Lunes 16 de enero de 2022 en Saô Paulo. En el taxi desde el aeropuerto de Guarulhos hablo con el "motorista", que es como se llama al chofer aquí. Le pregunto por las próximas elecciones. Primero intenta zafarse del tema diciendo: no entiendo de política. Es persona prudente ante un extranjero que no sabe cómo piensa. Pero después de conversar un rato llega a la siguiente conclusión: si la cosa no cambia en octubre los brasileños tendremos que elegir entre lo malo (Bolsonaro) y lo peor (Lula) o, al revés, entre lo peor (Bolsonaro) y lo malo (Lula). Especialmente para la política económica. Con Bolsonaro porque la política económica no va acompañada por una política social y con Lula al revés.
Al final el "motorista" dijo: lo que nos pasa en Brasil es que no tenemos un líder de centro que permitiría una política a lo europeo. Hay demasiada polarización. Tiene una visión idealizada de nuestro continente.
Luego comí con los alumnos del Executive MBA (EMBA en jerga universitaria) del IESE/ISE. Uno era chileno. Me ratificó la polarización. La victoria de Gabriel Boric en su país fue lo mismo. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales había que elegir entre un radical de derechas (Kast) y algo parecido a lo que en España quiere montar Yolanda Díaz.
Boric creó una plataforma en la que 'Apruebo Dignidad', el similar a Unidas Podemos de España, solo tiene el 24% de los diputados y el 10% de los senadores en las Cámaras. Pero en el que el sistema presidencialista, donde se vota independientemente de las elecciones parlamentarias, con una segunda vuelta entre los dos primeros candidatos con mayor número de votos, dio el poder del ejecutivo a su plataforma. Fue el resultado de la polarización.
Si bien Lula procede del movimiento obrero, las nuevas plataformas electorales sudamericanas unen ese origen a reivindicaciones de diverso tipo: indigenismo, feminismo, LGTBismo, ecologismo, movimiento woke (anti-racismo radical), … es la búsqueda de la lucha identitaria de muchos y diferentes grupos y amalgamarlos.
Siguiendo a Gramsci, el teórico italiano del eurocomunismo, se trata de dominar la cultura. Primero en las élites universitarias, luego en la expresión en los medios de comunicación y más tarde en una gran parte de la población, que ahora se refleja en las redes sociales. Al final el poder cae en sus manos de manera automática en una dialéctica marxista. Una vez conseguido el dominio del "pensamiento políticamente correcto" se trata de oponerlo a otro; creando un polo opuesto que se pueda denominar de extrema-derecha, fascista, elitista, casta y si se puede anti-vacunas, por ejemplo. De manera que el electorado de centro se encuentra ante el dilema de elegir entre lo malo y lo peor. Y siempre es preferible lo "menos malo".
El electorado de centro se encuentra ante el dilema de elegir entre lo malo y lo peor. Y siempre es preferible lo 'menos malo'
Lo han ido consiguiendo en Bolivia, Venezuela, Argentina, Perú… y ahora en Chile y es posible que ocurra también en Brasil y puede que llegue a Colombia.
Chile era una joya del liberalismo económico sudamericano. Los inversores extranjeros lo consideraban un oasis en el populismo circundante. Pero ya no es así. Su Asamblea Constituyente ha girado a la izquierda y eso puede cambiar las reglas del juego.
Los grupos económicos globales están preparando su salida y desde luego no piensan en invertir más. Los "gremios empresariales" chilenos felicitaron al presidente electo, a la vez que le pidieron crecimiento económico en un aviso "diplomático", ya que en ningún país el empresariado puede enfrentarse directamente al poder político de manera directa. Lo acabamos de ver en España.
Definitivamente la política económica de los países sudamericanos está en elegir entre lo malo y lo peor. Algo que debe preocupar a la economía española que tiene amplios intereses allí por sus inversiones en la zona.
Siempre he querido a estos compañeros del mundo iberoamericano. Ahora están en una encrucijada. Y parafraseando a un presidente mexicano: lejos de Dios, de Europa y cada vez más cerca culturalmente de cierta gauche divine estadounidense. Los bo-bos (burgués y a la vez bohemios) de sus élites universitarias, que vestidos de Prada o Armani se van Starbucks a tomar café y resolver los problemas del mundo.
*** J. R. Pin es profesor del IESE.