El discreto funcionamiento del tope del gas cuando más se necesitaba
La publicación del análisis trimestral que realiza la Comisión Europea sobre los mercados energéticos europeos da más pistas de cuál ha sido (y no ha sido) el impacto real de la ‘excepción ibérica’ sobre los precios de la electricidad. En este sentido, varios análisis recientes inciden en que la principal medida que conforma esta excepción de la unidad de mercado europea concedida temporalmente a España y Portugal –el tope al precio del gas natural– ha funcionado, mostrando como prueba del éxito la tendencia bajista del precio mayorista de la electricidad y, en consecuencia, del precio voluntario del pequeño consumidor (PVPC).
Teniendo en cuenta que el gas natural se ha convertido en la principal fuente de energía utilizada para la generación eléctrica y que en una cuantía importante del año es la que marca el precio marginal, no podía esperarse otra cosa que una bajada de los precios mayoristas, dado que el gas natural entra en el mix a un precio fijado (40€/MWh hasta finales del año pasado, ahora incrementándose de manera gradual de 5 en 5 euros).
Sin embargo, el esquema de reparto del coste de esta subvención (directamente calculada como un recargo sobre el recibo de la luz) tiene una consecuencia muy directa sobre el coste final para el consumidor, lo cual es necesario tener en cuenta a la hora de analizar el efecto del tope del gas.
[Opinión: Decepción tras una primera evaluación del tope al gas]
Así, el mejor indicador es el utilizado por la Comisión Europea, que es el precio promedio del kWh para los consumidores (incluyendo impuestos, peajes y otras cargas) y para los industriales (sin impuestos) tanto de los contratos en mercado regulado (PVPC) como en mercado libre.
Este hecho es trascendental, ya que más del 60% de los contratos tienen un precio fijado entre comercializadora y cliente, con diferentes fechas de vencimiento, que es el momento en que se repercute la parte proporcional del tope del gas.
Una vez establecidas estas bases correctas de comparativa, con base en los datos que la Comisión Europea proporciona hasta el tercer trimestre de 2022, se puede ver hasta qué punto el tope del precio del gas establecido en España y Portugal el 15 de junio no ha servido para bajar a España de los primeros puestos de la clasificación de los países con una tarifa minorista más cara, muy por encima de la media europea.
Prescindiendo de análisis contrafactuales, la clave está en examinar cómo ha evolucionado el diferencial de precio minorista tanto doméstico como industrial en España con respecto a la media europea.
Durante el primer trimestre de 2022, la tarifa minorista española para hogares fue 22,86 céntimos más cara que la media de la UE, alcanzando el máximo de la serie reciente. Desde ese momento, entre abril y junio, los precios europeo y español convergieron antes de que el tope del gas entrara en vigor (15 de junio), pero en el trimestre siguiente (de julio a septiembre), el precio español volvió a ser 5,74 euros más caro que la media europea.
Este último período coincide con el momento en que más se encareció el gas natural y el momento en que la tasa de inflación en España se colocó ligeramente por debajo del 11% interanual.
Sin embargo, el comportamiento de la otra parte del mercado ibérico que se movía bajo la misma ‘excepción ibérica’ (Portugal) fue completamente distinto, manteniendo prácticamente en línea la tarifa portuguesa con la europea, incluso en el momento de mayor subida de precios la tarifa portuguesa fue 5 céntimos por kWh inferior a la media europea. ¿Cómo es posible que, habiendo topado el gas, la tarifa española volviera a encarecerse proporcionalmente más que en el resto de Europa, mientras que la portuguesa se mantuvo estable?
"La misma 'excepción ibérica' en Portugal fue completamente distinta"
La clave está en la problemática de la formación de la tarifa minorista, la cual es un compromiso adoptado por el Gobierno español con la Comisión Europea que aún no se ha cumplido.
El volumen de consumidores en mercado regulado y su proporción sobre el total es muy superior en España frente a otros países europeos. Además de ello, la fiscalidad aplicada sobre el recibo también ha supuesto un factor diferencial hasta el último trimestre de 2022 cuando se ejecutaron los últimos cambios en el IVA tanto de la luz como del gas.
Por consiguiente, estamos ante un resultado decepcionante para las familias y bastante pobre para las empresas. La ‘excepción ibérica’ sí ha ayudado a reducir la tarifa industrial (antes de impuestos) desde los 8,64 euros superior en España frente a la UE hasta prácticamente igualar las dos tarifas. En el caso portugués, el comportamiento de la tarifa industrial ha sido aún mejor, siendo más baja que en Europa en 5,5 céntimos por kWh.
A la espera de los datos del cierre de año que sean plenamente comparables, y en el contexto de presentación de propuestas para la reforma de los mercados energéticos europeos, es patente lo innecesario que para España ha sido plantear un funcionamiento descolgado del mercado eléctrico europeo.
Un gas natural que pudiera continuar subsidiado unos meses más, unido a la propuesta española de contratos a largo plazo a precio fijado por el Estado a un nivel que no permite amortizar las inversiones en renovables, nuclear e hidráulica, es un escenario que no se puede permitir nuestro país.
*** Javier Santacruz es economista.