Jamie Dimon, presidente y CEO de JPMorgan Chase, el mayor de los cuatro grandes bancos estadounidenses, y anteriormente en la junta directiva del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, se ha pronunciado elocuentemente a favor de la adquisición de Twitter por parte de Elon Musk por 44 billones de dólares.
Ha dicho que espera que "Musk limpie Twitter", en una referencia al absoluto descontrol que reina en una red caracterizada por una gestión empresarial completamente irresponsable, y que afecta no solo a la propia compañía, sino a la sociedad en su conjunto.
¿Qué lleva a que una red como Twitter, que muchos califican como red social pero que es, en realidad, una red de comunicación, tenga una influencia tan fuerte en la sociedad de muchos países? La respuesta es relativamente sencilla: su relación señal-ruido.
[Elon Musk quiere Twitter, pero su plan no acaba ahí]
Contrariamente a lo que ocurre en muchas otras redes, Twitter, debido a una serie de limitaciones prácticamente accidentales en su diseño original, se enfoca a que uno pueda extraer de ella la máxima información en un tiempo muy corto.
Su formato de mensajes muy limitados en su extensión, lleva a que lo que se publica sea sintético, y a que quien publica busque transmitir la mayor cantidad de información en un formato muy breve, casi telegráfico.
A lo largo del tiempo, la compañía ha facilitado que esas limitaciones originales sean menores. Los originales 140 caracteres, debidos a que se intentaba que fuera compatible con los SMS de entonces reservando algo de extensión para el nombre de usuario, se duplicaron hasta los 280, y se permitió el anidamiento de mensajes sucesivos en los llamados hilos, que aunque son teóricamente ilimitados, siguen teniendo un formato sintético, de lectura en píldoras, y de una eficiencia comunicativa notable.
Twitter es lo que cada uno quiere que sea: sigue a personas estúpidas, y tu Twitter será un conjunto de estupideces. Sigue a gente que dice o comparte cosas interesantes, y tendrás un destilado de lo que te interesa, en un formato fácil de digerir, y sobre todo, de compartir. Ninguna red interpreta la viralidad de manera tan eficiente como Twitter.
"Twitter es lo que cada uno quiere que sea: sigue a personas estúpidas, y tu Twitter será un conjunto de estupideces"
Estas características, con las que la compañía prácticamente se topó de manera accidental pero que forman parte de la historia de éxito en cuanto a difusión e influencia que es Twitter, están acompañadas de una gestión sumamente compleja.
Con un equipo fundacional defensor incondicional de la libertad de expresión y declarado como "the free speech wing of the free speech party", Twitter ha sido siempre una red en la que uno podía abrir los perfiles que quisiera. Y en consecuencia, podía decir la barbaridad más grande que se le pasase por la imaginación, si que generalmente tuviera consecuencias.
Para el tiempo en que sus gestores se dieron cuenta de que permitirlo todo significaba censurar a muchos al exponerlos a los insultos y las barbaridades de otros, el daño ya estaba hecho, y Twitter se había labrado una reputación de sitio tóxico, lleno de trolls, de insultos y de amenazas.
Los intentos de corregirlo han fallado estrepitosamente. Twitter está lleno de basura, de millones y millones de cuentas falsas abiertas en factorías en países con bajos costes laborales donde cada trabajador crea cientos de ellas cada día, y que se venden al mejor postor para ponerlas al servicio de campañas, de influencers sin escrúpulos, de estafadores variados y de spin doctors de todo pelaje.
[Elon Musk responde a Twitter con otra demanda por la compra fallida de la red social]
Puedes denunciarlo, pero la compañía jamás te hace ni el más mínimo caso, por obvias que sean las cuentas que denuncias. Denunciar en Twitter es como gritar en la oscuridad: el único resultado que recibes es el eco de tu voz.
"Denunciar en Twitter es como gritar en la oscuridad: el único resultado que recibes es el eco de tu voz"
Que una compañía con tanta influencia en la sociedad esté en manos de incompetentes, irresponsables o ambas cosas a la vez es, como tal, un problema. Que Elon Musk vaya a ser un mejor gestor para un entorno así es discutible, pero va a ser difícil que sea peor que lo que hay.
Musk es un super usuario de Twitter, que sabe lo que querría para la red que le ha ayudado tanto a convertirse en lo que es. Y sobre todo, tiene planes, dinero para ponerlos en marcha, y ha demostrado ser un gestor que, aunque no siempre en tiempo y hora -su reloj refleja el llamado "Elon time", que se distorsiona como él quiera- termina por cumplir lo que prometió, aunque sea crear una compañía que revolucione la exploración espacial o una que cambie completamente la historia de la automoción.
"¿Qué va a hacer Musk con Twitter? Tratar de convertirla en algo mejor y más útil"
¿Qué va a hacer Musk con Twitter? Tratar de convertirla en algo mejor y más útil. De entrada, si consigue limpiar toda la basura que hay ahí y eliminar las factorías de cuentas falsas, genial, y no dudemos que tiene herramientas suficientes para ello. Si además consigue interpretar la libertad de expresión de una forma más constructiva y razonable, mejor aún.
Pero a partir de ahí, parece que pretende que, además, Twitter evolucione para ser una super-app, como esas que conocemos del sudeste asiático, como WeChat en China o KakaoTalk en Corea del Sur. Auténticos fenómenos culturales que sus ciudadanos utilizan lo mismo para identificarse, que para pagar una compra o exhibir un certificado de vacunación. Con las tecnologías adecuadas y una gestión razonable, podría ser perfectamente factible.
¿Qué va a ser de Twitter? Nadie lo sabe todavía. Pero es un activo que alguien debería poner en valor. Y el enormemente polémico Elon Musk tiene, como mínimo, posibilidades de ponerse a hacerlo.