La reciente decisión de Elon Musk, la segunda persona más rica del mundo, de preguntar mediante una encuesta en Twitter si debería vender el 10% de sus acciones en Tesla para pagar los correspondientes impuestos, está generando no solo muchísimos comentarios, sino también una oportunidad para que muchas personas se replanteen cuál es el significado de ser rico, de tener dinero o de contribuir a la economía global.
La capitalización bursátil de Tesla está estimada en torno a los 1,22 billones de dólares, lo que haría que los 193,3 millones de acciones que tiene Musk, un 20,7%, supusiesen en torno a los 250.000 millones de dólares. Un 10% de eso, obviamente, alrededor de 25.000 millones de dólares.
Si estimásemos simplemente el 20% que suele pagarse en los Estados Unidos por ganancias de capital -aunque Musk afirma que algunas de sus opciones antiguas generarían impuestos con una tasa superior al 54%- estaríamos hablando de una inyección de impuestos importantísima, de varios miles de millones de dólares, completamente sin precedentes… y decidida en una encuesta en Twitter.
Estaríamos hablando de una inyección de impuestos importantísima, de varios miles de millones de dólares, sin precedentes… y decidida en una encuesta en Twitter
La encuesta, tras terminar, ofrecía un resultado claro: tras más de tres millones y medio de votos, el 57.9% votó a favor de la venta y el 42.1% en contra, lo que presuntamente llevará, dado que el propio Musk afirmó que el resultado sería vinculante para él, a llevar a cabo la operación.
Por supuesto, una venta como esa no se llevaría a cabo de golpe para no perjudicar el valor de las acciones de Tesla, pero aún así, es un movimiento absolutamente sin precedentes por parte de una de las personas más ricas del mundo.
El mismo Musk, de hecho, contestó hace algunos días a un tweet de Naciones Unidas en el que se afirmaba que una donación del 2% de su riqueza podría contribuir significativamente a terminar con el hambre en el mundo, y lo hizo pidiendo un plan detallado del uso que se haría de una donación semejante, sujeto a contabilidad abierta y visible.
¿Qué se está planteando aquí? La primera cuestión es evidente, aunque parece que no para todo el mundo: muchos de los llamados billonarios, en realidad, tienen muy poco dinero como tal. Lo que poseen son sus participaciones en las compañías que crearon y que, con su crecimiento, les han hecho inmensamente ricos. Y esto, obviamente, abre la posibilidad de pedir todo el dinero que quieran a cualquier banco del mundo con la garantía de esas acciones.
En el caso de Musk, por ejemplo, que no posee propiedades, ni yates enormes, ni otras extravagancias, y que no cobra un sueldo significativo de sus compañías, hablamos de una fortuna que, en realidad, no podríamos quitarle y repartir, o que si lo hiciéramos, en la práctica, estaríamos impidiendo la viabilidad de algunas empresas muy interesantes y con grandes posibilidades de contribución al futuro.
¿Podríamos colgar, por ejemplo, a Jeff Bezos y repartirnos su dinero? No, porque ese dinero no existe. Son participaciones en una compañía, Amazon, que si las repartiésemos y ejecutásemos, llevarían a que la compañía no pudiese funcionar, y a una destrucción de valor evidente.
Muchos billonarios, en la práctica, valen lo que valen por lo que han conseguido hacer con sus compañías, algo que no está al alcance de todo el mundo. Si ahora Musk vende acciones y proporciona con ello un dineral al fisco norteamericano, ¿va a generar ese dinero más valor del que generaba donde estaba anteriormente, o va a entrar en la habitual dinámica de ineficiencia que suele ser habitual en muchas instituciones públicas?
La idea, obviamente, no es hacer una épica de los billonarios, sino discutir si es mejor para la sociedad que ese dinero esté generando productividad en una compañía, o siendo gestionado por entes públicos variados.
La idea es discutir si es mejor para la sociedad que ese dinero esté generando productividad en una compañía o siendo gestionado por entes públicos variados
¿Qué ocurriría, por ejemplo, si alguna compañía automovilística tradicional utilizase la oportunidad para tomar posiciones en Tesla y lograse, por ejemplo, desestabilizar la compañía, o hacerla menos eficiente de lo que es? Se habría perdido la oportunidad de seguir alimentando una compañía que, sin ningún género de dudas, ha contribuido muchísimo al futuro del transporte, de la descarbonización o de la tecnología.
¿Deben los billonarios pagar más impuestos, o contribuir con donaciones a paliar los problemas del mundo? Sin duda, pero la ecuación no es tan simple como algunos populistas nos quieren vender. En la práctica, el bienestar del que disfruta un billonario proviene de haber logrado hacer una contribución significativa a la sociedad, que la sociedad le ha reconocido valorando mucho su compañía, y el dinero que poseen, en realidad, está vinculado a la evolución de esas compañías. Como en todo, la clave no está en evitar que hagan lo que hacen, sino en evitar que abusen de ello.
Con su movimiento, Musk se adelanta a una posible legislación estadounidense que pretende que los ricos paguen impuestos por sus activos independientemente de que los materialicen o no. Con ello, ha creado un pequeño terremoto -asumible- para el mercado y los fondos de inversión, y ha dado lugar a un interesante proceso de reflexión colectiva.
Con su oferta, que seguramente obligará a otros billonarios a plantearse cuestiones similares, Musk ha hecho más por ayudar a la sociedad a asimilar, más allá de burdos populismos simplistas, el fenómeno de la creación de valor, de lo que probablemente se puedan imaginar.