Elecciones en Europa: una precaria alineación de astros
La reelección de Macron abre una ventana temporal para avanzar en la integración europea. Pero nada indica que cambie la tendencia a la fragmentación y polarización política.
La elección presidencial en Francia ha evitado otra conmoción que sumar a la crisis geopolítica, de materias primas e inflación y de escalada de los tipos de interés. A expensas de las elecciones parlamentarias del 12 y 19 de junio, el eje franco-alemán parece en disposición de avanzar en la integración europea, probablemente con el apoyo entusiasta de los gobiernos español e italiano, y con la aquiescencia de los socios frugales del norte y de los euroescépticos del este.
Surge ahora una oportunidad para dar pasos decisivos en ámbitos tan diversos como las uniones fiscal y bancaria, la transición energética y las políticas exterior y de seguridad. Sin embargo, esta alineación de astros no tiene visos de ser duradera.
Nada sustancial ha cambiado en el panorama de fragmentación y polarización política en el continente. La senda de integración de la UE seguirá siendo tortuosa, no ha terminado el pulso con los Cuatro de Visegrado, y las elecciones en Italia, Polonia y España el año que viene harán complicado avanzar en las reformas estructurales y en el ajuste presupuestario.
La senda de integración de la UE seguirá siendo tortuosa, no ha terminado el pulso con los Cuatro de Visegrado, y las elecciones en Italia, Polonia y España
Ni siquiera la victoria de Macron, por un margen más estrecho que en 2017, asegura un mandato fructífero. Mucho dependerá de la composición de la Asamblea Nacional, que se votará en menos de dos meses. Es difícil vaticinar si se repetirá el desplome de los partidos tradicionales y si La República en Marcha podrá revalidar su mayoría absoluta.
Todo apunta a un realineamiento en tres grandes bloques, en el que Macron podría verse obligado a apoyarse en otros partidos de centro-derecha, o incluso a una cohabitación con una coalición de izquierdas. Esto podría diluir y retrasar su programa de reformas de las pensiones, del mercado laboral y de simplificación de la tributación empresarial.
Pero lo más importante para la economía y los mercados europeos será su política exterior. Afrontamos meses cruciales para la revisión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que determinará la magnitud del ajuste fiscal a partir de 2023.
Las esperanzas de que se consoliden en una senda más gradual (que sostenga el crecimiento, la innovación y el empleo) y las emisiones conjuntas de deuda pueden enfrentarse a todo tipo de obstáculos, en especial si muchos gobiernos siguen procrastinando respecto a las reformas estructurales y a la reducción del déficit público y si los fondos europeos del NGEU no son empleados de forma productiva.
La ventana de oportunidad para la UE podría tener fecha de caducidad. La continuidad de Mario Draghi como primer ministro italiano ha demorado las elecciones hasta los primeros meses de 2023 y da margen para aprobar algunas de las reformas y para lograr una tímida reducción de la deuda.
Sin embargo, al igual que en Francia, no se vislumbra cómo se recompondrán los partidos una vez que Draghi se retire, sin que los partidos tradicionales, La Liga y 5 Estrellas hayan resuelto sus crisis. Después vendrán las elecciones municipales, regionales y generales en España, así como las parlamentarias en Polonia que -al igual que recientemente en Hungría- podrían revalidar el actual gobierno nacionalista y euroescéptico.
Al igual que en Francia, no se vislumbra cómo se recompondrán los partidos una vez que Draghi se retire
Así que no debe interpretarse la reelección de Macron como el comienzo de una reversión de las tendencias a una creciente fragmentación, polarización y disfuncionalidad de los sistemas políticos en la mayoría de los países europeos y del resto del mundo, que tiene grandes implicaciones económicas y financieras.
Las dificultades o falta de voluntad para afrontar reformas lastran el potencial de crecimiento en una era de inmensas y rápidas transformaciones estructurales y de declive demográfico.
La presión social obliga a unas políticas fiscales continuadamente expansivas, aumentando la vulnerabilidad en periodos de subidas de los tipos de interés o de las primas de riesgo. Esto a su vez solo es sostenible con políticas monetarias laxas, proclives a causar episodios de inflación o de exuberancia en algunos mercados. Además, la polarización propicia los movimientos populistas y nacionalistas, más reacios a la cooperación multilateral y a la coordinación global de políticas económicas.
En cualquier caso, este panorama está ya en buena parte reflejado en los mercados. Explica la persistente fragilidad de las bolsas, que las compañías europeas coticen con gran descuento respecto a las estadounidenses, así como la notable infravaloración del euro.
Pero también significa que hay mucho margen para atraer capitales internacionales y generar unas dinámicas económicas y financieras más positivas si los gobiernos aprovechan esta alineación temporal de intereses, refuerzan el entramado institucional y las capacidades fiscal y financiera de la UE, y aceleran las transiciones digital y ecológica.
*** Roberto Scholtes es director de Estrategia de UBS en España.