¿Estamos realmente en recesión?
Esa es la pregunta más recurrente a la vista de la destacada batería de datos e información que tuvimos la semana pasada. Y la respuesta sin ir más allá de la experiencia y el conocimiento, es ambigua. Vamos a intentar llegar a una conclusión analizando esas dos claves: tipos y crecimiento.
Según el dato reportado el pasado jueves, técnicamente se podría dar por válida la entrada en recesión de EEUU, ya que estrictamente el término alude a una caída consecutiva durante al menos dos trimestres del PIB. Sin embargo, la Administración Biden no va a reconocer ese paso ya que para que tenga “validez”, ha de ir necesariamente acompañado de una destrucción o pérdida de empleo.
Los últimos datos del mercado laboral dan la razón al Gobierno con una creación de 372.000 puestos de trabajo en junio y una tasa de paro históricamente baja. Parece que tiene cierto sentido que una economía no puede accionar el término recesión con niveles elevados de consumo y creación de empleo.
Además, el dato de crecimiento preliminar del segundo trimestre tiene como principal palanca la variación de inventarios y, aunque es cierto que tanto consumo como inversión cayeron, si nos atenemos a la definición del NBER (National Bureau of Economic Research), el término alude a “una disminución significativa en la actividad económica que se extiende por toda la economía y que dura más de unos pocos meses”. Todo apunta a que podemos estar ante la recesión menos recesiva de la historia reciente.
La recesión en EEUU ha sido tan frugal como inesperada
Pero esto no elimina ni mucho menos las enormes incertidumbres que siguen atenazando la economía americana. Deuda en niveles récord, el tamaño del déficit, un dólar devaluado, el mercado laboral distorsionado, tipos de interés subiendo, y por supuesto, inflación desbocada, añaden picante al debate.
A pesar de todo, con los datos adelantados y las previsiones más certeras que se pueden hacer del tercer trimestre, el crecimiento apunta a ser positivo, por lo que mucho nos tememos que la recesión en EEUU ha sido tan frugal como inesperada.
Como desde el gobierno se afirma, hablar de recesión puede convertirse en una profecía autocumplida, ya que las empresas y los consumidores, preocupados por la perspectiva de tiempos más difíciles, recortan los gastos y los planes de inversión por lo que estamos en el plan previsto.
La Fed no piensa igual. Y aquí enlazo con el comentario de su presidente el pasado miércoles. En síntesis, Powell cree que la inflación es una muy seria amenaza para la estabilidad del país y por ello no le temblará el pulso en su objetivo de seguir restringiendo el uso del crédito mediante tipos de interés más altos, incluso a pesar de que ello limite la inversión, eleve la carga de intereses de ciudadanos y empresas y presione sobre el precio de los activos financieros.
Es más que probable que los mínimos de la bolsa americana los hayamos dejado atrás
Es muy posible que la amenaza no sea tan grande. Que el consumo se atenúe y las empresas no inviertan temporalmente no parece un drama. Es lo que se llama soft landing de una economía.
Tampoco preocupa el impacto en los mercados, ya que la liquidez sigue siendo tan desmesuradamente elevada que ya hemos visto que dos malas noticias han sido reflejadas con fuertes subidas de las bolsas y relativa calma en el mercado de bonos sin importar que el viento siga de cara. Eso sí, con las curvas de deuda invertidas señalando recesión con más convicción de lo que lo hace el gobierno y la Fed.
En definitiva, del análisis de lo ocurrido podemos extraer dos conclusiones. La primera es que hay impaciencia por ver subir a las bolsas. La segunda es que mucho me temo que como en los últimos diez años cuando la macro se ignora lo que se hace es guardarla en un cajón para que el dinero vuelva a entrar en acción y actúe como indicó Greenspan en su famoso discurso de 1996, cuando acuñó el término “exuberancia irracional”.
Sin que sirva de recomendación, es más que probable que los mínimos de la bolsa americana los hayamos dejado atrás y desde aquí la renta variable se comporte cuando menos sin una vuelta atrás considerable.