Desde 1944, San Vicente Ferrer (1350-1419) es el patrón de los estudiantes de economía. Y se celebra el 5 de abril. Ese día y ese año tuvo lugar la creación de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas, que, más adelante, ya a principios de los años 70, daría lugar a las Facultades de Ciencias Económicas y Empresariales y a la Facultad de Ciencias Políticas.
Ambas facultades escindidas conservaron el patrón. Revisando la vida del santo, parece más coherente su patronazgo de los estudiantes de Ciencias Políticas que de los de Ciencias Económicas y Empresariales. No en vano, Vicente Ferrer fue un agente importante en el Compromiso de Calpe que encumbró a Fernando de Antequera, de la dinastía castellana de Trastámara como rey de la Corona de Aragón (que para los despistados hay que recordar que abarcaba también Valencia, Cataluña y Sicilia).
Además, el santo valenciano vivió el cisma en el seno de la Iglesia Católica que acabó con la existencia de dos Papas, el de Roma, Urbano VI y el de Avignon, Clemente VII. Él se decantó por el Papa de Avignon, aunque ya entrado en años se retractó y declaró su obediencia al Papa de Roma, entonces Benedicto XIII. Tan influyente era, que el mismísimo rey de Aragón, Fernando I, decidió seguir su ejemplo y retiró al Papa de Avignon la cesión como residencia del castillo de Peñíscola.
Respecto a temas económicas, poco que decir, excepto que se atenía a la doctrina de la Iglesia Católica en lo que respecta a los préstamos, las prácticas comerciales y los censos. Todo bien mientras sea “justo”. La interpretación de esa palabra en economía daría para una enciclopedia.
La incertidumbre no ha disminuido y la imperfección del conocimiento humano, fenómeno siamés de la incertidumbre, tampoco ha mejorado.
El día de San Vicente tiene para mí un significado especial: en abril del 2021, tras haberse anulado la celebración en el 2020, cuando aún padecíamos un encierro relativo, y con el Aula Magna vacía, me correspondió ofrecer la lección magistral con motivo de la celebración del patrón en mi facultad, en la Universidad San Pablo-CEU. El título “Lecciones de optimismo en tiempos de incertidumbre”.
Dos años después, el texto se mantiene vigente. La incertidumbre no ha disminuido y la imperfección del conocimiento humano, fenómeno siamés de la incertidumbre, tampoco ha mejorado.
Las enseñanzas del clásico cuento de Borges en el que muestra que la inteligencia no es un depósito infinito de datos, sino que “pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer”, siguen viniendo al caso. Lo mismo puede decirse de las tres claves que subrayaba aportadas por la Escuela del Public Choice: la incertidumbre estratégica, la ignorancia racional y la ceguera respecto a nuestra propia ignorancia.
Desde mi punto de vista, creo que no se trata tanto de los problemas (inflación, desempleo, etc.) sino que lo relevante es la manera de afrontarlos.
Una pregunta al aire en redes sociales respecto a las principales preocupaciones económicas de nuestro país entonces y ahora, tal vez sí serían diferentes. Hoy, la situación sanitaria y la incertidumbre que genera, los problemas logísticos y la ruptura de las cadenas de valor ya no están entre nuestros motivos para el insomnio. Han sido sustituidos por la guerra de Ucrania y la incertidumbre que genera la situación, la inflación y las distorsiones que está generando su control. No son lo mismo, pero no son tan diferentes.
El desempleo parece ser la segunda preocupación más importante. No es un problema independiente de la inflación. Como tampoco lo es el déficit público, que en España sigue escalando. No obstante, desde mi punto de vista, creo que no se trata tanto de los problemas (inflación, desempleo, etc.) sino que lo relevante es la manera de afrontarlos.
En ese sentido, podemos encontrar patrones que segregan a los países en función del camino que siguen para resolver las dificultades económicas, que, a menudo, proceden de situaciones no previstas, como un colapso en la actividad mundial fruto de una pandemia, o la invasión de territorios ucranianos por el ejército ruso.
El que no se hayan deflactado los impuestos explica que la presión fiscal sobre los salarios se haya disparado
Las consecuencias de esos hechos no afectan solamente a España. Y, sin embargo, somos el único país del entorno que no ha recuperado el PIB prepandemia. Seguimos manteniéndonos en el podio del desempleo y entre los cinco países de la Unión Europea con un mayor porcentaje de deuda pública sobre el PIB. De hecho, la Airef ha elevado en nueve décimas el déficit previsto para el 2023. Las cuentas siguen sin salir.
Porque, en contra del mantra, no lo pagan los ricos. El que no se hayan deflactado los impuestos explica que la presión fiscal sobre los salarios se haya disparado. La clase media se desvanece en España.
Lo peor de todo es corroborar, día a día, de que lo más probable es que no hay una estrategia en el sentido empresarial. Se queja un amigo tuitero de la poca importancia real que se le da en la empresa española a la estrategia, como orquestador más emergente que planificado. Echo de menos lo mismo en la gestión de nuestro dinero, de los problemas económicos.
Ni siquiera parece que haya un plan de gobierno. Ha sido sustituido por estrategias a corto plazo para que tu partido se mantenga en el poder.
Ni siquiera parece que haya un plan de gobierno. Ha sido sustituido por estrategias a corto plazo para que tu partido se mantenga en el poder, o capture unos cuantos miligramos más de poder. Persuasión de votantes, intercambio de favores, alianzas estratégicas, declaraciones en prensa, eslóganes, mentiras, manipulación de datos. Lo que haga falta. Todo con nuestro dinero.
Se mantienen las formas, se aplican políticas económicas de bombero: apagando los fuegos que surjan. Pero no hay una estrategia para afrontar los complicados problemas económicos, de carácter multicausal, a los que nos enfrentamos.
Así que, tal vez, no está tan mal que los estudiantes de economía y los de políticas compartamos patrón. Porque si San Vicente Ferrer fue capaz de modificar la preferencia papal de un rey e influir tanto con su predicamento, tal vez lo que hay que pedir es que ilumine a nuestros gestores políticos para que pongan el foco en donde deben, el servicio público, y no es sus intereses partidistas.