Es una historia repetida constantemente: el abandono de la energía nuclear por parte de Alemania, una reacción de pánico injustificado derivada del accidente de Fukushima, ha llevado al país a consumir cantidades ingentes de carbón, generando muchísima más polución, y a depender de las importaciones de electricidad de otros países.
¿La realidad? El movimiento antinuclear en Alemania viene de mucho, mucho antes que el accidente de Fukushima en 2011, y lo que muchos medios han querido presentar como una supuesta reacción de pánico, fue en realidad una larga historia muy planificada y que proviene de un movimiento con hondas raíces históricas en la sociedad alemana.
Cuando se olvidan los titulares escandalosos y las mentiras, la realidad es que el fuerte empuje que Alemania ha dado a las energías renovables desde que comenzó su salida de la energía nuclear (en el 2000, la energía nuclear representaba un 29.5% de la generación total, que pasó a ser de un 11.4% en el 2020, y a desaparecer en 2022) ha tenido como resultado un consumo de carbón progresivamente menor a lo largo del tiempo, y que ese "quemar carbón como si no hubiera un mañana para cubrir la retirada de la energía nuclear" no es ni más ni menos que un mito, una completa y absoluta mentira.
Pero no es la única mentira: habitualmente, la historia tiende a adornarse con una supuesta dependencia de Alemania de la importación de energía de países cercanos, concretamente de Francia, una potencia nuclear, y de Polonia, el país europeo con un tejido de generación más sucio y más basado en la quema de carbón.
De nuevo, lo interesante es ver cifras sobre el tema, y sobre todo, el resultado: Alemania no solo está muy lejos de depender de la electricidad de otros países, sino que es, en realidad, un país exportador de energía. Difícil cuadrar cómo un país que es un exportador neto de energía en el contexto europeo puede estar supuestamente dependiendo de otros que sí utilizan nucleares y carbón, ¿no? A veces, lo mejor que se puede hacer ante aseveraciones categóricas es simplemente, tratar de comprobarlas.
Ahora, ante la invasión de Ucrania por parte de Rusia, no solo Alemania, sino toda la Unión Europea, se plantean, con toda la razón, cómo reducir la dependencia del petróleo y del gas ruso. Según algunos, la solución está en retomar o reforzar la apuesta por la energía nuclear.
Sin embargo, la realidad muestra que un país como Francia, que efectivamente ha apostado por un despliegue enorme de centrales nucleares, está experimentando en ellas todo tipo de problemas, retrasos y sobrecostes que están llevando a una auténtica sangría de dinero público, mientras que el despliegue de energías renovables llevado a cabo por Alemania no parece estar generando más problemas que algunas anacrónicas protestas en unas pocas partes del país debidas a la proliferación de aerogeneradores.
El despliegue de energías renovables llevado a cabo por Alemania no parece estar generando más problemas que algunas anacrónicas protestas
En la práctica, las centrales nucleares se han convertido en una forma de transferir enormes cantidades de dinero público a contratistas privados, a un lobby nuclear que se dedica a ir por el mundo pretendiendo ser la única solución a todos los males.
Una central nuclear es, en realidad, tan cara, que ningún contratista privado acomete la inversión por sí mismo: todo proyecto nuclear conlleva cuantiosas subvenciones e inyecciones sin fin de dinero público, y esos proyectos son, cada vez más, abandonados por las compañías eléctricas por ser mucho menos rentables que la generación mediante renovables, convertidas ya en la forma más barata de generar energía en toda la historia.
Mientras los proyectos de centrales nucleares se convierten en sangrías de dinero, en retrasos y en sobrecostes, las renovables, sujetas a fortísimas economías de escala, no paran de mejorar en su rentabilidad: cuantos más paneles solares o baterías se fabrican, más barato es fabricar la siguiente unidad de panel solar o de batería. No es extraño que quien más ha confiado en esas economías de escala, Elon Musk, sea ahora una de las personas más ricas del mundo.
¿Qué acaba de anunciar Alemania ante la invasión rusa de Ucrania? Muy sencillo: que incrementará el ritmo de su inversión en renovables para adelantar el fin de sus importaciones de hidrocarburos rusos a 2035. Si tienes un vecino tan poco recomendable como ese, cuanto antes elimines tu dependencia de él, mejor. Y la forma de reducir la dependencia de los hidrocarburos no son embarcarse en carísimos -y peligrosos, no lo olvidemos- proyectos de centrales nucleares, sino construir más y más renovables. Ya veremos si no acabamos lamentando la patada hacia adelante de Francia pretendiendo llenar el centro de Europa de centrales nucleares.
Las renovables son la respuesta a las crisis energéticas, y sin duda, estamos en una. Más solar, más eólica en tierra y en el mar, más hidroeléctrica, y más sistemas de almacenamiento. Un estudio reciente, llevado a cabo a partir del mítico desastre de Texas (que se originó en la dependencia del gas, no de las renovables) ha demostrado que un tejido de generación basado en esos tres ejes, solar, eólica e hidroeléctrica, unido a un sistema de baterías no especialmente ambicioso ni caro, podría alimentar la totalidad de las necesidades de energía de los Estados Unidos. Si eres ingeniero y no te lo crees, léete el estudio o vuelve a estudiar, porque estás desactualizado.
Alemania tiene razón, y a quien le interese, que se deje de noticias falsas, y eche un vistazo a los datos reales. Menos mitos y más realidad.