El viernes día 26 de noviembre la bolsa bajó. La explicación más común fue que era la reacción ante la aparición de una nueva cepa virulenta del virus Covid de origen sudafricano: Ómicron. Aparició cuando Europa se encuentra sumida en la sexta ola con muchos gobiernos aplicando medidas restrictivas para la circulación de personas.
No son solo los gobiernos. La OPEP se iba a reunir para subir la producción debido a la subida de la demanda. La última noticia es que va a esperar. Las empresas también tienen que tener en cuenta el efecto Ómicron. A algunas les favorecerá. Para otras es una amenaza.
Por eso, los responsables de la confección de los Presupuestos 2022 españoles podrían decir: ¡Por si fuera poco apareció Ómicron! Si las previsiones de crecimiento del PIB habían quedado obsoletas casi desde que se hicieron, ahora son papel mojado.
La Navidad suele dar un empujón en la economía del cuarto trimestre del año con su consumo. Sin embargo, este año puede acabar con restricciones de movilidad, en un momento en el que el turismo interno debería intensificarse en la península y el turismo externo en las Islas Canarias.
Es verdad que si las fronteras exteriores de la UE se impermeabilizan se puede obviar el problema Ómicron. Pero también es cierto que la incertidumbre sobre la validez de esas medidas sanitarias reduce de manera natural la movilidad. De hecho, el Ministerio de Sanidad ya aconseja reducir el quorum en las reuniones navideñas.
Por todo ello, es posible que las previsiones de crecimiento para 2021 más pesimista hayan sido generosamente optimistas. El 4,6% de aumento del PIB que pronosticó Bruselas hace dos semanas, rebajando las previsiones del Gobierno de 6,5% para 2021, puede reducirse en varias décimas. Puede quedar en el 4% más o menos. Entonces ¿para qué sirven los presupuestos?
La Comisión Europea la semana pasada calificó de restrictivo el proyecto de Presupuestos presentado por el Gobierno. En términos técnicos eso supone que para Bruselas el incremento del gasto (sin contar la inversión) es menor que el incremento del PIB previsto para 2022. Claro está que eso sería si esa previsión fuera más o menos razonable. Algo que ya sabemos que no es verdad.
Por tanto, calificar técnicamente los PPGG2022 es una tontería. En realidad, son un papel que sólo tiene un objetivo: avalar formalmente el mantenimiento de la legislatura con el Gobierno Sánchez en el ejecutivo. Pura liturgia parlamentaria.
Las partidas de gasto corriente pueden ser más o menos reales, salvo que a mitad de año vengan los "hombres de negro" de Bruselas con sus tijeras o la inflación obligue a gastar más. El servicio de la deuda será más o menos lo que contiene el capítulo correspondiente, salvo que el BCE se vea obligado a subir los tipos de interés y hacer un tapering, con lo que la partida aumentaría de golpe.
Pero el resto de los capítulos del Presupuesto están todavía más en el aire. Los ingresos tributarios (IRPF, IV, Sociedades, …) variarán, porque su evolución depende del PIB que no se sabe cómo será. Las inversiones también variarán, porque la Administración PSOE/UP ha demostrado su incapacidad de ejecutar las partidas correspondientes.
Un ejemplo: los 10.000 millones de euros de ayuda a empresas estratégicas están en un parón, solo un 14% se ha ejecutado, debido a la chapuza que supuso la primera operación que ha infectado de parálisis sus operaciones (¿Se acuerdan de los 53 millones que la SEPI dio a la línea de aviación venezolana-española Plus Ultra?). ¿Qué será de los fondos europeos?
El trámite parlamentario de los presupuestos sólo tiene interés desde el punto de vista político. ERC se enfada porque a las plataformas internacionales, según el Proyecto de Ley Audiovisual, no se les obliga a tener el 6% en catalán ¡Toma ni en corso, ni en sardo, ni en gaélico …! Lo harán sólo si ven que es rentable.
Lo único que demostrará la aprobación de estos Presupuestos es la habilidad de Sánchez para mantenerse en el poder. Pero en la economía real no influirá para nada. Ninguna empresa debe hacer planes estratégicos pensando en esos números y, por si fuera poco: ¡apareció Ómicron!
*** José Ramón Pin es profesor del IESE.