El crecimiento del PIB del primer trimestre ha sido del 0,5%. No es que sea una maravilla. Pero como se esperaba repetir el -0,2% del año pasado ha sido un alivio.
Un análisis de esa cifra arroja datos de esperanza. El sector exterior y la inversión han tirado del PIB. España se está convirtiendo en una economía competitiva en los mercados exteriores, que invierte en su futuro. Según el INE la exportación de bienes y servicios aumentó en un 5,8% respecto al trimestre anterior. La inversión en maquinaria, bienes de equipo… lo hizo en el 3,8%. Dos buenas noticias.
La noticia preocupante -que ha pasado de manera discreta en los ambientes económicos- es el desplome de la aportación al PIB de los gastos de las familias en ese primer trimestre de 2023. Ha bajado en un 1,3%. Es decir, las familias dan muestra de cansancio en su consumo.
Uno de los motores de la economía española empieza a ralentizar su aportación. La causa: la reducción de la capacidad de compra de las rentas de las familias.
Como la subida de los salarios ha sido menor que la inflación, se ha reducido su capacidad de compra. Los ahorros familiares se deterioran. En 2022 la tasa de ahorro de las familias cayó al 7,2% de su renta disponible anual. En 2021 era el 13,8 y en el 2020 el 17,7%.
Esa tendencia al ahorro se centra en las clases más pudientes. Por tanto, las rentas de la clase media y trabajadora pierden tanta capacidad de compra que se están comiendo sus ahorros.
Según el Índice de Solvencia Familiar de la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) “tres de cada cuatro familias españolas viven al día sin posibilidad de ahorrar”.
En 2022 la tasa de ahorro de las familias cayó al 7,2% de su renta disponible anual
El acuerdo salarial de la CEOE/Cepyme con UGT y CCOO pretende corregir algo esta situación. Pero no puede recuperar toda la pérdida de capacidad de compra de los salarios porque cebaría la inflación; simplemente pretende que no se siga deteriorando; que ya es bastante.
Entonces ¿cómo aumentar la capacidad de compra de las rentas salariales de las familias?
Hay dos caminos: reducir el paro y los impuestos. Dos medidas que son interdependientes, la una refuerza la otra y viceversa.
España tiene un 13% de paro, el doble que la Unión Europea. En los jóvenes somos campeones (más del 30%). Si se redujera ese desempleo muchas familias tendrían más ingresos. Además, al haber menos oferta de trabajadores en paro los salarios subirían de manera natural, sin necesidad de decisiones gubernamentales, ni acuerdo patronal/sindicatos.
¿Cómo reducir el paro?
Haciendo que cada hora trabajada sea más productiva y que el factor trabajo sea más barato que otros factores de producción, como el capital.
Eso se hace con dos medidas, la primera con formación, cualificando mejor a los empleados. El sistema educativo y, en particular la formación profesional, es la principal baza. Hay que apostar por ello, pero es lento.
El sistema educativo y, en particular la formación profesional, es la principal baza
La segunda medida es reduciendo las cargas de los salarios que no llegan a los bolsillos de los asalariados: las impositivas.
Un empresario me contaba desolado que había subido 5.000 euros anuales el salario de un buen empleado y al bolsillo del mismo llegaban 2.300 (¡Menos de la mitad!).
Eso se debía a las retenciones de IRPF, cargos de la Seguridad Social, cobertura de paro, jubilación, …
De manera que reducir los impuestos al trabajo permitiría dos cosas:
a) aumentar los cotizantes a la Seguridad Social, vía aumento del empleo al abaratar el trabajo respecto a otros factores de producción;
b) aumentar el dinero que entra en el bolsillo de las familias vía reducción de los costes tributarios de todo tipo.
Además, según la famosa curva de Laffer al entrar a cotizar más gente, los ingresos de las Administraciones incluso pueden subir.
Es lo que debería hacer el Gobierno y no hace porque se está cebando. Mantiene unos impuestos excesivos sobre el trabajo, llena sus arcas y luego reparte el dinero con criterios electorales e improductivos.
La teoría de la presidenta Ayuso es la contraria y parece que los resultados le dan la razón económica. El 28 de mayo veremos si también tienen la razón política.
** J. R. Pin Arboledas es profesor del IESE