Vacuna de Covid-19.

Vacuna de Covid-19. Reuters Reuters

EN EL MOMENTO ADECUADO

Ómicron y las bolas de cristal

30 noviembre, 2021 05:30

Dicho por un analista o por un asesor financiero, lo de "no tengo la bola de cristal" a mí me suena a excusa para no "mojarse". Evidentemente no tenemos la bola de cristal. Ni nadie lo pretende. Lo que sí tenemos -o debemos tener- es buena información. Y la capacidad de, en base a nuestra experiencia y conocimiento de los mercados, establecer con dicha información estrategias de inversión, centrándonos en las que tienen más probabilidades de producirse. No se trata de tener una bola de cristal, se trata de realizar un cálculo de probabilidades en base a la información disponible.

Evidentemente un analista o un asesor financiero no pueden predecir cuándo va a mutar un virus. Y mucho menos que le dé por tener 50 mutaciones de una tacada, cuando en los casos anteriores el máximo había sido de 20. Ahora bien, una vez se despeja la polvareda mediática, se puede escuchar los expertos y leer informaciones serias y fundadas. Especialmente las de las empresas que fabrican las vacunas. Y a partir de ahí podemos empezar a trabajar sobre posibles escenarios que nos permitan saber dónde estamos y hacia dónde vamos.

La situación actual tiene varias ventajas. La primera es que no hay un solo científico o empresa farmacéutica que haya dicho que no vaya a haber una vacuna que inmunice frente a esta nueva variante. O bien funcionarán las actuales o habrá que realizar modificaciones, como ya se ha hecho frente a otras variantes. En el peor de los casos habrá que hacer una vacuna nueva, cuya distribución podría tardar entre dos y tres meses. Pero nadie ha dicho que sea imposible hacerla.

Por lo tanto, no tenemos una bola de cristal, pero sí tenemos un escenario descartado y dos pantallas que concentran el 100% de las probabilidades de ocurrencia. Y en ambos casos sabemos qué activos de inversión son los que funcionan.

La primera "pantalla" sería el mejor escenario de los dos posibles: el de que estemos ante una falsa alarma y, por lo tanto, ante una clarísima oportunidad de inversión. Además coincidiría con un fuerte incremento de las vacunaciones, puesto que a muchos no vacunados con ómicron les han metido el miedo en el cuerpo. O se lo ha metido a los gobiernos, que serán más agresivos a la hora de presionar para que la gente se vacune.

Aunque la nueva variante se transmitiera más rápido, lo que genera confinamientos y reducción de la actividad económica -que es lo que afecta a las bolsas- son las hospitalizaciones y los fallecimientos. Y si algo ha quedado bastante claro es que en este sentido las vacunas funcionan. Si dentro de un par de semanas se llega a la conclusión de que las vacunas actuales son efectivas contra la nueva variante, nos encontraríamos en la misma casilla que hace una semana, pero con mucha más gente vacunada. Por lo tanto, clara oportunidad de compra.

El segundo de los escenarios es más complicado. Pero tampoco eso debe ser excusa para no establecer una estrategia, porque la imagen de ese futuro es igual de nítida que en el caso anterior. Tendríamos confinamientos, probablemente masivos, lo que cambia todas las estimaciones económicas que tenemos actualmente. O más bien podríamos decir que las retrasa, porque en ese escenario las propias empresas farmacéuticas confirman que en tres meses la nueva vacuna estaría a disposición de los ciudadanos.

En este segundo escenario habría que modificar la composición de las carteras, porque tendríamos un periodo bajista y/o de alta volatilidad en el que lo que funcionaría serían los activos que funcionaron durante los confinamientos anteriores, aunque con matices, puesto que en este caso el problema tendría fecha de caducidad.

Esto nos lleva a apreciar otra gran diferencia con respecto a la situación de marzo de 2020. Ahora sabemos que el día en el que los científicos comuniquen que ya tienen un nueva vacuna efectiva estaremos como en noviembre de 2020, cuando se anunció la llegada de las primeras vacunas y los mercados se dispararon al alza. Y en este caso el anuncio de la vacuna se produciría en par de meses, porque cuando las farmacéuticas hablan de un máximo de 100 días incluyen el periodo de producción.

Por lo tanto, sabemos cuáles son los escenarios probables y en ambos casos sabemos qué funciona como inversión. El problema está en el timing de corto plazo. Si se trata de una falsa alarma -y por lo tanto una corrección y queremos aprovecharla-, tenemos que asumir que hay que dejar que el primer euro lo gane otro. Al menos hasta que veamos cómo evoluciona la enfermedad entre los pacientes que se han contagiado con esta nueva variante. Si las noticias no fueran alarmantes, y me refiero a la mortalidad y las hospitalizaciones, no a la rapidez de la transmisión, a partir de ahí se puede plantear la toma de posiciones.

Si, por el contrario, hubiera que fabricar una vacuna nueva, tenemos que asumir que perderemos algo por esperar a tener algún indicio en este sentido, puesto que sería un grave error estratégico salirse del mercado y que luego resulte ser una falsa alarma. Está claro que tener confirmación en uno u otro sentido nos va a costar dinero, pero probablemente menos que tirarnos a la piscina sin tener ni idea de lo que puede ocurrir.

En el segundo caso tendríamos algo a favor: como sabemos qué es lo que funciona en un periodo de confinamiento y bajada de las expectativas de crecimiento económico y de la inflación, podríamos aprovechar esos movimientos para recuperar luego una parte de las pérdidas.

No tenemos la bola de cristal, pero tenemos dos "pantallas" muy claras, con la ventaja de que en la primera no tenemos que hacer nada si estábamos bien posicionados anteriormente, ya que estaríamos volviendo a la casilla en la que estábamos hace una semana. En el segundo caso nuestra pantalla dice que tendremos que tomar medidas y modificar las carteras, pero contando con la valiosísima información que supone haber vivido el periodo previo a la llegada de una vacuna.

*** Víctor Alvargonzález es asesor financiero independiente y socio fundador de Nextep Finance.

Juvencio Maeztu, director financiero y vicepresidente mundial de Ikea.

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