“Hold on, I’m coming” Isaac Hayes, David Porter
Los datos de PIB y empleo publicados esta semana reflejan un rebote cíclico y una recuperación pobre, endeudada y con elevadísima inflación. Tras más de 200.000 millones de euros de estímulo monetario y fiscal, no podemos considerar estos datos espectaculares ni excepcionales, sino simplemente un rebote sin componente estructural.
Nos debe preocupar que España caiga más en periodos de crisis y se recupere más lentamente, pero especialmente que caigamos en la euforia por un rebote estacional, como ha ocurrido en todas las ocasiones.
En este contexto, elevar el techo de gasto a un nuevo récord histórico tiene como objetivo dopar el PIB de cara a un 2023 complejo. Si el Gobierno pensase que la economía va a ir muy bien no dispararía el gasto-. El problema es que a la vez supone un aumento masivo de los desequilibrios estructurales de España.
El Gobierno, además, se apunta los buenos datos como suyos y los malos como causas externas. La EPA es gracias al Gobierno, la inflación es culpa de otros. Los mismos que repetían que el INE calcula mal el PIB y la inflación ahora dicen que calcula maravillosamente la EPA y el PIB. Fascinante.
La pregunta que debemos hacernos es, si estos datos no recuperan el PIB previo a la pandemia con un enorme apoyo fiscal y monetario y tipos reales negativos ¿se mantendrá la tendencia en el tercer trimestre?
El PIB de España recupera un 1,1% en el segundo trimestre, un dato positivo en un contexto complejo, pero sigue sin recuperar los niveles de final de 2019 a pesar del mayor estímulo fiscal y monetario de la historia reciente y el impulso de recuperación del consumo y turismo.
Incluso considerando ese dato positivo de PIB agregado, la contribución de la demanda nacional al crecimiento interanual del PIB es de 3,6 puntos en el segundo trimestre, cuatro décimas inferior a la del primero. El impulso exterior nos ayuda, y la demanda externa aporta 2,6 puntos, tres décimas más que en el trimestre anterior, según el INE.
Es evidente que el impulso económico se ralentiza incluso con buenos datos de consumo.
El empleo en la economía medido por horas trabajadas muestra una caída en los puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo (−0,4%), nueve décimas. Las horas trabajadas aumentan un 3,7%, 3,8 puntos inferior al primer trimestre de 2022. Por su parte, los puestos equivalentes a tiempo completo crecen un 4,9%, cuatro décimas menos que en el primer trimestre, según el INE. Es decir, se crea menos empleo de lo que rebota el PIB real y eso no es “espectacular”.
Los datos de la EPA son esperanzadores, pero tampoco son espectaculares. Es especialmente claro en la comparación de tasa de actividad y tasa de paro.
En el cuarto trimestre de 2019 la tasa de actividad era del 58,74% con un paro del 13,78%. En el segundo trimestre de 2022 la tasa de actividad es del 58,71% con un paro del 12,48%.
La variación trimestral de la ocupación es inferior a la del mismo trimestre de 2021 y 2018 y similar a la de 2019 y 2017, es decir, tiene un elevado componente cíclico. Se contabilizan 2,9 millones de parados pero no podemos olvidar que esa cifra incluye casi 500.000 que no son parados oficiales pero no están trabajando, como recuerda el sindicato USO. La caída del paro también es similar a la de años anteriores e inferior al mismo trimestre de 2018 y 2017.
Hay que celebrar la recuperación del turismo pero no caer en la euforia.
Hay que celebrar la recuperación del turismo pero no caer en la euforia. Se frena el aumento de autónomos, que se queda en 3,15 millones y apenas ha crecido en el último año. Veremos cómo afecta el reciente acuerdo para aumentar las cuotas a más de 250.000 autónomos que sigue haciendo más daño a un colectivo especialmente debilitado.
El gran problema va a ser que los indefinidos discontinuos pasarán a cobrar el paro cuando no trabajen pero no entrarán en la lista de paro.
Mientras, la inflación sigue desbocada. A pesar de una caída y corrección de las materias primas desde marzo, la inflación se ha disparado en julio al 10,8%, el nivel más alto desde 1984, y la inflación (IPC) subyacente, excluyendo energía y alimentos, ya sube al 6,1%, el nivel más alto desde 1993.
Que la inflación subyacente ya esté en el 6,1% vuelve a negar la retórica de que la culpa de la subida de los precios es de Putin. Los precios no suben todos a la vez ante la misma cantidad de dinero.
Lo que nos muestran el PIB y la EPA es que España está viviendo un momento de recuperación intensa del turismo y ese viento de cola nos ayuda. Pero los elementos estructurales que fortalecen el crecimiento potencial y el empleo no están ahí. Que el empleo se recupere por debajo del rebote del PIB y trimestres similares anteriores demuestra que la reforma laboral no está surtiendo efecto.
Introducir encima un impuesto aleatorio, injustificado y contraproducente a las empresas españolas más productivas e internacionales es un mal mensaje a navegantes. El gobierno parece decirles que no inviertan en este país, porque si hay crisis te prohíben despedir y si hay recuperación te confiscan una parte de las ventas. Es exactamente lo contrario a lo que debe hacer un país con el déficit de inversión y el bajo tamaño empresarial que tiene España.
España necesita reformas estructurales que fortalezcan el crecimiento potencial, la atracción de inversión y el empleo a largo plazo. Todo ello nos falta hoy. Y ahora llega el invierno. Tipos al alza, menos turismo e inflación.