365 días de luto en Ucrania: seguridad económica e integración europea
El 24 de febrero de 2022 será una fecha recordada con honda tristeza en la memoria colectiva. Una día que supuso un punto de inflexión en los consensos del orden geopolítico, desencadenando el mayor conflicto en Europa tras la II Guerra Mundial y el mayor enfrentamiento entre Rusia y Estados Unidos desde la Guerra Fría.
Es la fecha en la que Rusia invade brutal e injustificadamente Ucrania e inicia un conflicto militar por tierra, mar y aire para lograr la rendición y sumisión, por la vía de la violencia, de un pueblo libre y soberano.
Es el momento en el que la decisión de un líder de ínfulas imperialistas y totalitarias golpea el modelo pacífico de construcción social de valores, vulnerando los principios más básicos del derecho internacional, la integridad territorial y los derechos humanos. Es el día en el que, en definitiva, el curso de la Historia nos resitúa en el epicentro de un mundo polarizado entre democracias y autocracias, donde el fantasma de la guerra se impone a la vía diplomática como mecanismo de resolución de conflictos en la escena internacional.
Es el día en el que, en definitiva, el curso de la Historia nos resitúa en el epicentro de un mundo polarizado entre democracias y autocracias.
Hoy, exactamente un año después del inicio del conflicto, la factura es sencillamente desoladora. La guerra ha dejado ya más de 8 millones personas huidas, según los últimos datos difundidos por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), y más de 6 millones de desplazados internos, además de una economía al borde del colapso.
El Producto Interior Bruto de Ucrania ha caído ya más del 40% y los salarios y el empleo se han hundido por encima de los dos dígitos. Asimismo, el país registró en enero una inflación por encima del 26%, y el Fondo Monetario Internacional ha estimado que los costes de la guerra han generado un déficit presupuestario mensual de alrededor de 5.000 millones de dólares.
Una guerra y un conflicto frente al que la Unión Europea, por mandato político y moral, no podía ponerse de perfil y cuyas consecuencias económicas y sociales también se han sentido en suelo comunitario. Crisis alimentaria, energética y de combustibles, ralentización del crecimiento y un alza de precios sin precedentes en nuestra historia reciente, con un impacto notable en hogares, empresas e industria. De hecho, el crecimiento económico mundial se redujo en 2022 por encima del 3% como consecuencia del conflicto, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Pese a ello, el mandato y respuesta de la Unión Europea, de sus instituciones y de sus principales aliados internacionales ha sido claro y contundente: apoyo incondicional y sin fisuras a Ucrania, y así debe seguir siendo.
El crecimiento mundial se redujo en 2022 por encima del 3% como consecuencia del conflicto, según datos de la OCDE.
La última encuesta del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores revela que la opinión pública europea es partidaria de ayudar a Ucrania hasta la victoria definitiva, sin importar lo que cueste o el tiempo que lleve. En el aniversario de la contienda, cabe poner en valor los paquetes de sanciones desplegados hasta el momento, así como el ingente apoyo económico, humanitario y militar (la UE y sus Estados miembros han puesto a disposición de Ucrania alrededor de 67.000 millones de euros).
Ahora bien, al margen del apoyo suministrado hasta el momento, si hay algo positivo que el cisne negro de la guerra ha traído consigo para los 27, ha sido el impulso decisivo hacia una mayor integración.
La UE y los países que la conforman parecen haber comprendido, por fin, que seguridad económica e integración europea son conceptos vinculados. Una nueva dinámica que pasa por abandonar la lógica intergubernamental de los Estados y por actuar de forma cada vez más cohesionada y unida en ámbitos estratégicos para reducir las dependencias externas. Lograr, en definitiva, una verdadera autonomía estratégica de la Unión que le permita ganar resiliencia y moverse como un actor geopolítico realmente relevante en la esfera internacional.
En el ámbito energético, la UE ha aprendido que la interdependencia no garantiza necesariamente la convivencia. El hecho de que Rusia proveyera más del 40% del gas consumido en el conjunto de la UE ha forzado al bloque comunitario a poner en marcha un plan para acelerar el desarrollo de nuevas fuentes de energía renovable y potenciar las compras conjuntas de gas en el mercado internacional.
La UE ha aprendido que la interdependencia no garantiza necesariamente la convivencia.
También se han incrementado los niveles de eficiencia energética, la autogeneración y la ideación de un mercado energético europeo verdaderamente interconectado. El resultado es que, aunque hay aún un largo camino por recorrer, los niveles de dependencia se han reducido sensiblemente.
En materia de seguridad y defensa, desde el 24 de febrero, varios países como Alemania o España han anunciado nuevos planes para aumentar su gasto militar. Otros, como Suecia y Finlandia, han solicitado su ingreso en la OTAN, un proceso bloqueado hasta ahora por Turquía. Pero no son pocas las voces al más alto nivel que claman por una auténtica Unión Europea de la Defensa que permita mayor autonomía e independencia.
Análogos movimientos en el ámbito de la seguridad alimentaria (mayor producción propia), comercio (diversificación de alianzas con nuevos socios y potencias fiables, más alineadas con los valores democráticos) y tecnología (con incentivos para empresa e industria).
Cuando se cumple un año de la guerra en Ucrania, es importante integrar las lecciones aprendidas y recordar que Europa, la UE, no es ni debe ser ajena a este conflicto y, a estos efectos, cuanto mayor sea su fortaleza, mayor será su capacidad de actuación.
No son pocas las voces al más alto nivel que claman por una auténtica Unión Europea de la Defensa.
La heroicidad y la lucha incansable del pueblo ucraniano representan la lucha por nuestra propia seguridad, defensa y por la escala de valores que rigen nuestras sociedades. Una batalla por la supervivencia que despliega la alfombra roja para la adhesión de Ucrania a la Unión Europea. Una adhesión que, seamos claros, aunque compleja por motivos técnicos, debe materializarse con el tiempo.
Darles la espalda sólo supondría una hemorragia de legitimidad y credibilidad y la traición de nuestros propios ideales. Se trata, en definitiva, de una guerra de resistencia de las propias democracias. Como ya dijo el propio Zelenskyy en su discurso presidencial a la nación el mismo 24 de febrero de 2022, “Si no nos ayudáis hoy, si no nos ayudáis en serio, mañana la guerra llegará a vuestros países”. No les dejemos solos.
***Alberto Cuena es periodista especializado en asuntos económicos y Unión Europea.