La “caída” de las (F)AA(N)G
La facilidad con la que los inversores construyen gigantes con pies de barro resulta asombrosa. Durante los últimos diez años se han esforzado en erigir referencias con las que identificar una tendencia secular que, ahora parece, ha llegado a su fin. Los descensos primero de Meta Plataforms -anteriormente conocida como Facebook- y los más recientes de Netflix, ponen de manifiesto lo que para muchos es el fin de una era. ¿Es realmente así?
Uno de los principales pilares de la inversión value investing es la búsqueda de negocios sólidos que perduren en el tiempo. Por tiempo no entendemos una década marcada por una moda sino un negocio realmente robusto que pueda competir para siempre. Es por ello que muchos de los inversores que nos guiamos por esa filosofía de inversión no encontrábamos en su momento argumentos sólidos para justificar la perdurabilidad. Eso amén de las valoraciones.
En Netflix se ha comprobado que la aparición de plataformas competidoras, un cambio en las preferencias de los consumidores y cuestiones de precio, eran previsibles, además de que el sector de contenidos en sí no tiene ninguna barrera de entrada. Igual que en el caso de Meta, ya que su auge respondía a una necesidad de comunicación e interacción social que muchas otras plataformas intentaban sin éxito y que Mark Zuckerberg sí supo desarrollar con éxito.
En la mitología griega, Casandra era hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya. Fue sacerdotisa de Apolo con quien pactó, a cambio de un encuentro carnal, la concesión el don de la profecía. Una vez adquirido el poder de la adivinación, Casandra rechazó el amor de Apolo quien sintiéndose traicionado la maldijo de forma que nadie creería jamás en sus pronósticos.
Las cotizaciones de Netflix y Meta han perdido desde sus recientes máximos históricos un 70% y 50% respectivamente
Algo parecido al mito de Casandra es lo que ha venido ocurriendo desde hace años con los que se han posicionado contra ese índice formado por las FAANG. Hoy viven en el regocijo de su predicción.
Las cotizaciones de Netflix y Meta han perdido desde sus recientes máximos históricos un 70% y 50% respectivamente, lo cual podría significar que estamos ante dos cisnes negros de la renta variable.
Por otra parte, para desdicha de sus detractores, convendría recordar que una inversión en 2002 en Netflix hasta su punto máximo, suponiendo que alguien tuviese esa capacidad de invertir de mínimo a máximo, habría multiplicado por 2.500 cada dólar invertido. En el caso de Meta el múltiplo es más bajo (22x) pero el resultado es que en ambos casos ambas inversiones han generado no pocos millonarios.
Analizar causas y efectos ahora es relativamente fácil. Antes de la pandemia y sin la necesidad de subirse al carro de una tendencia disruptiva de cambio en el consumo, Netflix ya había multiplicado por casi 50 veces su precio tras el enorme varapalo que sufrieron las acciones en 2012 cuando vieron recortado su precio un 80% en un año.
Pero las condiciones de mercado, el ciclo económico y de capital, y tantos otros factores, se llevaron por delante consideraciones de precio y valoración en todos estos negocios disruptivos. Era su momento y de ahí surgió el mito de las FAANG.
La cuestión es por tanto entender si asistiremos a un renacer en los títulos de estas compañías ya que estos modelos de negocio no suponen de ninguna forma en mi opinión una traslación de lo que ocurrió, por ejemplo, con el pinchazo de la burbuja tecnológica de principios de siglo con compañías como AOL, Yahoo, Cisco, Worldcom y tantas otras.
Personalmente creo que vamos a ver un resurgir en sus cotizaciones sin lugar a dudas pero que el mismo tardará en verse como consecuencia del ciclo bursátil que nos queda por atravesar. Netflix y Meta han sido, y son, negocios de volumen.
El principal problema que tiene hoy es que lucha con factores más complejos como los temas regulatorios y la animadversión que ha generado un personaje como Zuckerberg
En el caso de la primera, además, un negocio intensivo en capital que ahora necesita de una subida de precios en sus cuotas para contener la inflación de costes y la necesitad de inversión en contenidos. Ser el líder es lo que tiene, la obligación de llegar y mantenerse. En el caso de Meta las consideraciones son más extensas.
Desde mi punto de vista el principal problema que tiene hoy es que lucha con factores más complejos como los temas regulatorios y la animadversión que ha generado un personaje como Zuckerberg. Más o menos lo mismo que le acabará sucediendo a Elon Musk con Tesla, otro debate diferente pues la T nunca formó parte del acrónimo FAANG.
La diferencia es que mientras Amazon, Apple o Alphabet (Google), son negocios en los que se percibe un posicionamiento de liderazgo, dominante y diversificado, Netflix y Meta atravesarán un proceso de digestión lento y duradero sobre su futuro.
No es una cuestión de comulgar o entender sus negocios, es una cuestión de que sus valoraciones durante mucho tiempo han ido muy por delante de sus fundamentales, especialmente en el caso de Netflix, y es ahora, en el momento que todo eso se cuestiona y se vuelve a las bases, o eso me gustaría pensar, cuando los inversores se dan cuenta de que pagar múltiplos disparatados no se sostiene con independencia del tipo de negocio en el que estemos.