El secreto está en los mínimos
La actitud actual de la mayoría de los inversores es la de “virgencita que me quede como estoy”. Es lógico: nadie les dijo que tenían que vender y acumular liquidez, cuando empezó a gestarse la tormenta perfecta de guerra y subida de tipos. Ahora temen por sus ahorros.
Es lo que tiene el “asesoramiento” financiero en España: todo el mundo se dedica a vender, casi nadie a asesorar. Una vez colocado el fondo, bancos, sociedades y agencias de valores se desentienden del asunto.
Han cobrado la comisión y la seguirán cobrando mientras el cliente mantenga el producto en cartera. Y si es un producto de riesgo, mejor, más comisión. Por eso nosotros creemos en un asesoramiento independiente que no cobra de los productos que recomienda.
[El euro, termómetro de la decadencia de Europa]
En cualquier caso, para quienes bien aconsejados acumularon liquidez o la tienen actualmente en sus carteras recomendadas, el planteamiento tiene que empezar a pasar del miedo a la oportunidad. Hay que comenzar a fijarse en ese momento en el que el mercado haya descontado en los precios todas las malas noticias, ya sean sobre inflación o sobre la guerra (que en el caso europeo están íntimamente ligadas). En otras palabras, hay que focalizarse en detectar los mínimos del mercado.
El miedo es un gran generador de oportunidades y en esta ocasión se han unido dos “ogros” importantes y muy reales. Por un lado, el daño que producirán los bancos centrales en las economías con sus subidas de tipos y, en el caso europeo -que es el que hoy nos ocupa–, el miedo a que el efecto rebote de las sanciones perjudique seriamente la economía. La cuestión es hasta qué punto están o no descontados esos miedos en las cotizaciones.
Para quienes bien aconsejados acumularon liquidez el planteamiento tiene que empezar a pasar del miedo a la oportunidad
Hoy vamos a centrarnos en Europa y en el miedo que probablemente tiene más importancia aquí, que es el derivado del chantaje energético, del que a su vez depende lo que ocurra con la inflación y, por lo tanto, lo que hagan los bancos centrales.
En mi opinión, en el tema de las sanciones se deberían de haber puesto antes los bueyes que el carro -es decir, sancionar cuando Europa estuviera preparada para hacerlo-, pero no es menos cierto que tarde o temprano Europa se liberará del chantaje energético. Y en ese momento el miedo cambiará de la puerta europea a la puerta rusa.
Rusia puede vender petróleo y materias primas a través de terceros países que no aplican sanciones y trasladarlo en barcos o trenes. Pero no puede desviar así como así el gas que va a Europa sin realizar importantísimas obras de infraestructura, que llevan años y cuestan muchísimo dinero.
Diversificar las fuentes de energía europeas también va a llevar mucho tiempo. Tendrán que estar disponibles las nuevas plantas de regasificación en Alemania para recibir cantidades masivas de gas licuado procedente de Estados Unidos, Catar, Azerbaiyán, etc.
Tarde o temprano Europa se liberará del chantaje energético. Y en ese momento el miedo cambiará de la puerta europea a la puerta rusa
Y asumir que habrá que mantener durante cierto tiempo la generación de energías fósiles, así como el alargamiento de la vida útil de las centrales nucleares. Más a largo plazo, se pondrán en marcha nuevas centrales nucleares y seguirá el avance de las energías limpias.
Pero lo importante a efectos de los mercados no es si ocurrirá todo lo anterior -que ocurrirá-, la cuestión es cuándo lo descontarán las cotizaciones. Porque los mercados descuentan en los precios escenarios futuros.
El miedo ha situado el precio de los activos europeos a niveles no vistos en mucho tiempo, pero habrá un momento en el que el miedo cambie de puerta. Ese momento en el que los mercados empiecen a darse cuenta de que se puede vivir sin Putin, aunque sea a costa de aumentar todavía más el gasto público y la deuda. Pero ese es un problema para los activos de renta fija, para el euro y para las generaciones que tendrán que pagarla, no para la renta variable ahora.
Así que hay que empezar a cambiar el chip y pensar en términos de cómo y cuándo vamos a aprovechar la magnífica oportunidad que han brindado a los inversores Putin y la imprevisión de los políticos europeos.
[La recesión, si la buscas, la encuentras]
Porque los mejores planes de pensiones se hacen en los peores momentos y esta crisis tiene un beneficiario: los inversores que, bien asesorados, den con el momento óptimo para hacerse con los mejores valores europeos a precio de saldo (la mejor forma es utilizando fondos de inversión o ETFs). Y con dividendos que dentro de unos años parecerán un auténtico chollo.
El mayor interrogante -y no es pequeño- es el desenlace de la guerra. Probablemente desde el punto de vista del chantaje energético ya hemos visto los mínimos en la valoración de los activos europeos, pues todo el mundo sabe a lo que nos enfrentamos y cuál va a ser la “solución” (más deuda).
Pero en lo que a la guerra se refiere, el riesgo se mantiene y dependerá de si hay escalada (negativo) o si, por el contrario, el empuje actual de Ucrania lleva a una negociación (positivo).
El problema es que no parece que Putin vaya a aceptar una derrota en una cuestión que para él es existencial, ni que Ucrania y Estados Unidos estén por la labor de negociar ahora que le han dado la vuelta a la tortilla. Así que esa incógnita está pendiente de resolver de cara a establecer cuál es el auténtico precio de saldo de los activos de renta variable europea. Estamos en ello. Aunque ir “picoteando” tampoco es una mala idea.
***Víctor Alvargonzález es socio fundador de la empresa de asesoramiento financiero independiente Nextep Finance.