Los datos de paro registrado en el mes de agosto refuerzan la tendencia iniciada en julio pasado: desaceleración de la creación de puestos de trabajo y aumento del desempleo.
Esta trayectoria se acentuará en los próximos trimestres ante la pérdida de vigor de la economía, ante el deterioro del clima empresarial y ante las negativas expectativas creadas por una política gubernamental carente de credibilidad, incapaz de generar confianza y acompañada por una creciente retórica y práctica antiempresarial.
En este contexto, el Gobierno puede decir lo que quiera y seguir tocando, como la orquesta del Titanic, su polka triunfalista. Esto es ya absolutamente irrelevante.
El paro se incrementó en agosto en 40.428 personas, 3.184 en términos desestacionalizados y se sitúa de nuevo por encima de los 2,9 millones de desempleados.
En todos los sectores de la economía, salvo en la agricultura, ha crecido. De igual modo se ha incrementado el de hombres y mujeres, solidaridad de género, y el paro juvenil ha subido un 4,71%.
La afiliación a la Seguridad Social ha descendido en cerca de 190.000 individuos… No parecen unas cifras para despertar el entusiasmo, sobre todo, cuando muestran la continuidad-aceleración de la dinámica negativa que se inició en julio.
El Gobierno se enorgullece de la creación de empleo indefinido, 506.731 puestos de trabajo en agosto. Ahora bien, el 33,5% de ellos son contratos fijos discontinuos que es la elegante fórmula elegida por los alquimistas del Ministerio de Trabajo para camuflar el volumen real de temporalidad existente en el mercado laboral español. Esta se situaría por encima del 70% si se suma esa modalidad contractual a los contratos temporales cerrados el mes pasado.
En suma, elimínese el factor estacional o hágase lo que se quiera o dígase lo que se estime oportuno, los hechos son tozudos: el paro crece y el ritmo de generación de empleo se ralentiza.
Los hechos son tozudos: el paro crece y el ritmo de generación de empleo se ralentiza
La Sra. Díaz afirma que el nivel de desempleo existente en España es el más bajo desde 2008. Esta tesis merece algunas importantes matizaciones.
Primera, la tasa de actividad, esto es, el cociente entre la población activa y la población en edad de trabajar, variable básica para el crecimiento de la economía y de la productividad a largo plazo, es dos puntos menor a la de entonces.
Segunda, el número de horas trabajadas por cada puesto equivalente de trabajo es un 10,5% inferior al del año de referencia para la vicepresidenta y ministra de Trabajo.
Tercera, el paro de larga duración era aproximadamente la mitad que el actual.
Cuarta, la tasa de temporalidad era seis puntos menor. Estos simples ejemplos reflejan la realidad comparada y tampoco permite entonar cantos triunfales.
No hace falta ser un experto de la ciencia lúgubre para intuir cual será la evolución del binomio empleo-paro en los trimestres venideros.
El PIB ha entrado en una evidente pendiente desaceleradora que se agudizará en 2023. El Gobierno se verá forzado a revisar nuevamente a la baja sus previsiones de crecimiento para este año y para el próximo.
La contrarreforma aprobada por el Ejecutivo resta flexibilidad al mercado laboral en una economía enfrentada a un potente shock de oferta y a un brutal aumento de la inflación, lo que es suicida.
Las empresas se van a enfrentar a un descenso de la actividad unido a la persistencia de unos costes elevados.
Las empresas se van a enfrentar a un descenso de la actividad unido a la persistencia de unos costes elevados, a un encarecimiento del dinero... Los ejemplos podrían ampliarse pero no es necesario. En este contexto, habrán de ajustar su fuerza laboral para sobrevivir.
A los elementos objetivos que tendrán un impacto negativo sobre el empleo se unen otros que es imprescindible considerar.
Por un lado, la manifiesta y creciente hostilidad del Gobierno hacia las compañías y su previsible propensión al alza a medida que la coyuntura empeore (hay que buscar chivos expiatorios) contribuyen a empeorar de manera clara sus perspectivas en el corto-medio plazo y, en consecuencia, sus decisiones de inversión y contratación.
Por otro lado, la presión gubernamental para ajustar los salarios a la inflación no constituye incentivo alguno para aumentar la demanda de mano de obra y sí para reducirla en un escenario de estanflación con serios riesgos de derivar hacia una recesión inflacionaria en 2023.
En este contexto, presumir de los datos de paro registrado resulta una broma. España ofrece la peor radiografía laboral de la zona euro, empatada con Grecia.
Ninguna de las políticas desplegadas por el Gabinete social-comunista es compatible con la configuración de un entorno capaz de reducir el paro hasta los niveles medios existentes en la UE y en la OCDE.
Esta es la verdad aunque expresarla se considere un ejercicio de catastrofismo no exento de tics anti-patrióticos con el añadido de ser la manifestación palpable de las malvadas intenciones de los enemigos de clase defensores del capitalismo salvaje.
Y a nadie ha de caberle duda de que ese discurso adquirirá un tono más fuerte a medida que la escena económica y social empeore y las elecciones se acerquen. El populismo y la demagogia contra las empresas se van a intensificar y, por supuesto, se las responsabilizará del proceso de destrucción de puestos de trabajo que se producirá de aquí en adelante.