Si te gusta el rap, esta ha sido una semana interesante: una canción, titulada “Heart On My Sleeve”, reúne a dos artistas inmensamente conocidos, Drake y The Weeknd, en un intercambio de versos sobre la actriz Selena Gomez. La canción se hizo rápidamente viral, lleva varios centenares de miles de reproducciones en YouTube, y se ha movido por todas las redes sociales.
Sin embargo, lo verdaderamente interesante de la canción es que Drake y The Weeknd, a pesar de haber colaborado en ocasiones anteriores, nunca la han cantado. Se trata, como podemos rápidamente imaginar, de un algoritmo generativo educado con sus voces y publicado en YouTube por alguien que se identifica como Ghostwriter. Es completamente sintética: ninguno de sus dos supuestos autores ha intervenido lo más mínimo en su creación.
El uso de algoritmos generativos para “copiar” la voz de una persona no es especialmente novedoso: yo mismo llevo años utilizando en clase varios ejemplos, haciendo decir a Mark Zuckerberg que es un malvado villano que roba nuestros datos y que trabaja para Spectra, que Barack Obama, con su inconfundible voz, diga lo que le viene en gana a Jordan Peele, o un vídeo de mi mismo interpretando el principio del conocido “Libiamo” de La Traviata (sí, cuando uno enseña tecnología, tiene que buscarse la vida para hacer la clase entretenida :-)
Seguramente todos sepamos que Carrie Fisher intervino en una de las secuelas recientes de Star Wars después de muerta, o que otro actor con voz inconfundible, Bruce Willis, aquejado de un trastorno del lenguaje, se ha convertido en la primera persona que ha vendido los derechos de su voz artificial generada por un algoritmo entrenado con la auténtica, a una compañía, que intentará comercializarla a partir de ahora.
En otro ámbito completamente distinto, Scarlett Johansson ha afirmado haber dejado ya hace tiempo de luchar contra los infinitos vídeos pornográficos que aparecen en la red con su imagen: es simplemente imposible.
El uso de algoritmos generativos para “copiar” la voz de una persona no es especialmente novedoso
A medida que los algoritmos generativos progresan, y lo están haciendo a una velocidad endiablada, vamos a ver cada vez más encontronazos entre sus creaciones y los intereses de una industria cuyos modos conocemos todos: la de los derechos de autor. De hecho, una discográfica, Universal Music Group, que tras los gigantescos procesos de consolidación mediante fusiones y adquisiciones de esa industria controla aproximadamente un tercio del mercado global de la música, ya ha advertido a Spotify, Apple Music y al resto de las plataformas que deben tomar medidas drásticas contra la música generada por ese tipo de algoritmos, y concretamente, que les exigen que bloqueen a esos algoritmos para evitar que extraigan melodías y letras de sus canciones con derechos de autor.
Obviamente, eso es completa y absolutamente imposible. Como la industria bien sabe, es imposible tener tu tarta en la nevera y comerte la tarta al mismo tiempo. Si una creación, sea la que sea, está ampliamente disponible a través de infinidad de servicios, siempre existirá una manera de alimentar a un algoritmo generativo con ella y de conseguir que ese algoritmo haga su trabajo.
Es más, cuanto más tiempo pase, mejor lo hará: en la canción que hemos comentado al principio, “Heart On My Sleeve”, es posible, si te gustan los artistas mencionados, identificar momentos en los que sus voces no suenan como deberían o incluso se pierde parte de la letra, seguramente debido a artefactos creados en el proceso.
Si una creación, sea la que sea, está ampliamente disponible a través de infinidad de servicios, siempre existirá una manera de alimentar a un algoritmo generativo con ella
Pero a medida que la tecnología se va desarrollando y refinando, no hay que saber mucho para entender que ese tipo de deepfakes tendrán cada vez mejor calidad y serán completamente indistinguibles de la realidad. Para los artistas, un quebradero de cabeza: ahora se puede poner a sus dobles electrónicos a cantar absolutamente cualquier cosa, y llegará un punto en que, cuando escuchen algunas grabaciones, a ellos mismos les resultará muy difícil identificar que no son ellos.
Lo mismo ocurre con ilustradores, pintores, etc. con un estilo muy propio o característico, o incluso con escritores. Si el algoritmo tiene suficiente información sobre ti, puede emular tu estilo. De hecho, una herramienta de corrección estilística y gramatical en inglés, Grammarly, ofrece a sus usuarios la posibilidad de escribir textos con su propio estilo y palabras habituales.
Esto no tiene freno, y tratar de ponérselo solo resultará en problemas. Nos dirigimos al enésimo choque de trenes entre los derechos de autor y la tecnología, con unos creadores en el medio que realmente generan el valor, pero que en la mayor parte de los casos reciben únicamente las migajas: no tanto los “derechos de autor” como los “desechos de autor”. En el caso de un cantante, por ejemplo, tan solo entre 0.003 dólares y 0.005 dólares por cada reproducción de una canción suya, resultantes de entregar el 30% a Spotify y, del 70% restante, una parte muy significativa a su discográfica, que lo reparte entre ellos mismos, el autor de la canción, el letrista, los instrumentistas, etc. Entre unas cosas y otras, casi les compensa más que cante un algoritmo...
Veremos cómo lo solucionan. Y vayamos comprando palomitas.
***Enrique Dans es Profesor de Innovación en IE University.