La ansiada descorrelación
La descorrelación busca que, en el corto plazo, cuando un activo cae tengamos en cartera otro que sube o, por lo menos, que no corrija.
En el mundo de la gestión de activos es habitual oír hablar del concepto "descorrelación". Los gestores globales buscan la ansiada descorrelación con el objeto de amortiguar los resultados negativos cuando se producen efectos correctivos importantes en los mercados que arrastran a todas las tipologías de activos financieros.
En función de las rentabilidades promedio históricas de los activos financieros, fundamentalmente los de renta variable y renta fija, podemos realizar una previsión de la rentabilidad de nuestra cartera en el largo plazo y, seguramente, esta previsión será más certera que las que podamos hacer para el corto plazo.
La descorrelación busca que, en el corto plazo, cuando un activo cae tengamos en cartera otro que sube o, por lo menos, que no corrija, con idea de amortiguar los resultados negativos en el corto plazo, aunque este proceso se irá revirtiendo a medida que pase el tiempo.
Es decir, el activo que cayó volverá a subir y el que sirvió de amortiguador quedará más relegado, incluso podrá caer. Sin duda alguna, se vive mejor si nuestra cartera tiene activos descorrelacionadores y estos funcionan en los momentos pertinentes.
Históricamente, el activo descorrelacionador habitual era la renta fija de gobiernos de largo plazo, que funcionaba como amortiguador ante situaciones de estrés de los mercados. Pero también es cierto que no ha sido siempre así. En momentos de caídas de los mercados como consecuencia de procesos de inflación acelerados no esperados no solo podrá sufrir la renta variable al tener que absorber el incremento de precios contra margen, sino también la renta fija.
En estos episodios inflacionarios, los mejores descorrelacionadores son los activos reales, bienes inmuebles y materias primas
En estos episodios inflacionarios, los mejores descorrelacionadores son los activos reales, bienes inmuebles y materias primas, siendo, entre estas últimas, el oro un habitual referente.
Otros activos que en la industria se consideran como descorrelacionadores no son más que espejismos y son consecuencia de no tener una valoración diaria, lo que no implica que su subyacente no esté teniendo el mismo comportamiento que los activos con precio diario, más si cabe si el subyacente es de la misma naturaleza.
Existe un activo descorrelacionador puro al no estar relacionado con la situación económica. Estamos hablando de los bonos catástrofe, que son papel 100% colateralizado, cuyo cupón y devolución del principal depende de que no ocurra un desastre natural determinado.
La ingeniería financiera nos ha permitido comprar en el mercado financiero activos inmobiliarios, materias primas y también bonos catástrofe a través de titulizaciones que transfieren el riesgo de las coberturas de las aseguradoras.
Las dudas económicas para los próximos años acerca de la inflación, las posibles subidas de tipos de interés y eventuales nuevas mutaciones del virus que impliquen nuevos confinamientos nos obligan a tener esta tipología de activos en cartera, dentro del cajón de sastre llamado "gestión alternativa".
En la actualidad, nuestra propuesta es acompañar las tradicionales inversiones en renta variable y renta fija, combinadas ambas en función del perfil de riesgo del inversor, de una inversión sustancial, a través de vehículos colectivos, en materias primas y bonos catástrofe para diversificar y descorrelacionar los riesgos.
***Pedro Mas Ciordia es director general de Santander Private Banking Gestión.