Cuando no hay capacidad ni más imaginación política ni legislativa que la del decretazo y el impuestazo, es que hay que preocuparse de verdad. Europa atraviesa su enésima crisis económica sin que nadie pudiera decir que era inesperado. Y como no podía ser de otra manera, las soluciones que se proponen son las de siempre.
La situación energética que se avecina este próximo otoño-invierno va a ser, siendo generoso, entre calamitosa y desastrosa. Me resulta imposible dulcificar la escala. Los políticos europeos lo saben y en lugar de trabajar de forma coordinada para dar una respuesta sensata han empezado a mirar a los lados sin saber muy bien qué hacer.
Por ese motivo se recurre a la vieja receta del socialismo más caduco y trasnochado que es echar la culpa a otro sin saber muy bien qué hacer, y como siempre, ante la duda subir los impuestos.
¿Cómo se combate la inflación? La teoría económica nos dice que es la consecuencia de un recalentamiento económico (mucho consumo, inversión y crédito). En ese contexto, la receta es subir los tipos de interés porque así se modula la cantidad de dinero disponible en la economía de forma que la demanda se suaviza evitando un colapso.
El problema es que cuando la política monetaria sigue el viejo patrón neoclásico contemporáneo hay riesgo de fragmentación, hoy el segundo quebradero de cabeza del BCE tras una inflación desbocada.
Decir que un banco se beneficia de la subida de tipos es tan obvio como que en Madrid no se puede llevar abrigo en el mes de julio.
Los países de la zona euro saben que el retraso en normalizar los tipos es tan grande y los riesgos de cola tan elevados que o se toman medidas a nivel país o esto en unos meses puede explotar.
La solución del gobierno socialista no puede ser más quijotesca. Plantear un impuesto a la banca porque, según el propio presidente, se beneficia de la subida de tipos de interés. Si no fuera porque salta a la legua que se trata de una contraprestación política para no disolver su apoyo parlamentario, uno podría pensar que no se puede ser más ignorante. Esto es el progresismo dar a unos pocos para quitar a unos muchos.
Decir que un banco se beneficia de la subida de tipos es tan obvio como que en Madrid no se puede llevar abrigo en el mes de julio. Pero además de evidente es contradictorio. La medida está muy mal planteada ante la opinión pública básicamente porque es electoralista, no pragmática.
La hacienda pública ya está recaudando por esa subida de tipos. Tomando como base los beneficios antes de impuestos de las cinco principales entidades bancarias nacionales, se espera recaudar solo en el impuesto de sociedades entre 5 y 6 mil millones de euros.
Hay que recordar que la presión fiscal sobre el ahorro es elevadísima, por lo que habría que tener en cuenta los ingresos indirectos derivados de plusvalías, retenciones a cuenta e IVA. La factura sube.
Por ese motivo habría que explicarles a nuestros políticos que dadas las pérdidas de las que viene el sector y que los tipos de interés negativos les han supuesto un daño importante en su rentabilidad durante demasiado tiempo, hablar ahora de que se benefician de la subida de tipos es un chiste de tan mal gusto que resulta hasta vulgar.
Hablar ahora de que se benefician de la subida de tipos es un chiste de tan mal gusto que resulta hasta vulgar.
Además, la medida es un brindis al sol. Si hacemos números grosso modo, de los 1.500 millones de euros anuales que se espera recaudar, teniendo en cuenta que la medida tiene un trámite parlamentario complicado y que el año que viene es año electoral, asumiendo en el mejor de los casos dos-tres trimestres de aplicación, la recaudación no va a superar los 400 millones de euros, o lo que es lo mismo, una cuarta parte del objetivo.
Esto repartido entre todas las entidades financieras, e insisto, con la duda de su validez normativa (muy posiblemente sea hasta inconstitucional), nos lleva a la conclusión de que es el bocado de carnaza que le ha dado a los radicales para mantener su apoyo de cara a próximas elecciones. Y con esto tapa las tensiones recientes por el posicionamiento personal del gobierno con Marruecos o con el regate presupuestario para aumentar el gasto militar. Inteligentemente maquiavélico, o lo que es lo mismo, “sanchismo” en estado puro.
Y queda el tema de que, si alguien piensa que este impuesto va directo en vena al consumidor es que se ha perdido cien años de historia financiera. ING, sin ir más lejos, ya ha anunciado una inminente subida de comisiones. Y no será el último banco que traslade ese coste al cliente.
Volviendo al tema de apagar fuegos con gasolina, lo que no es de recibo es pensar que la inflación se combate subvencionando el abono transporte, aconsejando abrigarse en invierno o quedándose a la sombra en verano. Y desde luego no con más impuestos. La sociedad española, incluida la progresista, quiere otro tipo de respuestas. Pero mucho nos tememos que no hay capacidad intelectual ni voluntad política.