Con su inteligencia y responsabilidad habituales, el Gobierno ha decidido dar un giro radical a la política española hacia Marruecos. Sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo ha roto uno de los escasos consensos, pactos de Estado, que han perdurado a lo largo de los últimos cuarenta años al reconocer la soberanía marroquí del Sahara sin recibir ninguna contraprestación conocida a cambio. Y el Sr. Sánchez ha realizado este magnánimo gesto de liberalidad con unas maneras propias de un autócrata: sin pasar por el Consejo de Ministros, sin informar a la oposición y sin someterle al Parlamento. Quizá la guerra de Ucrania estimule los gestos imperiales de algunos políticos…
Por añadidura, la apertura de la “nueva etapa” en las relaciones hispano-marroquíes se produce en medio de la mayor crisis energética registrada en Europa desde los choques petrolíferos de 1973 y de 1979 y siendo Argelia, el enemigo tradicional de Marruecos y paladín de la independencia del Sahara, el principal suministrador de gas a España. El gobierno argelino afirma no haber recibido comunicación alguna del Gabinete español sobre esta cuestión y, según parece, está algo molesto.
Para tranquilizarle, el Ministro de Exteriores, Sr. Albares, ha proclamado con contundencia: “Argelia es un socio estratégico y fiable de España”. El problema es si España es eso para Argelia y creerlo sería realizar un ejercicio de voluntarismo.
España deja de ser un socio confiable con lo cual Argelia buscará y tendrá una alternativa en el Sur de Europa: Italia
De entrada, a nadie se le ocurre crear un conflicto innecesario e incomprensible con quien es un abastecedor esencial de gas; más, tratándose de la fuente de energía que respalda el sistema eléctrico cuando las demás son insuficientes para abastecer la demanda y, menos, en un escenario como el actual.
La falta de racionalidad de la decisión gubernamental se acentúa si se tiene en cuenta que Argelia se había comprometido a mantener el abastecimiento de ese combustible fósil a raíz de la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Marruecos y el cierre del gaseoducto Magreb-Europa que atravesaba el territorio del reino alauí hacia la Pensinsula.
Aunque no cabe esperar una interrupción de los flujos de gas argelino a España, resulta evidente que nada volverá a ser como antes. Los argelinos no van a renunciar a vender gas a la Vieja Piel de Toro que es un mercado exportador importante para ellos y, por tanto, una importante fuente de ingresos, pero sí se va a producir un cambio estructural con consecuencias relevantes a medio y largo plazo. Por un lado, se ha producido una quiebra de confianza que no va a ser posible corregir en mucho tiempo; por otro, España deja de ser un socio confiable con lo cual Argelia buscará y tendrá una alternativa en el Sur de Europa: Italia.
Las consecuencias geopolíticas de ese viaje argelino hacia la Bota italiana se van a traducir en la pérdida de una gran oportunidad para España: la de convertirse en la plataforma de suministro de gas para una UE decidida a reducir su dependencia del gas ruso.
Con la mayor dotación de infraestructuras, 6 regasificadoras, y su posición geográfica, España estaba en condiciones de transformarse en el gran hub gasístico de Europa tanto de GNL como de Gas Natural convencional al tiempo que la situación existente en la UE constituía y constituye una ocasión extraordinaria para hacer posible la ampliación de la interconexión con Francia para llevar gas a la Europa continental. Esto ya será imposible.
Por añadidura, la materialización de esa oportunidad hubiese reforzado de una manera extraordinaria capacidad de influencia española en la escena europea. Con la Península convertida en un centro de suministro de gas al resto de Europa, la posición estratégica de España hubiese ganado un extraordinario peso no sólo en términos económicos, sino políticos. La capacidad marroquí de “fastidiar” se hubiese reducido de manera significativa al convertirse España en un factor esencial de la seguridad energética del Viejo Continente.
Todo parece indicar, salvo prueba en contrario, que el acercamiento a Marruecos del Gabinete español o, para ser precisos, de su Presidente no obedece a ningún razón de Estado ni a ninguna concesión marroquí. Ni Ceuta, Melilla o Canarias están más seguras ni las llegadas de inmigrantes ilegales a través de Marruecos tienen porqué remitir.
Quizá la próxima Cumbre de la OTAN, que se celebrará en España el 29-30 de junio, explique el salto al vacío realizado por Sánchez y, tal vez, el abrazo a Mohamed VI tenga por objetivo básico lograr una palmada en la espalda del Presidente Biden.