La tranquilidad con que la vicepresidenta económica, la señora Nadia Calviño, anunció que el porcentaje de deuda sobre el PIB se reducía (Deuda/PIB x100) es un ejercicio de hipocresía macroeconómica.
Un cociente -y un porcentaje es un cociente- se reduce porque disminuye el numerador (en este caso la deuda pública) o aumenta el denominador (el PIB).
Pues bien, el numerador, la deuda pública, no solo no se reduce, aumenta de manera acelerada. Ya está por encima de 1,4 billones de euros (¿123% del PIB?). Creció el último mes en 23.000 millones de euros, superando las previsiones presupuestarias de no llegar al 120% del PIB.
Calviño pretende tranquilizar a los españoles porque el crecimiento del PIB (el denominador de ese cociente) hará disminuir el porcentaje.
Lo que hay que preguntarse es si eso tranquiliza. Por supuesto que sería peor que el porcentaje de deuda sobre el PIB aumentase; pero con 1,4 billones de euros de deuda pública el peligro para la economía española es evidente y no avisar a la ciudadanía es hipocresía macroeconómica.
El peligro es evidente porque la inflación está ya presente en la economía mundial, en EEUU, en la Unión Europea y, también, en España (por ejemplo, en los precios de la electricidad).
Hasta ahora, sin inflación, los bancos centrales (la Reserva Federal americana, el Banco de Inglaterra, el BCE, etc.) mantenían tipos de interés bajos. Por debajo del 1% de inflación, incluso con el 0% del IPC (Índice de Precios al Consumo), la ortodoxia fiscal permite esos tipos para animar la economía, ya que eso facilita la demanda de crédito que se traduce en gasto e inversión.
Pero si la economía se calienta (su fiebre se mide con el IPC), para mitigar la subida de los precios, la ortodoxia fiscal también dice que hay que subir los tipos de interés. Con ello se reduce la demanda de créditos, se baja el consumo y los precios reducen su tendencia al alza.
Si la economía se calienta para mitigar la subida de los precios, la ortodoxia fiscal dice que hay que subir los tipos de interés
Ahora la inflación está presente, por el aumento de la demanda ante la salida de la pandemia y la restricción de ciertas ofertas, como las materias primas o los chips. Tarde o temprano, los bancos centrales tendrán que subir esos tipos de interés.
Por ejemplo, la Reserva Federal, ya lo está anunciando. Si en Estados Unidos suben los tipos de interés, los demás bancos centrales los tendrán que subir para reducir la inflación en sus países y evitar que el dinero se desplace a donde su rentabilidad es mayor por tener tipos de interés más altos. Entre ellos, el BCE, que dirige la política económica de la eurozona, a la que pertenecemos.
Entonces empezarán a costar más los 1,4 billones de euros de deuda pública española que, además, aumentarán porque se necesitarán, por ejemplo, para pagar pensiones.
Ese coste, llamado "servicio de la deuda" en los Presupuestos Generales del Estado, aumentará el déficit público que habrá que financiar. Esa financiación se puede hacer de tres formas: disminuyendo gastos de las Administraciones públicas, aumentando más la deuda, o incrementando los impuestos.
Este Gobierno no sabe reducir los gastos de la Administraciones por ideología y/o incapacidad técnica. No lo hará hasta que, dentro de dos o tres años, lo imponga Bruselas. La UE puede exigir, por ejemplo, una reducción de pensiones o un alargamiento de la edad de jubilación, pues la Seguridad Social tiene más de 92.000 millones de euros de deuda.
Este Gobierno no sabe reducir los gastos de la Administraciones por ideología y/o incapacidad técnica
Aumentar la deuda indefinidamente no es posible. Con más del 125% del PIB, nuestra prima de riesgo (respecto al bono alemán) se disparará y cada vez nos costará más endeudarnos en un círculo vicioso.
Por tanto, tarde o temprano, esa deuda obligará a aumentar impuestos. Dinero que saldrá de las clases medias que son las que permiten recaudar. Todo para pagar a inversores en bonos españoles, muchos extranjeros. Eso disminuirá nuestra capacidad de crecimiento económico y generará desempleo.
Con inflación y paro, que son los impuestos a los pobres, y el aumento del esfuerzo fiscal a las clases medias: ¡a pagar los de siempre! ¿Dónde está la política social de los social-podemitas?
Esto no lo dice la vicepresidenta. Por eso, es lógico que los expertos lo hagan: ¡Cuidado, estamos al límite de nuestra capacidad de endeudamiento!