No sé si tienen la misma sensación que yo, pero la verdad es que esto se está pareciendo bastante a una partida del Monopoly. Otra Navidad, otro fin de año, otra noche de Reyes y otra vuelta más al tablero con la sensación de acabar de pasar por el Paseo del Prado, cobrar los 200 euros de la casilla de SALIDA y enfrentarnos de nuevo a la pandemia con las últimas variantes de China, la guerra de Ucrania, las subidas de tipos de interés y la aparente sempiterna inflación.
Estrenamos año y, como en todos los comienzos, una de las tradiciones más arraigadas es la de hacer los propósitos de año nuevo en lo personal y lo profesional. Todos en algún momento de nuestras vidas mientras brindamos el comienzo del año nuevo hemos pronunciado las palabras "De este año no pasa sin que"… me apunte al gimnasio, baje de peso, coma más saludable, aprenda un nuevo hobby, lea más, deje de fumar, pase más tiempo con la familia y amigos y, por supuesto, gaste menos, ahorre más y, de paso, invierta mejor.
Esta última no es casual, porque repasando estadísticas, que es otra actividad muy propia de estos días, haciendo balance de lo bueno y lo malo, me encontré con una en que se muestra cómo dos terceras partes de los encuestados tienen entre sus propósitos de año nuevo el de ponerse objetivos financieros para 2023.
Lo interesante para mí es que una buena parte de los que se van a replantear sus finanzas para 2023 confiesan haberlo hecho también en años anteriores y, además, son las generaciones más jóvenes, los millennials (nacidos entre principios de los 80 y mediados de los 90) y los Z (comprendidos entre mediados de los 90 y 2010), las que mayoritariamente van a ponerse en serio a revisar sus finanzas, al contrario que la generación del baby boom, que mayoritariamente opina que todo está bien como está o lo que viene por delante no parece lo suficientemente importante como para replantearse sus finanzas para 2023.
Centrándonos en el total de los encuestados más jóvenes, una gran mayoría (más del 80%), sin embargo, ve muy complicado alcanzar sus metas por la inflación. En general piensan que todo va a ser demasiado caro, que para cumplir sus objetivos van a tener que dejar de consumir e, incluso, que, debido a las circunstancias, la familia no les va a poder ayudar demasiado.
Son las generaciones más jóvenes las que mayoritariamente van a ponerse en serio a revisar sus finanzas, al contrario que la generación del 'baby boom'
Esto es, quizá, porque la prioridad número uno es pagar la deuda durante el próximo año, seguida de la de ahorrar para comprar más adelante una casa o un coche, aumentar su fondo para emergencias o, simplemente, ahorrar para gastar más adelante.
Esta es sólo una estadística y, como todas, hay que cogerla con pinzas. Pero no podemos dejar de lado que las nuevas generaciones tienen patrones de ahorro y consumo distintos a los de antes. Pensar en reducir deudas por encima de otras alternativas es síntoma de preocupación por cubrir los gastos y pensar que no van a poder jubilarse cómodamente y fruto de ello es que, también, una buena parte de ellos empiezan a tener una segunda actividad.
Es el mercado laboral otro de los aspectos que, en general, les hace bien diferentes y su predisposición a cambiar de trabajo en menos de dos años, incluso sin tener ninguna alternativa, y buscar por encima de todo conciliar la vida personal.
2023 es año impar y, según el horóscopo chino, a partir del 22 de enero entramos en el año del conejo, que es un símbolo de longevidad, de paz y prosperidad y de esperanza. Siguiendo con las estadísticas, históricamente el año del conejo ha sido bueno para las bolsas (como siempre tirando de datos americanos), con una performance media cercana al doble dígito, pero con el año de menor caída de las bolsas…
Si fuera millennial o Gen Z tendría claro que es momento de invertir
Después de un 2022 de caídas en todo (salvo las materias primas y la renta variable emergente), el 2023 es un año prometedor. Si fuera millennial o Gen Z tendría claro que es momento de invertir.
Hablando de bolsa, desde el punto de vista de valoración, las ratios de algunos sectores se quedan relativamente ajustadas hasta que las estimaciones de beneficios reflejen de nuevo que las cosas no se tuercen más de lo que el mercado ha descontado.
Aun así, el castigo es de tal envergadura que es momento de tener algo más de bolsa de lo que veníamos teniendo en cartera semanas atrás, cargando más las tintas a Estados Unidos y emergentes que lo que podamos invertir en Europa o España.
Y si hablamos de renta fija, aunque es francamente complicado que la historia siga los mismos pasos de la estadística, todo parece indicar que, en este ciclo, para los bonistas lo malo malo lo hemos dejado atrás.
La renta fija americana paga rentabilidades razonables en deuda de gobiernos o corporativa (luego hay que ver si uno asume o no el coste de la cobertura) y en Europa, aunque son menores, a determinados plazos y según para que riesgos, hay oportunidades. Si uno acepta más riesgo (y esto no es para todos los estómagos) el high yield o la renta fija emergente es donde se puede hacer cartera con visión más de largo plazo.
***Alvaro Galiñanes Franco es director de Inversiones de Santander Private Banking Gestión.