La eólica marina y el calentamiento del mar
Nuestros mares van a cambiar, pero cada décima de calentamiento que consigamos evitar ayudará al patrimonio natural. La eólica marina debe jugar un papel fundamental.
La ola de calor continuada que estamos viviendo en toda Europa, y con especial intensidad en España, nos ha enseñado que los efectos del cambio climático no son un problema hipotético del futuro.
Este verano nos obliga a enfrentarnos a una realidad incómoda: las alteraciones del clima global ya están aquí y han venido para quedarse. Sus efectos son tangibles: sequías prolongadas, incendios forestales y centenares de muertes por golpes de calor.
A este verano de 2022 se le suma otro frente menos visible hasta ahora, pero con consecuencias muy severas: una ola de calor marina que está rompiendo récords y amenaza con colapsar los ecosistemas marinos y causar fenómenos meteorológicos extremos. Un problema actual para el que podríamos encontrar una de las soluciones en el mismo entorno marino con el desarrollo de la eólica marina flotante.
Los datos de este mes de julio son alarmantes, la temperatura de la superficie del mar Mediterráneo alcanza 30 grados superando la media habitual por entre 3 y 5 grados y siendo especialmente agudo el calentamiento de la cuenca occidental entre Italia y la península, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Se trata de un fenómeno que amenaza gravemente a los ecosistemas marinos y la biodiversidad de nuestras aguas. Un calentamiento continuado causaría una posible pérdida de las especies inmóviles como en el caso del coral o de la posidonia, una especie fundamental para los ecosistemas marinos que genera más oxígeno que el Amazonas.
Además, el estrés térmico causaría migraciones de especies autóctonas que se desplazarían a aguas más frías y especies invasoras que estarían atraídos por las condiciones en el Mediterráneo, tal como llevan avisando los investigadores del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático IPCC/CSIC.
Ciertamente el Mediterráneo está siendo una avanzadilla, una zona en la que el calentamiento se manifiesta de forma más evidente y precoz. Pero no nos debemos engañar, no se trata de un fenómeno aislado, sino de una tendencia que veremos en todas nuestras aguas como consecuencia del calentamiento global.
Otro ejemplo claro de la presión creciente del calentamiento sobre nuestros ecosistemas marinos lo encontramos en la costa gallega, donde las cada vez más frecuentes olas de calor que sufre Galicia están diezmando la población de especies de marisco de gran valor, encendiendo las alarmas de las marisqueras de la región y de la Xunta de Galicia.
Resulta evidente que las olas de calor terrestres y marinas forman parte de lo que es ya nuestra nueva realidad. No estamos ante un fenómeno aislado o ante una circunstancia anormal y excepcional. Estamos viviendo algo que en la teoría conocíamos desde hace mucho tiempo: los efectos reales y locales del cambio climático global.
Las olas de calor terrestres y marinas forman parte de lo que es ya nuestra nueva realidad. No estamos ante un fenómeno aislado.
Sin embargo, la emergencia climática y sus abrumadoras consecuencias no nos deben llevar al alarmismo ni a la apatía que nos puede generar un reto de la magnitud de la lucha contra el cambio climático.
Es verdad que no estamos a tiempo de evitar los efectos del cambio climático, tal como reconoce por ejemplo el Acuerdo de París. Pero sí que estamos a tiempo de limitar su impacto y mitigarlo.
Y no se trata de un objetivo menor, las consecuencias del calentamiento del mar sobre la biodiversidad dejan en evidencia la relevancia de limitar su calentamiento para mitigar la pérdida de praderas de posidonia, del ecosistema coral y de la fauna marina autóctona. Nuestros mares van a cambiar, pero cada décima de calentamiento que consigamos evitar supondrá una pieza del patrimonio natural que habremos podido preservar.
En este sentido, una solución a la grave amenaza que atiza los océanos podría proceder del mismo mar: la eólica marina flotante. Esta fuente de energía limpia y renovable tiene el potencial de ser uno de los pilares de la transición energética y de la descarbonización en España.
De esta forma, siempre que los proyectos sigan todos los pasos y protocolos previstos para asegurar la compatibilidad de los parques eólicos marinos con su entorno natural, serán una herramienta potente para luchar por nuestro patrimonio natural.
Al mismo tiempo, las condiciones que sufre el mar hoy son críticas y existe un impacto que ya no podremos revertir. Por este motivo, es de máxima urgencia pasar a la acción.
Hay quien ve la eólica marina como un cambio y una alteración del medio marino incompatible con la preservación de sus ecosistemas, pero la realidad es que el cambio es la única forma de preservar y salvar el mar. La ola de calor marina actual nos está demostrando el preocupante destino que espera a nuestro patrimonio natural en el caso contrario.
*** Carlos Martín es CEO de BlueFloat Energy.