"Extranjero, ve y di en Esparta que aquí caímos en obediencia a sus Leyes". Así reza el epitafio de los 300 hoplitas espartanos, que, junto con sus aliados beocios, murieron en el desfiladero de las Termópilas, las "puertas de fuego" de Grecia, intentando, "en vano", detener el avance del ejército persa que había invadido Grecia.
Desde un punto de vista puramente militar, las Termópilas fueron una derrota griega. Sin embargo, las victorias griegas posteriores de Salamina y Platea no se pueden entender sin el sacrificio de los espartanos, encabezados por su rey Leónidas. La importancia histórica de este episodio de hace 2.300 años es inmensa: el mundo griego, desde la filosofía de Platón a Aristóteles a las primeras democracias son el origen de la civilización occidental porque los griegos resistieron la invasión persa y conservaron su libertad.
Mariúpol, al igual que el desfiladero de las Termópilas, tiene su importancia estratégica, pero no es un enclave decisivo. Y por supuesto, lo que puede parecer una derrota en términos puramente numéricos no siempre lo es a los efectos de ganar una guerra.
El objetivo de la invasión total de Ucrania, según Putin, era su "desnazificación", es decir, sustituir el gobierno de Zelenski por un gobierno títere. Para eso era necesario, o bien que el gobierno ucraniano huyese y dejase un vacío de poder, o bien conquistar Kiev. Abandonados esos objetivos, la otra alternativa era cortar el acceso de Ucrania al mar, lo que, con gran probabilidad, la haría inviable como Estado.
Sin embargo, el acceso al mar realmente relevante es el acceso a mar abierto, no al mar de Azov. Por esa razón, Odessa es mucho más relevante que Mariúpol. La realidad es que Odessa no ha sido realmente amenazada en ningún momento. El temido asalto anfibio a la ciudad podría acabar en un desastre ruso, como lo fue, el asalto aéreo al aeropuerto de Kiev. Sobre todo, después del hundimiento del buque insignia de la flota del Mar Negro, el crucero Moskova, tras el impacto, increíblemente preciso, de dos misiles ucranianos.
El temido asalto anfibio a la ciudad podría acabar en un desastre ruso, como lo fue, el asalto aéreo al aeropuerto de Kiev
Sin embargo, a diferencia de los espartanos de Leónidas, ni los combatientes ucranianos, ni mucho menos las familias atrapadas en la gigantesca factoría de Azovstal quieren morir. Pese a eso, están sistemáticamente rechazando los ultimátum y ofertas de rendición del mando ruso.
La razón por la que están rechazando las ofertas rusas es que piensan, con motivo, que los rusos no respetarán su vida si se rinden. Después de la masacre de Bucha, por ejemplo, nadie se fía de que el ejército ruso respete la Convención de Ginebra. De hecho, la amenaza, reiterada de "eliminar" a los ucranianos que no acepten el ultimátum no da, precisamente, muchas garantías de que la rendición sea una opción para salvar la vida.
Las violaciones de los derechos humanos que cometieron las tropas rusas son ahora de dominio público. El punto clave es que en Ucrania funciona, bastante bien, Internet, entre otras razones porque los rusos no han intentado cortarlo, ya que es el sistema de comunicación de sus propias tropas.
Además, los ojos del mundo entero están puestos en Ucrania. Por esas razones, hay muchísima menos "niebla de la guerra" que en otros conflictos. Si a esto añadimos actuaciones como que Putin haya condecorado precisamente a la unidad que cometió abominables crímenes en Bucha, tenemos el pack completo: represión, violación de los derechos humanos, transparencia e incluso jactarse de la crueldad ejercida.
Parafraseando a Maquiavelo, esto no es sólo inmoral, es, además, un error. El error de esta política del Kremlin es gravísimo por varias razones. Por una parte, porque obliga a los gobiernos occidentales, presionados por su opinión pública, a proporcionar más armas a Ucrania, simplemente para evitar que a los ucranianos los masacren.
Pero, paradójicamente, lo peor es que dificulta el avance ruso, precisamente porque nadie se rinde y todo el mundo intenta vender su vida todo lo cara que puede. Y esto es, literalmente, lo que está ocurriendo en la factoría de Azovstal.
Un agravante adicional es que Putin ha identificado al batallón Azov, que resiste en la factoría como una parte de los neonazis ucranianos. Traduciendo, que buena parte de los combatientes en Mariúpol, con independencia de su ideología, tienen mucho más que temer de las represalias rusas que el ucraniano medio.
El problema adicional al que se enfrenta el ejército ruso es que la factoría se construyó en época de Stalin como un refugio en caso de guerra nuclear. Para sacar a los combatientes de la factoría no hay muchas opciones disponibles.
El ejército ruso ya empleó armas químicas en Siria, pero ahora, el mundo entero está mirando
Una de ellas es el tiempo, pero implica inmovilizar muchísimos recursos. La otra alternativa es el asalto, pero el número de bajas rusas puede ser descomunal. La última alternativa es el uso de armas químicas. El ejército ruso ya empleó armas químicas en Siria, pero ahora, el mundo entero está mirando.
El presidente ucraniano Zelenki ha advertido que, si se "elimina" a los defensores de Mariúpol, se terminarán las conversaciones con los invasores rusos. A primera vista, no parece una gran amenaza. Sin embargo, si Rusia no ha conseguido sus grandes objetivos, y no parece que pueda hacerlo, para salir de Ucrania necesita un acuerdo con el gobierno de Zelenski.
De otra forma, aunque tome más territorio en el Este, la guerra y las sanciones que está sufriendo Rusia continuarán indefinidamente. Por cierto, las sanciones a Rusia, más que detener la maquinaria de guerra rusa, lo que hacen es complicar y mucho, cualquier ofensiva adicional, pero de eso, hablaremos otro día.
La conquista definitiva de Mariúpol sería la primera conquista importante para Rusia, que además enlazaría el Donbas con la península de Crimea sin fuerzas ucranianas amenazando.
Sin embargo, quizás el precio que tenga que pagar el ejército invasor ruso acabe siendo demasiado elevado, como les ocurrió a los invasores persas en las Termópilas. Porque, a diferencia de los griegos, los ucranianos no están solos y están recibiendo el apoyo de Occidente, tanto económicamente como, sobre todo en esta fase, en armas y en tecnología. Pero todo eso no sería suficiente sin la voluntad de resistir que convierte aparentes derrotas en el germen de la victoria.
La guerra está teniendo un coste inmenso para Ucrania, y relevante, económicamente, para el mundo entero. Pero no se puede exigir a los ucranianos, ni siquiera a los que están en una situación límite como en Mariúpol, que se rindan y no sólo porque están en su derecho de no hacerlo, y porque están defendiendo, también nuestra libertad y nuestra seguridad, sino porque se ha demostrado que eso, ni si quiera es el medio más seguro ni para conservar la vida. Aquellos que resisten contra toda esperanza, que se niegan a rendirse, son los que nos traen esperanza, ahora y hace 2.300 años, en las Termópilas y también en Mariúpol.
*** Francisco de la Torre Díaz es economista e inspector de Hacienda.
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