyuntural.
No está de más comentar que, después de un año como 2020, buena parte del mercado no quiera correr riesgos con el ejercicio 2021 que, de momento, ha ido mejor que bien, en la parte de renta variable. En ese contexto, la incertidumbre con respecto a la nueva ola de coronavirus, y el temor a que determinados datos macroeconómicos o empresariales no resulten tan positivos como se esperaba, están haciendo algo de mella en el sentimiento general de los agentes económicos, que está trasladándose a las decisiones de inversión.
La actitud de los bancos centrales como soporte de la economía está fuera de toda duda
En este punto, podríamos hablar de las “correcciones sanas y saludables” que debe tener todo mercado alcista, aunque esta expresión difícilmente calme los ánimos de ningún inversor. Lo más razonable es pensar que una vez ajustadas determinadas valoraciones, el marco general que nos encontraremos en otoño tendrá más que ver con unas economías en crecimiento, una inflación más moderada -aunque persistente-, unos bancos centrales que no van a jugar con la recuperación y un progresivo contexto de normalización social y sanitario. Aunque pueda tener algún repunte veraniego.
Por todo ello, mucha precaución en el corto plazo, pero razonable visibilidad para la renta variable, con una mayor visión temporal. En cuanto a la renta fija, esta precaución debe extenderse aún más en el futuro, en la medida en la que la normalización económica exija el comienzo de la relajación -que no eliminación- de las medidas excepcionales de apoyo de los bancos centrales. Algo que, tarde o temprano, deberá llegar.
***Pedro del Pozo es director de inversiones financieras en Mutualidad de la Abogacía