Todos los años los banqueros centrales del mundo se reúnen en la localidad norteamericana de Jackson Hole. Últimamente, más que hablar de política monetaria supongo que hablaban de la familia o de sus hobbies, dado que solo había una política monetaria posible: mantener bajos los tipos de interés y, si fuera posible, bajarlos todavía más. Y seguir estimulando a la economía imprimiendo ingentes cantidades de dinero para comprar bonos y que esa liquidez llegara a empresas y consumidores.
Al final, ese dinero ha llegado sobre todo a los mercados financieros. Que siga llegando es clave para su evolución futura y este año la reunión de Jackson Hole será clave para determinar en qué medida va a seguir llegando. Y a qué ritmo. En consecuencia, las decisiones que allí se tomen marcarán el ritmo al que se van a mover los distintos activos financieros.
Jackson Hole es el lugar donde tendrán que ponerse de acuerdo sobre cómo quitarle las muletas a la economía y que empiece a andar sola
La reunión tendrá en esta ocasión un carácter extraordinario porque la situación actual es extraordinaria. No se sale todos los años de una pandemia global ni se hace con un nivel de liquidez nunca visto en la historia. Tampoco con programas de estímulo que harían palidecer al Plan Marshall.
Así que los banqueros centrales tienen que coordinar sus políticas monetarias ante el nuevo escenario. Jackson Hole es el lugar donde tendrán que ponerse de acuerdo sobre cómo quitarle las muletas a la economía y que empiece a andar sola.
Recordemos que, como consecuencia de la crisis financiera, los bancos centrales procedieron a colocarle la primera muleta, la de los primeros programas de estímulo económico (el de Japón llevaba ventaja por motivos internos).
En el caso europeo el estímulo fue todavía mayor como consecuencia de la crisis del euro. La llegada de la pandemia de la Covid obligó a todos a colocar una segunda muleta, para evitar que se hundiera el tejido productivo y que se entrara en una recesión global de casi imposible salida.
Ahora la situación ha cambiado, como consecuencia del las inyecciones de liquidez y los planes de estímulo económico. Nadie sabe cuánto puede crecer la economía en los próximos tres años, pero es difícil pensar que volvamos al bajo crecimiento previo, teniendo en cuenta, además, las enormes ganas de vivir y por lo tanto de consumir que tiene la población tras un confinamiento masivo.
La conclusión es bien sencilla: los banqueros centrales tienen que trabajar con la hipótesis más probable, que es que la inflación se sitúe en niveles superiores
Y más importante todavía: esta combinación de inundación monetaria y mayor crecimiento podrían llevar la inflación a niveles normales, en lugar de la hipotermia en la que se encontraba antes de la pandemia y durante la misma.
La conclusión es bien sencilla: los banqueros centrales tienen que trabajar con la hipótesis más probable, que es que la inflación se sitúe en niveles superiores a los que había antes de la pandemia. Y si la hipótesis más probable es que haya más crecimiento y algo más de inflación, en ese caso no tiene ninguna lógica seguir estimulando la economía como hasta la fecha.
Temporalmente puede funcionar la “excusa” que utiliza el BCE, pero mantener un programa de compra de bonos para “luchar contra la pandemia” cuando no haya pandemia o no sea una emergencia sanitaria tiene los días contados.
Así que en esta ocasión habrá que estar muy atentos a los comunicados que salgan de Jackson Hole, porque es donde probablemente se establezca el calendario y el orden de salida de los distintos procesos de “tapering” (reducción de los programas de compra de bonos).
Primero será la Fed, porque la economía norteamericana es mucho más dinámica y tiene mucha más capacidad de crecimiento que la europea. Luego probablemente venga el Reino Unido, por motivos similares. En tercer lugar le tocará el turno a la euresclerótica Europa.
El BCE no está teniendo en cuenta que la inflación, si repunta, lo va a hacer de forma global, lo que significa que la economía europea importará inflación
El BCE piensa que Europa es inmune tanto al crecimiento como a la inflación, como consecuencia del traje de cemento de burocracia y excesos regulatorios en la que la han metido los políticos. Lo del traje de cemento es cierto, e incluso es posible que los políticos hayan conseguido que la Eurozona sea “inmune” al crecimiento.
Pero no es inmune a la inflación. El BCE no está teniendo en cuenta que la inflación, si repunta, lo va a hacer de forma global, lo que significa que la economía europea importará inflación. Como todas las demás.
En este contexto, los globos sonda, las declaraciones, las insinuaciones, los guiños y los comunicados que salgan de o tras Jackson Hole serán muy importantes. Ahora mismo es la convención más importante para la economía mundial, mucho más que cualquier reunión del G7. Que el inversor o su asesor sepan interpretar el resultado y lo que transpire de esta reunión les dará ventaja a la hora de elegir los activos, sectores y países ganadores para los próximos meses.
*** Víctor Alvargonzález es asesor financiero independiente y socio fundador de Nextep Finance