El miércoles se conocía el dato de inflación en España. El IPC crece a un ritmo mayor que antes, en concreto, la inflación es 5,9%. Por su parte la inflación subyacente está en un nuevo máximo: 7,5%, el mayor nivel desde 1986. Muchos economistas se echan las manos a la cabeza porque el fin de las ayudas a los carburantes ha tenido un efecto mayor de lo esperado. Algunos ni lo habían considerado.
Desde luego, el dato español es muy poco conveniente para los políticos. No se nos puede olvidar que estamos en año electoral por partida doble, de manera que los unos van a tratar de demostrar que todo lo hacen bien, y los otros van a tratar de demostrar lo contrario. ¿Qué criterio de objetividad nos queda a los ciudadanos que queremos tener una idea de la situación sin sesgos partidistas? La respuesta más inmediata es agarrémonos a los datos.
Sin embargo, sería una gran equivocación.
No es nuevo. Ya en 1803, el economista francés Jean-Baptiste Say advertía: "El ver que no ha habido ninguna empresa detestable que no haya sido apoyada y determinada mediante cálculos aritméticos, me lleva a pensar que en sus números es donde está la ruina del Estado".
No solamente Say, el mismísimo Adam Smith criticaba los trabajos pioneros de Sir William Petty. Le parecía que los datos estadísticos eran demasiado inexactos. Smith era un hombre de amplia cultura entre cuyos amigos se encontraban grandes figuras de la economía, como Alexander Webster, quien confeccionó el censo de Escocia más completo de la época y quien le reconoció que se había equivocado en 250.000 personas. Elaborar políticas económicas basadas en datos recogidos e interpretados por humanos era demasiado peligroso para Smith.
Han pasado siglos y las técnicas de recogida de datos se han perfeccionado, la estadística ha evolucionado, ha aparecido la econometría. En nuestro siglo estamos viviendo la explosión del big data. Pero sigue siendo incuestionable la falibilidad humana a la hora de contar y de interpretar.
Si no me creen pregúntenle a un experto en economía del desarrollo cómo se cuentan los pobres y verán que no es nada fácil definir cuál es el umbral de pobreza y hasta qué punto no recoge aspectos muy relevantes de lo que es vivir en pobreza. Respecto a la interpretación, podemos simplemente mirar por la ventana y observar qué se vende como big data, que tiene su uso, pero también su abuso.
"Sigue siendo incuestionable la falibilidad humana a la hora de contar y de interpretar"
La semana pasada, antes de que saliera el dato de inflación, unos amigos discutíamos en Twitter si el dato mata al relato o al revés. La conclusión compartida por todos fue que el relato gana por goleada al dato porque los ciudadanos de esta sociedad preferimos un cuento de hadas antes que la realidad.
Se vive más confortablemente en la mentira, especialmente si está revestida de seriedad y desprende aroma a ciencia, que es lo que sucede con los estudios económicos. Sin embargo, el dato sigue siendo real. Aunque no queramos mirar, ahí está la realidad de nuestra situación económica, esperando que le hagamos caso.
Entonces ¿nos quedamos con el relato económico? Pues tampoco: no hay uno único.
Los economistas disponemos de relatos diferentes, de manera que cada cual puede elegir el que más le convenga.
Por ejemplo, las declaraciones del gobernador del Banco de España, Hernández de Cos, ayer acerca de la inflación en la zona euro. Por un lado, podría experimentar una desaceleración más intensa de lo previsto debido a la caída de los precios de la energía, la relajación de los problemas de la cadena de suministro y al endurecimiento de la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE). Por otro lado, advierte que la inflación subyacente podría mantenerse elevada y subir a corto plazo.
Además, explica que cuando se retiren las políticas de los gobiernos para paliar la inflación habrá un efecto compensatorio que podría mantener alta la inflación. Pero, matiza que si esas medidas son precios de la energía topados, entonces depende de la magnitud del alza de los precios energéticos, de manera que tal vez podría no darse ese efecto compensatorio.
[El Gobierno convoca a lo 'súper' para analizar los precios tras la bajada del IVA]
También señala el tipo de cambio, los efectos de segunda ronda que aún hay que monitorizar, y China como factores extra que pueden desbaratar los cálculos mejor intencionados.
Hernández de Cos, como debe ser, pone sobre la mesa todos los factores que afectan a la inflación. Probablemente él no se ha sorprendido de los datos del miércoles, porque su mensaje global es "Todo es posible".
No obstante, cada economista sesgado recoge el titular que le conviene a su partido o a su grupo de pertenencia, con el objetivo de ser aplaudido, de tener razón, o de ser el que mejor anticipa.
"Cada economista sesgado recoge el titular que le conviene a su partido"
Lo que sí es seguro es que, en nuestro país, y como Say anticipaba, la ruina del Estado está en sus números. Si ya el Banco Central Europeo advierte que la inflación puede derivar en gastos públicos extra, mayor déficit de los gobiernos y explosión de deuda, en el caso de España, ya partimos de una deuda muy abultada.
¿Se va a moderar el gasto del Estado en un año doblemente electoral? Ya les digo yo que no. Y no vamos a tener dinero para pagar toda esta deuda.
Esta reflexión me lleva a imaginar al ganador de las elecciones nacionales el día de después. Si es Pedro Sánchez ¿cómo va a afrontar esas cuentas públicas? ¿Mirando al techo como siempre? ¿Echándole la culpa a la pandemia, a la guerra, al gobierno anterior? ¿Le merecerá la pena una victoria o elegirá patada ascendente y se irá a alguna institución internacional a pasear su palmito fuera de España?
Pero ¿y si gana el PP? Me pregunto cuál de las caras de Feijóo vamos a ver: la cercana a Ayuso, la que abraza la socialdemocracia de Ciudadanos, la que pactaría con el PSOE.
¿Quién va a ser el que le ponga el cascabel a la deuda pública con datos y sin relato? Me temo que seguiremos al revés: con datos al servicio de los miles de relatos. Tantos como partidos políticos.