Para los que intentan leer las muchas veces confusas señales del mundo de la tecnología, la cosa está más que clara: nos dirigimos hacia un mundo en el que todas las tareas que las personas, por la razón que sea, no quieren hacer, serán llevadas a cabo por robots.
Empezamos hablando de las ocupaciones más obviamente propicias para la sustitución, los trabajos considerados dentro de las llamadas 4D, aludiendo a la inicial de sus calificativos en inglés: peligrosos (Dangerous), aburridos (Dull), sucios (Dirty) o degradantes (Demeaning).
Por supuesto, son muchas las personas que tienen trabajos que caen dentro de esas categorías y que, sin embargo, están muy agradecidos de tenerlos porque les permiten llevarse dinero a casa, pero eso no evita que exista una presión creciente a su sustitución: conducir un automóvil puede posiblemente ser divertido, pero cuando tienes que hacerlo horas y horas para llevar personas o mercancías de un sitio a otro, lo mejor para todos, seguramente, es que termine haciéndolo una máquina. Además lo hará sin ninguna duda mucho mejor y con menos fallos —y quien discuta esto, es que no ha entendido aún cómo funciona la tecnología.
Lo mismo ocurre con los cajeros: no es un trabajo agotador, pero sí profundamente repetitivo. O con los repartidores, o los vigilantes, o los encargados de la limpieza, de la construcción, de la agricultura, y de muchas ocupaciones más… Por supuesto, no lo digo yo: hay incluso páginas muy bien documentadas que llevo años usando en mis clases, como Will robots take my job?, que permiten ver cuál es el nivel de amenaza o de probabilidad que cada trabajo tiene de ser sustituido por robots en un futuro cercano.
Por mucho que romanticemos determinados trabajos, la realidad es que quienes los hacen, estarían más a gusto si no tuvieran que hacerlos
Si lo pensamos, pocos discuten que la mayoría de las personas que se dedican a esas ocupaciones, lo hacen porque, fundamentalmente, no tienen o no ven otro remedio: por mucho que romanticemos determinados trabajos, la realidad es que quienes los hacen, estarían más a gusto si no tuvieran que hacerlos… Salvo, lógicamente, por el 'pequeño detalle' de que entonces no tendrían de qué vivir.
Los vehículos autónomos, bien para transporte de viajeros en entornos urbanos o de mercancías en largas distancias, llevan ya años en desarrollo, con un nivel de progreso razonable considerando la dificultad de la tarea.
En varias ciudades hay ya flotas desplegadas de los llamados robotaxis ya sin conductor de seguridad, y varias compañías están haciendo ya parte de sus rutas logísticas en camiones en los que el conductor va simplemente en la cabina como mecanismo de seguridad.
Algo, por otro lado, completamente necesario: el interés en las sociedades desarrolladas por el trabajo de conductor de camión es fundamentalmente nulo, y la gran mayoría de los que se dedican a ello se aproximan ya peligrosamente a la edad de jubilación.
Por cada trabajo de este tipo, surgen iniciativas tecnológicas dispuestas a trabajar en su sustitución. Desde compañías como Dyson o Tesla, empeñadas en la introducción de robots en los hogares para llevar a cabo tareas de limpieza, hasta otras dedicadas al reparto logístico mediante robots que circulan por las aceras, a trabajar en el campo recogiendo cosechas de todo tipo o eliminando malas hierbas para eliminar el uso de herbicidas selectivos, pasando por la construcción autónoma.
Una de las mayores presas hidroeléctricas de China, destinada a producir más de cinco mil millones de kWh anuales de electricidad, está siendo construida íntegramente por robots. O por la seguridad: cada vez más secciones de la frontera sur de los Estados Unidos están, en lo que podría parecer un homenaje a la distópica serie Black Mirror, empezando a ser patrulladas por perros robóticos.
Los efectos de esta presión para la automatización se están dejando sentir ya en algunos países: en Corea del Sur, muchas industrias están reemplazando a toda velocidad a trabajadores con robots por temor a ser denunciadas por ponerlos en peligro, a partir de la aprobación de una ley, la Serious Accident Punishment Act (SAPA), que prevé responsabilidades penales derivadas de muchos accidentes laborales. Una ley pensada originalmente para proteger a los trabajadores, se está convirtiendo en el pretexto para la eliminación de muchísimos puestos de trabajo.
No hace falta saber leer mucho entre líneas para interpretar las señales que la tecnología nos está enviando: cada día va a ser más importante disociar el trabajo y la vida, y condenar al olvido aquello de "ganarás el pan con el sudor de tu frente". Pronto, los robots harán tantas cosas y tan bien, que el concepto de trabajo para los seres humanos habrá cambiado: trabajo será algo que "quieres" hacer, por la razón que sea, pero no algo que "necesitas" hacer para vivir.
Sin duda, un cambio fundamental para entender cómo van a ser las sociedades del futuro. Mejor que vayamos empezando a pensar cómo va a cambiar la vida, y sobre todo, cómo vamos a vivir.