En la última semana he podido palpar la preocupación por la crisis de oferta en el comercio internacional, tanto en España como fuera de nuestro país. Y lo más asombroso es que ser testigo de cómo se le atribuía la responsabilidad del problema del suministro a diferentes agentes: desde el brexit, hasta el imperialismo de China, el confinamiento de Shanghai o las políticas de Biden. El caso es que no nos viene nada bien.
Si entramos en la Semana Santa dividiendo la atención entre Ucrania y el IPC, la terminamos con más frentes abiertos. Los rumores de crisis en el suministro, consecuencia de "lo que sea", lleva a que se aumente la demanda presente, para evitar la previsible futura escasez. Importamos más. Y, a pesar del récord en nuestras exportaciones, que normalmente sería una noticia muy buena, el déficit comercial se acrecienta.
Mientras tanto, la inflación trepa más de lo esperado. Y no parece que vaya a ir a mejor. ¿Qué podemos esperar de escasez de oferta unida a aumento de la demanda? Más subidas de precios.
De los factores incluidos en ese "“lo que sea", todos aportan algo. Por ejemplo, el brexit explica las largas colas de camiones en Dover. También es cierto que la entrada en vigor de las sanciones de la UE a Rusia y Bielorrusia son la causa de los kilómetros de camiones que tratan de llegar a estos países vía Polonia.
Elaine Chao, Secretaria de Transportes de Estados Unidos bajo el mandato de Donald Trump, que ya había sido Secretaria de Empleo en la Administración de George W. Bush, defiende que la crisis de oferta es el resultado de un conjunto de malas decisiones de política económica emprendidas por el presidente Biden.
En concreto, ante el histórico ascenso de la inflación en Estados Unidos, fruto de la crisis de la pandemia, por un lado, y de la guerra de Ucrania, por otro, Biden ha decidido incentivar la demanda, de forma que ante la ruptura de la cadena de suministros, en lugar de frenar la subida de precios, se le ha dado más oxígeno.
¿Qué podemos esperar de escasez de oferta unida a aumento de la demanda? Más subidas de precios.
Lo cierto es que la inflación en el sector del transporte en Estados Unidos es menor en el 2022 que en el 2021. Así que no parece que esa sea toda la explicación de la enorme subida de precios general de la economía norteamericana. Y en este punto estoy de acuerdo con Emily Stewart, periodista en la revista digital Vox (aunque comparta nombre con un partido político, no tienen nada que ver).
Según Stewart, hay mucho de política en todo esto. Si la explicación general a la inflación en Estados Unidos es que el estímulo fiscal ha sido excesivo, entonces la próxima vez que suceda algo, tal vez las autoridades monetarias no van a estar tan dispuestas a aplicar esa medida. Eso no es muy popular.
Además, aunque hay consenso, al menos en los factores más obvios, como el parón en la actividad económica global debido a la pandemia, o la invasión rusa en Ucrania, hay otros factores que no se están atendiendo como por ejemplo, afirma Stewart, la poca inversión en transporte internacional.
El comercio global está basado en muchas ocasiones en cadenas de suministro 'just-in-time' (justo a tiempo) o en cadenas de suministro rápido. La característica esencial de ese tipo de estructuras es que en cuanto un detalle falla, la cadena se estropea.
De manera que, mientras el comercio se ha mantenido estable, todo ha ido bien. Pero cuando lo impensable ha sucedido, se ha puesto de manifiesto la fragilidad del sistema global de transporte. Y, por supuesto, cuando lo impensable ha vuelto a pasar, esos mismos problemas han vuelto a emerger porque no ha dado tiempo a parchear los errores de base. Probablemente tiene razón.
En cualquier caso, nada de esto contradice el que el estimulo monetario en Estados Unidos y en Europa, que originalmente fue un intento de paliar los estragos de la pandemia, tiene también su parte de culpa.
¿Qué factor es el más importante? Si de lo que se trata es de ganar un concurso de talento, sinceramente, no me interesa la pregunta. Pero si intentamos descubrir las causas para contrarrestar la inflación y para aprender qué no hay que hacer cuando nos veamos en una circunstancia similar, entonces la reflexión merece la pena.
Hay que asumir lo peligroso de cebar la inflación monetaria, que es invisible a los ojos pero tiene consecuencias atroces
Yo creo que hay que aplicar medidas anti inflacionistas a corto plazo. Hay que restaurar las cadenas de suministro prestando atención a la resiliencia potencial de las mismas. Hay que invertir en nuestra autonomía energética como objetivo prioritario, tanto a corto como a largo plazo. Hay que asumir lo peligroso de cebar la inflación monetaria, que es invisible a los ojos pero tiene consecuencias atroces.
Pero, sobre todo, como comenta Emily Stewart, sería estupendo que los gobiernos fueran honestos con los ciudadanos y confesaran que esto no es temporal. Ni las consecuencias del estímulo monetario. Ni la inflación que se ha complicado. Ni la incertidumbre que se ha instalado en nuestro siglo. Ni el problema energético. Ni, por desgracia, probablemente, la guerra de Ucrania.
A pesar de ello, no hay que utilizar ese hecho como excusa para la inacción, o para la cobardía a la hora de atajar la sangría de la inflación. Porque mientras aumente la inflación, se deteriora el poder de compra, y los políticos aprovecharán para aplicar medidas que estimulen la demanda. Pero si no se resuelve el embrollo del lado de la oferta, no se va a suavizar la presión de los precios.
Salir de ese bucle sin final requiere coraje y sensatez. Quiero terminar con un gesto de esperanza. El parlamento mexicano ha rechazado la reforma energética propuesta por su presidente, López Obrador, quien no logró el sí de los dos tercios de la Cámara. La reforma pretendía poner en manos de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) el grueso del sector y limitar la participación del sector privado en la generación de electricidad a un 46% para favorecer a la CFE. No fue por mucho, pero se rechazó. Enhorabuena.