Presentada en septiembre del año pasado y presidida por el embajador Javier Rupérez, Denaria es una plataforma que defiende la existencia del dinero en efectivo. Parece ser que cerca del 70% de los españoles son partidarios de su existencia.
Uno de los inventos humanos que permitió el cambio del trueque al comercio fue el invento del dinero. Hubo épocas que la sal fue un mecanismo que facilitó ese cambio (de ahí que se llame salario a lo que cobra una persona). Se cree que las primeras monedas se inventaron en el siglo VIII a. C. Pero fue con el invento del papel moneda cuando la utilidad del dinero en efectivo se hizo más evidente, sustituyendo las pesadas bolsas de monedas por documentos más ligeros. Ocurrió en China bajo la dinastía Tang. Un sistema rudimentario. Más tarde, en el siglo XI se creó el monopolio de la edición de billetes por la dinastía Song y en el siglo XVII en empezó a circular el papel moneda en moneda. Primero por iniciativa de financieros particulares y después por los Estados.
Ahora su existencia está en peligro. Hay bancos en los que ya no admiten monedas para ingresar en las cuentas. Muchos ciudadanos salen de su casa sin dinero efectivo en sus bolsillos, con la tarjeta de crédito ¿Debemos defender la existencia del "metálico"?
La guerra ha demostrado que es un riesgo confiar sólo en las transacciones electrónicas y olvidarnos del efectivo. Las inmensas colas en los cajeros de Ucrania (también en Rusia) para obtener efectivo demuestra que en "casos de riesgo es un riesgo" (valga la redundancia) no disponer de él. Ya ocurrió en episodios anteriores como los corralitos bancarios del cono sur, la crisis de 2008 en Grecia y la pandemia. Quedarse sin efectivo era entrar en una espiral que podía conducir a la miseria. Pero en la guerra es peor, puede conducir a la muerte.
La guerra ha demostrado que es un riesgo confiar sólo en las transacciones electrónicas y olvidarnos del efectivo
Los ucranianos han visto como su libertad de movimiento se ha visto reducida por no disponer de medios para pagar el transporte, comprar comida o alquilar una habitación en un país extranjero. Todas las ventajas de las transacciones electrónicas han caducado porque la red ha desaparecido o se ha dificultado mucho su uso. Lo mismo está pasando en los ciudadanos menos favorecidos de Rusia.
Pero no sólo es un tema de crisis. Hay personas que están en crisis permanente. Las excluidas de la sociedad. Un homeless o mendigo ¿cómo iba a recibir las pequeñas ayudas que obtiene en la calle? ¿Con una tarjeta de crédito? O las personas que por costumbre, o edad, prefieren el uso del 'contante y sonante' a las tarjetas.
El fin del dinero efectivo supone una restricción a la libertad de las personas. Se quiera o no aceptarlo. Una libertad más necesaria cuanto más dificultades hay, como es en la guerra.
Esa libertad requiere también de privacidad. Hay actividades que todos queremos que queden solo en nuestro conocimiento o de un círculo íntimo. El uso del efectivo ayuda a ello.
Tanto en España como en la UE existe legislación que protege al consumidor que quiere pagar bienes o servicios con dinero de bolsillo. Bien es cierto que el España se ha limitado la cantidad máxima de ese dinero para una transacción en 1.000 euros. La razón es que Hacienda -el ojo que todo lo ve- quiere controlar el comercio para evitar el fraude fiscal. En la UE, esa cifra es de 10.000 euros.
Es cierto que hay que combatir el fraude fiscal y prohibir el uso del efectivo es una forma de dificultarlo. Pero los 'malos' seguirán haciendo transacciones fuera de la legalidad. Mientras los buenos arriesgan su libertad y privacidad. Entonces ¿por qué ser tan cicateros?
¿Qué ocurriría si un español necesitase comprar un coche de más de 1.000 euros urgentemente para huir en una situación de guerra o catástrofe? Aunque tuviera efectivo no lo podría comprar. Es algo similar a lo que podría ocurrirle a un ucraniano ahora.
La guerra nos hace conscientes de cuán necesaria es la libertad y cómo, sin darnos cuenta, vamos cediéndola poco a poco. Limitar la circulación del efectivo es una de esas cesiones.
*** J. R. Pin es profesor del IESE.