Por si todavía alguien duda de hasta qué punto se ha trasladado la vida al entorno digital, la invasión de Ucrania por parte de Rusia no solo deja claro que todo el mundo real tiene ya una versión virtual, sino que esta puede llegar a ser más poderosa que su homóloga física. Si empresas, gobiernos y ciudadanos se han transformado digitalmente, la guerra no iba a ser menos.
A las ofensivas aéreas y terrestres se suman los ciberataques, los trabajos de inteligencia de campo se combinan con labores de ciberespionaje, el capital financiero aprovecha las opciones criptográficas para intentar seguir fluyendo, e internet amplifica la propaganda mediática y la completa con censura digital.
A medida que el mundo empieza a sentir las consecuencias de la invasión rusa en forma de aumento de precios y desabastecimiento, gobiernos y empresas responden aislando a Rusia. Y las todopoderosas compañías de tecnología que rigen sigilosamente nuestras vidas no iban a ser menos.
En el plano físico, el cierre de multinacionales en Rusia se suma al reciente anuncio de EEUU y Reino Unido de prohibir su petróleo para evitar financiar la megalomanía de Vladímir Putin. Mientras, en el plano digital, Google, Meta, Apple, Netflix y TikTok, entre otras, intentan contribuir a su manera, bloqueando o limitando sus servicios en el país.
Pero ¿quién gana de verdad con la salida de las Big Tech de Rusia? Aunque el propio presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, fue el primero en pedir que dejaran de operar allí para evitar la difusión de bulos y noticias falsas, su desaparición ahogará aún más a la población rusa en el océano de desinformación y censura en el que ya navegan.
La comunicación digital mediante redes sociales es un arma de doble filo, que sirve tanto para difundir odio y mentiras como para alzar la voz y exponer verdades. Así que, para intentar entender quién sale ganando con el bloqueo de las Big Tech en Rusia, tal vez convenga comparar la situación con las de otros regímenes opresivos como China.
Mientras que las tecnológicas se han revelado contra Putin por voluntad propia, en el gigante asiático es el propio Gobierno quien las bloquea para poder controlar y censurar las comunicaciones digitales. De hecho, en el pasado, las tecnológicas han demostrado estar dispuestas a bajarse los pantalones para poder operar en China, conscientes de los beneficios que obtendrían de su enorme población y su economía cada vez más boyante.
Mientras que las tecnológicas se han revelado contra Putin por voluntad propia, en el gigante asiático es el propio Gobierno quien las bloquea
Pero a China eso no le interesa. Abrir su internet al mundo equivale a permitir ligeros atisbos de libertad de expresión. Por mucho negocio que una mayor internacionalización de sus compañías pueda generar, gana más sin ellas y contentando a sus ciudadanos con copias chinas de WhatsApp, Facebook y Google.
Es importante tener esto en cuenta dado que Rusia está siguiendo este mismo camino, con sus propios buscadores y redes sociales, y sus avances para construir algo similar al Gran Cortafuegos chino que filtra todo lo que intenta entrar o salir de sus fronteras digitales. Si a China le ha ido bien con un internet totalmente censurado, ¿por qué no iba a Putin a intentarlo también?
La decisión de las Big Tech de dejar de operar en Rusia incluso podría beneficiarle al limitar las vías por las que los ciudadanos pueden alzar su voz y acceder a información veraz sobre las atrocidades de su presidente. Pero, en lugar de eso, las plataformas sociales, cuya inacción en pro de la neutralidad ya ha provocado muertos en varias ocasiones, han decidido posicionarse ahora sin que nadie tenga claro a quién ayuda esto.
El gran problema de las redes sociales siempre ha estado en su incapacidad o falta de voluntad para moderar el contenido de forma efectiva. Es decir, para ejercer una censura de precisión contra bulos, odio y desinformación, que deje fluir libremente la información real y la opinión.
Pero, en lugar de eso, las Big Tech han echado el candado y se han desentendido. Y, aunque esto deja a las empresas rusas sin algunas de sus principales vías de publicidad y visibilidad, lo que me preocupa es que, si la población acaba totalmente manipulada y ciega ante lo que está pasando, puede que Putin no sea el único responsable.