El necesario poder fiscal frente a la dañina inflación
Tanto el abuso como la falta de impuestos nos alejan de la civilización. Pero recaudar con tributos democráticos es necesario y mejor que hacerlo vía inflación.
Los impuestos existen en todas las civilizaciones porque son necesarios para financiar el gasto público. Cualquier reflexión sobre el poder de cobrar impuestos, es decir, cobrar cuantías obligatorias para financiar los gastos comunes a la sociedad debe partir de ese simple hecho. De aquí viene la conocida afirmación del antiguo 'juez disidente' (the Great disenter) del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Oliver Wendell Homes: "Los impuestos son el precio que pagamos por la civilización, en la selva no existen".
Por supuesto, el poder fiscal, como todo en este mundo, debe tener límites y debe estar sometido al control democrático. El límite más conocido también es norteamericano, uno de los principios inspiradores de la independencia de Estados Unidos, "No taxation without representation", no pueden existir impuestos sin representación.
La legitimidad de los impuestos descansa en la representación democrática, en la aprobación de los impuestos por los parlamentos. De hecho, en la Edad Media, los parlamentos se crearon, precisamente para aprobar los gastos del monarca.
"La legitimidad de los impuestos descansa en la representación democrática"
Por supuesto, del poder fiscal, como de cualquier otro, se puede abusar. Y evidentemente, tanto la creación como la aplicación de impuestos deben ser controladas. El control de la creación legislativa de impuestos corresponde al Tribunal Constitucional, y desde que nos incorporamos a la Unión Europea, de alguna forma, también al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE).
Este segundo control es particularmente relevante porque, por ejemplo, el TJUE obligó a España a derogar un impuesto, y, además, a devolver todo lo recaudado, sin límite alguno. Estoy hablando de la sentencia más costosa para la Hacienda Pública de la historia de España, la del céntimo sanitario. Por otra parte, el control de la exigencia de tributos corresponde, en una democracia, al Poder Judicial.
Siendo lamentables los abusos, que, por supuesto hay que combatir, habría que plantearse qué ocurre cuando falla el poder fiscal, es decir, cuando no se recauda lo suficiente por las razones que sea. En España deberíamos saberlo porque entre 2008 y 2013 nos enfrentamos a una de las peores crisis fiscales de la historia. Esto conduce a una crisis económica, al deterioro de los servicios públicos y finalmente, a las subidas indiscriminadas de impuestos a los que ya estaban pagando.
"Entre 2008 y 2013 nos enfrentamos a una de las peores crisis fiscales de la historia"
Por poner un ejemplo gráfico, en 2008 se declaraba el impuesto de sociedades del año anterior, 2007. Ese año, el pico de la burbuja en España, las empresas declararon los mayores beneficios de la historia, hasta que en 2021 los superaron. Sin embargo, en 2008 la crisis había comenzado.
Esto supuso, que, a la hora de declarar los beneficios en el impuesto de sociedades, las empresas españolas declararon menos. Pero no un poco menos, finalmente, en 2008 pagaron un 40% menos en el impuesto de sociedades, dejando de ingresar cerca de 20.000 millones de euros. Para que nos hagamos una idea de la cifra, en esa fecha ése era el presupuesto de la comunidad autónoma de Madrid, es decir, todo lo que se gastaba en una de las comunidades autónomas más grandes de España en sanidad, educación, dependencia, servicios sociales…
Esto sólo fue el aperitivo de la mayor caída recaudatoria de la historia de España, la que sucedió entre 2007 y 2009. Como cuento en mi libro ¿Hacienda somos todos? Impuestos y fraude en España (Debate 2022), la caída recaudatoria de 2009 se puede explicar, en parte, por la caída del crecimiento económico.
"La incapacidad y la ausencia del poder fiscal del Estado es una de las causas de la crisis fiscal"
Sin embargo, lo que pasó en 2008, especialmente en el impuesto de sociedades, tiene que ver mucho más con el fraude y con la defectuosa normativa fiscal que con otra cosa. Dicho de otra forma, la incapacidad y la ausencia del poder fiscal del Estado es una de las causas de la crisis fiscal que padecimos.
Cuando el fraude fiscal avanza, la civilización retrocede. Esto se materializó en el recorte del gasto público, y acabó derivando en las mayores subidas de impuestos de la democracia. Éstas son una manifestación del poder fiscal, del poder de establecer impuestos. Muchos consideran que esto fue abusivo, y, de hecho, parte de estas subidas de impuestos se revirtieron. Pero es interesante saber en qué acaba concluyendo el hecho de que el poder fiscal no sea suficiente.
Por eso, que en la crisis actual la actual, sin necesidad de subidas de impuestos, la recaudación haya aumentado es una excelente noticia. Nos alejamos de una crisis fiscal, aunque el gasto público se haya incrementado muchísimo, precisamente porque los ingresos por impuestos han aumentado espectacularmente. Aun así, más allá de la recuperación económica, que obviamente aumenta la recaudación fiscal, hay dos factores fundamentales la reducción del fraude fiscal y la inflación.
[La recaudación fiscal sube un 22% en septiembre aunque empieza a mostrar signos de moderación]
Decía Keynes que la "inflación es también un impuesto". Además, cuando se miran las últimas cifras, da la impresión de que es un impuesto muy recaudatorio. En los nueve primeros meses de 2022, la recaudación de los grandes impuestos se incrementó en 18.000 millones de euros.
Según la presidenta de la Airef, en su comparecencia en la comisión de Presupuestos del Congreso, la mitad de este incremento de ingresos se debía a la inflación, es decir, unos 1.000 millones de euros al mes. Quizás el aumento sea menor, pero nos da una idea de la magnitud de este impuesto que estamos sufriendo todos.
Un elevado nivel de inflación no sólo supone un impuesto con gran capacidad recaudatoria, sino también el empobrecimiento de los que no pueden elevar sus rentas nominales. Tanto el impuesto, como sobre todo la pérdida de renta real, se ceban con los más pobres. Pero, además de injusta, la inflación es nociva para la economía. Citando nuevamente a Keynes, que en este caso, a su vez, citaba a Lenin, "la forma más efectiva de destruir las bases del capitalismo es la corrupción de la moneda".
Keynes se refería a la Alemania de la república de Weimar, que emitió dinero sin control para pagar el gasto público y las reparaciones de la Primera Guerra Mundial. Los alemanes no podían recaudar impuestos para pagarlo todo. Esta falta de poder fiscal derivó primero en una elevada inflación y luego en una inflación sin control. Y esta hiperinflación, y la gravísima crisis económica del crack del 29, acabaron con la democracia en Alemania dando inicio a una pesadilla…
Por supuesto, la situación actual no es, en absoluto comparable, pero seamos conscientes de que el poder de cobrar efectivamente impuestos es necesario. Su abuso nos aleja de la civilización, pero su ausencia también. Y con mucha diferencia, el único impuesto capaz de destruir la democracia y la economía es el único que no establece ningún parlamento, la (hiper) inflación.
*** Francisco de la Torre Díaz es economista e inspector de Hacienda.