Mientras muchos siguen agitando el absurdo debate de las macrogranjas con bulos y medias verdades; los cerdos, a los que hemos visto maltratados multitud de veces en este tipo de instalaciones, acaban de ayudarnos a cumplir un hito histórico: por primera vez, hay una persona viva gracias al corazón de uno de estos animales.
Todavía es pronto para saber cuánto tiempo sobrevivirá el paciente, ni hasta qué punto es posible que lo logre, ni a qué velocidad podrá estandarizarse su caso. Aun así, se trata de una extraordinaria noticia para él y un gran paso para aumentar la oferta de órganos y tejidos de recambio para todo el mundo.
Pero, aunque las personas en lista de espera ahora estén un poco más cerca de acabar con su sufrimiento, este hito también podría cambiar el paradigma de los trasplantes en sí mismos. "Hay muchísimos intereses económicos detrás de estas investigaciones", afirma el director de la Organización Nacional de Trasplantes, Rafael Matesanz, en declaraciones a El País.
Se refiere a que, mientras el procedimiento actual depende del altruismo, como el de los padres de la pequeña Vera fallecida en Mislata, los xenotrasplantes dependerían de la capacidad de producción de estos órganos y, por ende, de la financiación. En un país con una sanidad pública universal de calidad como el que solía ser España, la masificación de este proceso correría a cargo del Estado.
Los xenotrasplantes dependerían de la capacidad de producción de estos órganos y, por ende, de la financiación
Nuestros impuestos habilitarían laboratorios y granjas para producir órganos animales trasplantables a demanda. Pero allí donde la Sanidad depende del bolsillo de cada uno, los xenotrasplantes crearían una nueva brecha social a la que solo podrían acceder aquellos capaces de pagar. Lamentablemente, nada nuevo bajo el Sol.
De lo que no cabe duda es de que, si este arriesgado proceso médico se estandariza, generaría una nueva industria que salvaría vidas y movería millones de euros al mismo tiempo. Así que, ¿qué papel podría tener España en este nuevo y prometedor sector?
Dado que somos líderes en trasplantes desde hace décadas, que en nuestro país prácticamente hay más cerdos que personas y que somos compatriotas de uno de los científicos pioneros de CRISPR (una de las técnicas que ha permitido este éxito médico), tal vez podríamos convertirnos en una superpotencia mundial en xenotrasplantes.
Eso sí, siempre y cuando no surja una nueva caverna desinformadora que intente manipular a la ciudadanía frente a este maravilloso avance de la ciencia y la tecnología. Si existen bulos contra la investigación con células madre embrionarias y las vacunas de todo tipo, los xenotrasplantes no iban a ser menos.
¿Recuerda el lamentable episodio en el que una conocida presentadora española que se preguntaba si el alma de un asesino fallecido podía traspasarse a otra persona si esta recibía alguno de sus órganos? ¿Qué memez se inventarán para esto? Tiempo al tiempo. Pero, cuando empiecen a surgir estos bulos, estaría bien recordar la experiencia del paciente, quien decidió someterse a este arriesgado procedimiento porque, básicamente, no tenía más opciones. Para él, era cuestión de vida o muerte. O corazón de cerdo o adiós para siempre.
Es precisamente esta desesperación la que permitiría justificar moralmente esta nueva forma de sacrificio animal. "¿Ya salieron los animalistas a protestar?", he leído en Twitter. Por supuesto, habrá quien esté en contra por considerar que los humanos no tenemos derecho a tratar los cerdos como materia prima.
Y, aunque parcialmente estoy de acuerdo, para mí no es lo mismo utilizar animales por cuestiones de salud, que producirlos en masa en una macrogranja para servirnos de alimento cuando tenemos otras opciones perfectamente válidas que no suponen sufrimiento y que, además, son bastante más respetuosas con el planeta.
Lo importante aquí es que, gracias a décadas de financiación e investigación científica y al sacrificio de un montón de animales, en este instante hay un hombre respirando que no hubiera sobrevivido de ninguna otra forma. Recuérdelo cuando piense que invertir en ciencia no da frutos o la próxima vez que vaya a comer cerdo, sobre todo si procede de una macrogranja.