Las noticias sobre el futuro de la automoción en todas sus facetas son cada vez más claras. Y como siempre, según para quién, más ilusionantes o más preocupantes.
Hace ya algunos años, unos alumnos propietarios de un negocio familiar con varios concesionarios de automóviles me preguntaron qué debían hacer con ellos, considerando las tendencias que yo apuntaba habitualmente en mis clases y artículos. Les dije que, desde mi punto de vista, los concesionarios iban a ser un muy mal negocio, y que aunque siempre hay posibilidades de obtener rentabilidades interesantes en sectores en declive, estábamos indudablemente en ese caso: un sector en declive.
Años después, no me arrepiento en absoluto de mi recomendación. Hace seis meses, una gran marca, Ford, comenzó a hablar de cómo reestructurar su red de concesionarios para fomentar las ventas de vehículos eléctricos. No es lo único que ha reestructurado: ha separado su división de vehículos eléctricos, Ford Model e, y los beneficios que obtiene la división de vehículos anticuados (perdón, de combustión), llamada Ford Blue, se dedican a financiar a la primera.
Hace cinco días, quien dijo lo mismo fue Stellantis, el conglomerado responsable de marcas como Peugeot, Alfa Romeo, Chrysler, Jeep, Citroën, Fiat, Dodge, Lancia, Opel, Maserati y varias más. Y aunque no digan que están deseando quitarse del medio el modelo de distribución mediante concesionarios, si apuntan importantes cambios en el mismo de cara al futuro.
¿Qué hay detrás de los cambios propuestos por las principales marcas de la automoción tradicional? En primer lugar, la evidencia de que la transición al vehículo eléctrico está ya aquí, que la irresponsable mentira de esos híbridos que circulaban casi todo el tiempo con su motor de combustión ya toca a su fin, y que en muy pocos años, en parte debido a las restricciones de la Unión Europea y en parte a consideraciones de rentabilidad, el mercado de vehículos nuevos será mayoritariamente eléctrico, pese a las terribles conspiranoias aventuradas durante tiempo por tantos ignorantes.
A estas alturas, todos aquellos que decían "¡oh, dios mío, no habrá electricidad para todos!", o "¿qué haremos cuando se estropeen las baterías?", "¿cómo las reciclaremos?" o "¡habrá colas enormes de horas y horas para las recargas!" ya han evidenciado su ridículo y su nula habilidad para la previsión.
No solo hay electricidad de sobra, sino que las baterías no se estropean y no hay que cambiarlas salvo en casos muy aislados, se reciclan de maravilla y se usan para hacer nuevas baterías, e incluso en España, donde aún hay pocas estaciones de recarga (lógico cuando es de los países europeos más retrasados en ventas de vehículos eléctricos) se puede recargar fácilmente en 15 o 20 minutos en cualquier viaje: cuando los mercados se desarrollan, la oferta sigue a la demanda, y punto. La inmensa mayoría de las teóricas resistencias al vehículo eléctrico eran tonterías desinformadas sin base ni fundamento.
"La inmensa mayoría de las teóricas resistencias al vehículo eléctrico eran tonterías desinformadas"
¡Oh, dios mío, son mucho más caros! Ya… ¿has echado bien las cuentas? ¿Has visto lo que te ahorras en gasolina, en revisiones y en recambios? Pues míralo, idealmente antes de cambiar de coche. Las empresas automovilísticas tradicionales sí han echado sus cuentas, y como podrás comprobar por su publicidad, están literalmente locas por venderte un coche eléctrico.
Pero más importante, esas marcas tradicionales están literalmente locas por alcanzar las economías de Tesla: se calcula que Elon Musk gana en torno a 15.000 dólares por cada coche que vende, más aún en los modelos más caros.
¿Cómo lo hace? Mediante economías de escala (muchas), y por supuesto, mediante un modelo de venta directa, sin concesionarios con los que repartir el margen. Pero además, es que esos concesionarios le sobran, porque los vehículos rara vez necesitan pasar por ellos. Con montar un servicio de atención desde el que cubrir un territorio muy grande, puede prácticamente dar servicio a domicilio, y le sigue saliendo mucho mejor.
Esas cuentas, para los fabricantes tradicionales, han sido una especie de epifanía. De la noche a la mañana, se han dado cuenta de que pueden ganar más dinero vendiendo vehículos eléctricos que con sus equivalentes de combustión.
[El futuro eléctrico del automóvil protagoniza el Foro Económico Valenciano]
Y por el momento, no se van a pasar a la venta íntegramente online como Tesla… Pero no será por falta de ganas. Reestructurarán sus relaciones, tratarán de eliminar la negociación de precios para proporcionar mejor experiencia al cliente, e intentarán, por un tiempo, compensar a los concesionarios por los servicios que ya no prestarán (o convencer a los clientes de que sí necesitan revisiones anuales, algo completamente innecesario en un vehículo eléctrico). Pero el futuro no puede estar más claro, para que lo lea quien lo quiera leer.
Todo ello, por supuesto, suponiendo que sepan hacer vehículos eléctricos competitivos, otra de esas profecías absurdas que nunca se cumplió: "cuando empiecen las compañías automovilísticas tradicionales a fabricar eléctricos, ya verás dónde queda Tesla". Ha pasado más de una década, y Tesla sigue manteniendo una ventaja sustancial en todos los ámbitos.
El futuro de la automoción lleva ya mucho tiempo escrito, y en él no caben unos vehículos contaminantes, ruidosos e ineficientes que funcionan con una tecnología inferior y desfasada. El futuro de la automoción es eléctrico, simplemente porque es una tecnología muy superior. Y quien no lo entienda, tendrá que estudiar más.