“El nivel de desempleo sigue siendo inaceptable. La reducción de la temporalidad ha sido insuficiente. La incorporación de la mujer al mercado de trabajo, aunque avanza a buen ritmo, se debe intensificar. Debemos estudiar y corregir las causas por las que algunas regiones sufren aún niveles de paro muy superiores a la media. El alarmante número de accidentes laborales exige una decidida actuación. Resolver los problemas que acabo de enunciar exige nuevas reformas sin dilación. El método de trabajo va a seguir siendo el diálogo social”.
Todas esas palabras podría haberlas pronunciado la Vicepresidenta Yolanda Díaz durante la rueda de prensa, tras anunciar el acuerdo entre la patronal, los sindicatos y el gobierno para aprobar la mal llamada reforma laboral. Sin embargo, proceden del discurso de investidura de José María Aznar como presidente del gobierno en abril del año 2000.
Aznar se había referido previamente al Acuerdo para la Estabilidad del Empleo y la Negociación Colectiva firmado en 1997. Como recordaba Jorge Vílches en Twitter, ese fue el verdadero primer acuerdo patronal-sindicatos en la historia de España. En el discurso, había destacado el éxito del Acuerdo y ponía encima de la mesa lo que quedaba por hacer. Eran otras circunstancias. Otros políticos. Casi otro país.
Debemos estudiar y corregir las causas por las que algunas regiones sufren niveles de paro superiores a la media
Hoy en día, nos encontramos en una situación contradictoria en el mercado laboral. Por un lado, vivimos una transformación económica que está cambiando muchos sectores y subsectores en el mundo desarrollado: la digitalización. Este proceso requiere un cambio integral en el sistema educativo y un tejido productivo adecuado, con empresas de tamaño y con el capital propio o ajeno necesario para invertir en ello.
España no está adaptando el sistema educativo ni está propiciando el ahorro y la inversión imprescindibles. Esperamos que caiga el maná de los fondos europeos, como siempre. Pero antes o después, esta transformación nos va a tragar como una ola y hay que estar prestos a subirse a la cresta y surfearla.
La otra cara de la moneda es la rigidez del mercado laboral. Un lastre que la reforma del 2012 pretendía solventar. De ahí que, en los pasados nueve meses, la patronal se haya atrincherado en la flexibilidad como condición para aceptar algunas concesiones.
Porque cambios hay, pero como ha quedado patente, la esencia de la reforma del 2012 está. Así que este acuerdo no es una reforma, ni una contrarreforma, sino un retoque.
Este acuerdo no es una reforma, ni una contrarreforma, sino un retoque.
La diferenciación de contratos temporales en función de su causa (formación y práctica profesional), la reducción del tiempo que se pueden mantener, la reducción de tiempo necesario para que un contrato se considere fijo, son pasos en una dirección clara: eliminar la precariedad laboral. Al fin y al cabo, el compromiso con la Unión Europea era reducir la temporalidad. Sin embargo, no se ha atajado el verdadero problema.
¿Por qué los empresarios prefieren el contrato temporal? Porque el despido es más barato. ¿Qué conclusión lógica se infiere? El despido es demasiado caro en España. ¿Son los empresarios irracionales o malvados? No. Cualquiera en su situación elegiría en el mismo sentido, es pura lógica empresarial. No obstante, las crisis económicas de los últimos años han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de los trabajadores con contratos temporales. No son una solución sostenible. No fortalecen nuestro mercado laboral, ni el tejido productivo.
Por todo eso es por lo que el Banco de España proponía una solución inspirada en la “mochila austriaca” de manera que se eliminara la enorme disparidad entre la seguridad de los contratos fijos y los temporales, pero que no perjudicara a los empresarios, que son los creadores de puestos de trabajo. De hecho, la propuesta del Banco de España asumía una reducción del 50% de los costes de despido. Un propuesta muy alejada de los retoques de la Ministra Díaz.
Dice la Vicepresidenta segunda que el contrato estable debe ser la norma general. Ojalá. Contratos estables, salarios altos, beneficios altos, formación de capital, inversores españoles, desarrollo tecnológico, empleo que genere valor añadido a la economía, trabajadores competitivos y empresarios innovadores. Yo también he escrito todo eso en la carta a los Reyes Magos.
El contrato estable debe ser la norma general.
¿Y qué hace el gobierno para lograrlo? En la mismas declaraciones, Yolanda Díaz alardeaba de que se ha eliminado la posibilidad de despedir trabajadores fijos de las Administraciones Públicas por razones económicas. Vaya. Muy duro lo van a tener sus Majestades para cumplir mis sueños. Porque esa medida implica reforzar la fractura entre trabajadores del sector privado y trabajadores del sector público, privilegiados.
Trabajar para el Estado va a ser aún más un privilegio. Fuera innovación, formación de capital, emprendimiento. Porque, le pese a quien le pese, la inversión estatal no es emprendimiento. Los tomadores de decisiones no asumen el coste de las deudas, no invierten su dinero sino el de todos los españoles. Un matiz que marca la diferencia.
Además, no existe competencia, no tienen que mejorar porque un competidor puede ofrecer un producto mejor, más original, de mayor calidad. Los gestores públicos compiten por el voto. Es mucho más rentable, en este sentido, repartir dinero y asegurarse un número adecuado de estómagos agradecidos que crear el marco adecuado para que los creadores de riqueza hagan lo que saben: obtener beneficios y, a la vez, crear empleo y riqueza.
Ni es una reforma, ni es el primer pacto patronal-sindicatos, ni coge por los cuernos el problema de la temporalidad. No pinta bien.
Pero, ¿qué es lo que me sigue pasmando? El descaro con el que la Vicepresidenta miente de manera flagrante y no le pasa nada. Es la muerte del Estado de derecho. El principio del fin.