Antonio Garamendi seguirá al frente de la CEOE cuatro años más. La patronal ha llegado a sus elecciones exhausta, pero más que por su proceso electoral por los problemas que tiene sobre la mesa del diálogo social. Las urnas que realmente preocupan en el mundo de la empresa son las de 2023. Garamendi ya ha expresado en público que cree que Alberto Núñez Feijóo sería un buen presidente del Gobierno. Pero no es el único empresario que está contando los días con la confianza de que los españoles decidan cambiar de Gobierno -o al menos acabar con la coalición- en 2023.
En clave interna, el presidente de la CEOE ha salido reforzado al vencer a su rival con un amplio margen. Partía como favorito porque la candidata de Foment del Treball, Virginia Guinda, no tenía el peso suficiente para arrebatarle el sillón en unas pocas semanas. Sin embargo, en el recuento también se ha puesto de manifiesto que aunque no son mayoritarias, hay voces que discrepan en la patronal de una ejecutiva que ha firmado 14 acuerdos con el Gobierno.
De ahí que los movimientos de los empresarios en Cataluña y de otros sectores pequeños de la organización para colocar a Guinda deban servir de aviso al equipo de Garamendi para tender puentes con Foment. Porque con la que se viene encima (y parece mentira decir esto después de haber vivido una pandemia), los empresarios necesitan mostrar "unidad" para sentarse en las mesas de negociación con más fuerza.
Con el panorama de las elecciones ya despejado, Garamendi vuelve este jueves a afrontar los mismos problemas de los últimos meses, agravados por el papel protagonista que va a ocupar la gran empresa española en la campaña electoral para las elecciones generales de 2023.
Ahí están el impuesto a los bancos y a las eléctricas, el acuerdo de buenas prácticas para las hipotecas, el tope de los alquileres, la fiscalidad de la empresa familiar, el retrato que hace el presidente Pedro Sánchez de 'los empresarios del puro'...
"Los sindicatos tienen ganas de tomar la calle para pedir subidas salariales"
Con la inflación y el frenazo económico apretando en las encuestas, esto que se ha vivido en los últimos meses podría ser solo un preludio de lo que espera a las empresas en los próximos meses. Con el añadido de que los sindicatos tienen ganas de tomar la calle para pedir subidas salariales.
Ahí estará el Gobierno de coalición, con el papel protagonista de la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, para señalar a la patronal por la falta de un pacto de rentas. Obviará que el primero que ha despreciado ese pacto es el Estado al sacar del marco en el que se debería alcanzar ese acuerdo el sueldo de los pensionistas, los funcionarios y los políticos.
[Opinión: El futuro de la coalición ante el pacto de rentas]
Pero más que la ausencia de un 'acuerdo de rentas' para repartir las pérdidas de la inflación, lo que preocupa mucho a varios sectores económicos es la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) que se avecina. Porque el Gobierno tiene la prerrogativa para volver a subirlo y para ir más allá de su compromiso electoral de que alcance el 60% del salario medio.
Ahora, Unidas Podemos quiere elevar la cifra para incorporar los efectos que tiene la inflación sobre la pérdida de poder adquisitivo. Y los sindicatos ya han puesto una cifra sobre la mesa: 1.100 euros en 14 pagas. Una subida del 10% que pondrá contra las cuerdas el talante negociador del que suele hacer gala Garamendi.
Sin embargo, los quebraderos de cabeza para el presidente de la CEOE en los próximos meses no van a acabar aquí. Las empresas también tendrán que digerir la subida de las cotizaciones sociales, al tiempo que se pedirá que negocien la siguiente parte de la reforma de las pensiones.
Y esto mientras se aplican nuevas subidas de impuestos con el foco en Sociedades en un momento en el que la presión fiscal sobre las empresas en España se dirige a ser del 11% en 2023, según estimaciones del IEE.
Si no cambian los estatutos de la CEOE -algo que algunos empiezan a poner sobre la mesa-, el mandato que se abrió este miércoles será el último de Garamendi. Será una recta final de débil crecimiento económico, tipos de interés altos, inflación y polarización política. Cerradas las urnas en la patronal, empieza la carrera por el proceso que realmente importa, el de 2023.