Davos entierra el neoliberalismo

Davos entierra el neoliberalismo

La tribuna

Davos entierra el neoliberalismo

El proteccionismo ha vuelto a Estados Unidos y volverá a la Unión Europea para financiar su costosa transición ecológica.

24 enero, 2023 02:58

Vuelve el Estado, que ahora forma parte de la solución, no ya del problema. Y con él un nuevo paradigma, el productivismo en definición de Dani Rodrik, al que Davos, ese colegio cardenalicio del establishment planetario, acaba de otorgar su bendición urbi et orbi. Un canon intelectual alternativo al viejo Consenso de Washington. Ese que comenzó a implantarse entre las élites tras la resaca del colapso del sistema financiero que dio paso a la Gran Recesión, y que está terminando de consolidarse como ortodoxia dominante.

Algo que ocurre a raíz, por un lado, de las peligrosas debilidades productivas de Occidente que ha sacado a la luz la pandemia y, por otro, de la renovada preeminencia de los imperativos geoestratégicos y militares sobre los estrictamente económicos. Entre ellos, el rígido orden de prioridades que impone la confrontación multipolar, ahora abierta e indisimulada, entre el bloque de la OTAN dirigido por Estados Unidos y esa alianza estratégica de Rusia y China que cuenta con el apoyo más o menos larvado de India, Irán y otros emergentes del hemisferio oriental.

Toda una refutación empírica de aquel ingenuo optimismo inmediatamente posterior al derrumbe del socialismo real, el heraldo del cual encarnó Fukuyama con su célebre presagio sobre el final de la Historia, cuyo corolario remite hoy al entierro precipitado de las recetas macroeconómicas dominantes durante estos últimos 40 años.

Recetas, las ahora obsoletas, que se asentaban sobre la tríada formada por la liberalización del comercio internacional, primero, la paralela de las inversiones transnacionales, segundo, y la extensión a todos los ámbitos del sector público de los principios axiomáticos de la desregulación y las privatizaciones, tercero.

"Llega, sí, un nuevo paradigma, e igual en Estados Unidos que en Europa"

Llega, sí, un nuevo paradigma, e igual en Estados Unidos que en Europa. Acaso la mejor ilustración de lo que está ocurriendo a ese respecto al otro lado del Atlántico resulte ser la política industrial, una muy activa implicación, en extremo intervencionista y proteccionista, de la Administración Biden. En especial en relación al sector de los semiconductores, considerado por muchos como el nuevo petróleo del siglo XXI, el recurso imprescindible y escaso del que dependen de modo crítico las economías nacionales que ansíen mantenerse en la carrera competitiva global.

La victoria en la pugna por el control del desarrollo de chips de última generación es el objetivo prioritario de Estados Unidos, todo con el fin de debilitar el poder industrial y militar de China y Rusia, aislando a ambos países de la economía tecnológica mundial.

Un propósito cuya consumación última no pasa por el asentimiento a los principios filosóficos del libre mercado y la consecuente retirada del Estado a sus cuarteles de invierno. Una doctrina de Estados Unidos, beligerante en lo económico, terreno que se sitúa en el mismo plano que lo militar, que comenzó Trump con el bloqueo al uso de su tecnología nacional por parte de la china Huawei y que ahora permite a la Casa Blanca extender el dominio más allá de sus fronteras. Se impide así que determinadas manufacturas fabricadas por terceros países con insumos tecnológicos de origen americano puedan llegar a producirse y comercializarse en el resto del planeta.

Es más, incluso los fabricantes foráneos de microchips vendrán obligados en breve a instalar sus plantas fuera de China si ansían acceder al mercado interno de Estados Unidos. Una música de fondo que no suena precisamente a liberalismo y laissez faire.

En última instancia, una simple vuelta a los orígenes. Y es que procede no olvidar nunca que Estados Unidos logró dejar de ser un país agrícola y atrasado, convirtiéndose en la primera potencia del mundo, no a pesar del batallador proteccionismo crónico que desde la fundación misma de la república practicaron la totalidad de sus gobernantes, tanto los demócratas como los republicanos, sino gracias a él.

Solo un dato al respecto: en 1925, su tasa arancelaria promedio sobre los productos manufacturados era de un 37%, y subiría al 48% en 1931. Únicamente cuando el final de la Segunda Guerra Mundial dejó fuera de combate, fuera de combate de modo literal, a sus competidores directos -Alemania, Japón e Inglaterra-, Washington cedió abandonar, y de modo temporal como se acaba de ver, su acendrado proteccionismo.

Y en la Unión Europea, decíamos más arriba, comienza a ocurrir otro tanto de lo mismo. La estrategia de reindustrialización de Europa que impulsa Bruselas, toda ella inspirada por las premisas de la neutralidad carbónica y la plena digitalización empresarial, remite a un proyecto de alcance histórico tan ambicioso como caro, muy caro.

"La estrategia de reindustrialización de Europa que impulsa Bruselas remite a un proyecto de alcance histórico tan ambicioso como caro"

Sin ir más lejos, el llamado acero verde, obtenido a partir del hidrógeno procedente de las energías solar y eólica, uno de los ejes prioritarios que contempla el plan, resulta mucho más costoso de elaborar que el obtenido siguiendo los muy contaminantes métodos tradicionales. Un incremento insoslayable de los costes, el que conlleva el objetivo de la descarbonización, que obligará a orillar el repudio a las barreras arancelarias si la Unión aspira a que sus manufacturas verdes no resulten desplazadas por las de fabricación convencional elaboradas fuera de sus fronteras.

La nueva ecología política y el librecambio de Adam Smith, simplemente, resultan incompatibles. Y la denominada tasa de carbono en frontera es la prueba.

Productivismo, un paradigma emergente llamado a dotar de coherencia a la manera de pensar la economía posterior al reflujo de la hiperglobalización y la disolución del discurso neoliberal, el hasta ahora imperante.

Según su mentor teórico, el citado Rodrik, estaríamos ante algo tan distante de la rendida confianza en las fuerzas impersonales del libre mercado y de la empresa privada, el rasgo principal del libreto oficial anterior. El que irrumpió en escena con la economía de la oferta de Reagan a principios de la década de los 80, como de las premisas del keynesianismo socialdemócrata convencional.

Toda vez que su énfasis intervencionista se orientaría mucho más a acometer incursiones directas dentro de la esfera productiva que a las clásicas recetas centradas en, por un lado, la gestión estatal de la demanda agregada y, por otro, en la extensión de la red protectora del Estado del bienestar. Y Davos, decíamos, acaba de pronunciar su amén.

*** José García Domínguez es economista y periodista.

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