La guerra de Ucrania va a ser más larga de lo previsto por los capitanes de las hordas moscovitas y, por tanto, sus efectos económicos tendrán una intensidad superior a la proyectada ab initio por el grueso de los analistas.
De igual modo que el consenso se ha equivocado de manera sustancial en sus estimaciones sobre la evolución del ciclo a lo largo de la pandemia y, también en el vigor de la recuperación tras acabar la fase más dura de aquella, volvió a errar cuando consideró temporal el repunte de la inflación y cuando excluyó la posibilidad de un escenario estanflacionista.
Ahora, esa posibilidad tiene casi todas las posibilidades de materializarse, sobre todo en Europa. Ante este panorama, el retraso del retorno a las reglas fiscales y a la normalización de la política monetaria, si se confirman, muestra el pánico de la Comisión Europea y del BCE a actuar en coherencia con lo exigido por las circunstancias, pero no existe otra forma de evitar la consolidación de un panorama de estancamiento o crecimiento muy débil con niveles de inflación crecientes.
La continuidad de una estrategia macro expansiva no sirve para estimular la actividad y sólo conseguirá acentuar los desequilibrios haciendo mucho más costosa en términos sociales y económicos su corrección.
La economía española va a tener un comportamiento muy negativo en 2022 que tenderá a agudizarse el año próximo
En el caso de España, la situación es muy preocupante. Si bien un shock de oferta hubiese tenido siempre un impacto negativo sobre el PIB y sobre la inflación, éste se ve agravado por una política de aumento del gasto, en concreto del estructural, orientada a estimular la demanda y por la existencia de unos mercados de bienes, servicios.
Y, en especial, el laboral cuyas rigideces impiden mitigar el efecto del aumento de costes y de precios provocado por el brutal encarecimiento de la energía. Esto se ve agravado por la disrupción de las cadenas globales de producción-distribución generada por la pandemia, acentuadas ahora por la guerra de Ucrania.
Desde esta perspectiva, la economía española va a tener un comportamiento muy negativo en 2022 que tenderá a agudizarse el año próximo. Con un consumo de energía primaria procedente en un 77 por 100 de los combustibles fósiles, el alza de los precios del gas y de petróleo se traduce en una elevación de los costes para todo el tejido empresarial del país.
Si se tiene en cuenta que un gran número de empresas, la mayoría, siguen en pérdidas y no han recuperado los niveles de facturación previos a la crisis, este nuevo choque supone un golpe demoledor para ellas que indice de manera directa en su capacidad de sobrevivir y, por supuesto, de invertir.
Por otro lado, la escalada del IPC erosiona de manera sustancial la renta disponible de todos los hogares pero con mayor intensidad la de aquellos con rentas medias y bajas. Esto conduce de forma inexorable a una reducción de su consumo y, por tanto, deprime la demanda interna y el crecimiento del PIB.
La subida de la inflación hasta cotas inéditas en tres décadas ejercerá una presión alcista sobre las partidas presupuestarias cuya trayectoria está ligada al IPC
Los intentos de recuperar poder adquisitivo mediante incrementos salariales destinados a mitigar la subida del IPC sólo contribuiría a incrementar los costes empresariales, dado el crecimiento negativo de la productividad, a reducir la contratación y a aumentar el desempleo.
Por añadidura, la subida de la inflación hasta cotas inéditas en tres décadas ejercerá una presión alcista sobre las partidas presupuestarias cuya trayectoria está ligada al IPC. Esto incide con singular contundencia sobre el gasto en pensiones, el mayor programa de gasto, lo que tendrá consecuencias muy negativas sobre el déficit presupuestario.
Todas las medidas implantadas por el Gobierno en lo referente a la cobertura del retiro son una bomba de relojería condenada a estallar y reflejan la extraordinaria irresponsabilidad de jugar a la demagogia, de anteponer la ideología a las exigencias de racionalidad económica y financiera.
En este contexto, España crecerá este año muy por debajo de lo proyectado por el Gobierno y por el consenso. Con suerte el PIB se incrementará en torno al 3 por 100 y la inflación se situará en promedio alrededor del 6 por 100, registrando en algunos meses tasas de dos dígitos.
La economía nacional estará abocada a un escenario de estanflación largo
Y el problema es que con la vigente estrategia gubernamental, es imposible superar este dramático panorama. No hay esperanza alguna y, si no se modifica de modo radical, la economía nacional estará abocada a un escenario de estanflación largo y, por tanto, a la imposibilidad no ya de recuperarse sino de alcanzar el PIB de 2019 en un dilatado espacio temporal.
Para salir de esta endiablada coyuntura es preciso no engañar a la ciudadanía y explicarla con claridad algo elemental: la terapia para estabilizar y poner las bases de la recuperación ha de ser inevitablemente dura. No hay opción alguna posible. Quizá la prolongación de la laxitud monetaria y presupuestaria alarguen la agonía pero cuanto más se mantengan ambas, mayor habrá de ser la dureza del ajuste.